"No tardes. Recuerda que la vida no es solo trabajo. Ya es hora de que pienses en sentar cabeza, encontrar un buen hombre aquí en Oaxaca, alguien que te valore" .
Sonreí con tristeza. Un buen hombre. El único hombre en el que había pensado durante años estaba a punto de casarse con otra.
"Lo sé, mamá. Llego pronto" .
Colgué y justo en ese momento, un nuevo mensaje apareció en la pantalla. Era un número desconocido, pero el texto era inconfundible.
"Penthouse de Roy. Ahora" .
Era de Scarlett.
Mi corazón dio un vuelco. Sabía que esto no era una invitación amistosa. Era una citación, una sentencia.
Subí en el ascensor privado, cada piso que ascendía aumentaba la presión en mi pecho. Las puertas se abrieron directamente al lujoso apartamento que conocía demasiado bien.
Scarlett estaba de pie en medio de la sala, vestida con un conjunto de seda blanca que resaltaba su belleza impecable. Me miró de arriba abajo, con una sonrisa cruel en sus labios perfectos.
"Así que la pequeña rata por fin sale de su agujero" .
Antes de que pudiera responder, su mano se movió con la rapidez de una serpiente. El golpe resonó en la habitación silenciosa, mi mejilla ardió al instante.
"¿Creíste que no me enteraría?" , siseó, su voz llena de veneno. "¿Disfrutaste siendo mi sustituta barata? ¿Arrastrándote en la cama de mi prometido como una gata en celo?" .
El dolor del golpe no era nada comparado con la humillación de sus palabras.
"Scarlett, yo..." .
"¡Cállate!" , gritó. "No tienes derecho a decir mi nombre" .
En ese momento, la puerta del ascensor se abrió de nuevo. Roy Castillo entró, su rostro carismático endurecido por la tensión. Vio mi mejilla roja, la furia en los ojos de Scarlett, y su expresión se volvió fría.
"¿Qué está pasando aquí?" .
Scarlett corrió hacia él, su rostro transformado en una máscara de víctima. "¡Roy, cariño! ¡Esta trepadora se atrevió a venir aquí a insultarme! ¡Me dijo que tú nunca me quisiste, que solo estabas conmigo por mi estatus!" .
Roy me miró, no con duda, sino con una fría decepción.
"Lina, ¿es eso cierto?" .
Negué con la cabeza, incapaz de formar palabras. Él no me creyó. Nunca me creería por encima de ella.
"Roy, por favor..." , susurró Scarlett, con lágrimas en los ojos. "Tienes que demostrarme que no significó nada. Tienes que demostrarme que me amas solo a mí" .
Roy suspiró, un sonido de resignación. Miró a sus dos guardaespaldas, que habían entrado detrás de él.
"Sáquenla de aquí" .
Uno de los hombres me agarró del brazo. Luché, pero era inútil.
"¡No, esperen!" , exclamó Scarlett con una sonrisa maliciosa. "No tan rápido. Quiero que aprenda una lección" . Señaló mi blusa, una pieza de diseñador que Roy me había regalado en un raro momento de aparente generosidad. "Esa blusa... le queda fatal. Quítensela" .
Mis ojos se abrieron de par en par, buscando la mirada de Roy. Le supliqué en silencio, pero él apartó la vista.
Los guardaespaldas no dudaron. Uno me sujetó mientras el otro rasgaba la tela cara. El sonido del desgarro fue como un grito. Me dejaron allí, semidesnuda, temblando de frío y vergüenza en medio de su lujoso penthouse.
Roy sacó un fajo de billetes de su cartera y lo arrojó al suelo, cerca de mis pies.
"Tu finiquito" , dijo con voz gélida. "Ahora lárgate" .
Me obligué a ponerme de pie, a cubrirme como pude con los jirones de tela. Caminé hacia el ascensor con la poca dignidad que me quedaba, sin mirar atrás.
Afuera, la lluvia fría de Guadalajara comenzó a caer, mezclándose con las lágrimas que ya no podía contener. Me abracé a mí misma, empapada y temblando, mientras los recuerdos de los últimos años me inundaban.
Recordé haber llegado a la universidad, una chica becada de Oaxaca, deslumbrada por la gran ciudad. Recordé haber visto a Roy por primera vez, el heredero del imperio tequilero, tan carismático y fuera de mi alcance. Y recordé a Scarlett, la reina del campus, a quien me aferré con la tonta esperanza de que su brillo me acercara a él.
Me convertí en su sombra, su "mejor amiga" , la que le hacía los trabajos, le llevaba el café y soportaba sus humillaciones en silencio. Todo por unos pocos momentos cerca de Roy. Él apenas me notaba, solo me usaba para conseguir información sobre Scarlett o para que le ayudara con regalos para ella.
Cuando Scarlett lo dejó para irse a Europa, él se rompió. Y yo estuve allí para recoger los pedazos. Me convertí en su asistente personal, su ancla. Una noche, en un evento de la industria, drogado por un competidor, me confundió con ella. Me llevó a su cama.
Así comenzó nuestra relación clandestina de tres años. Noches robadas en las que él nunca me besaba en los labios, nunca me miraba a los ojos. Yo era un cuerpo cálido, un sustituto para su nostalgia. Y yo lo acepté, porque una parte de mí todavía creía que algún día, él me vería.
Pero Scarlett regresó, y él me desechó como si nunca hubiera existido.
El sonido de una notificación en mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Era un mensaje de Roy.
"50,000 pesos transferidos. No vuelvas a molestar a Scarlett" .
Un segundo mensaje llegó.
"Siempre supe que estabas enamorada de mí, Lina. Fue patético. Pero Scarlett es mi mundo. Aprende tu lugar" .
La rabia finalmente ahogó el dolor. Apreté el teléfono en mi mano, el frío metal contra mi piel. Se acabó. Esta vez, de verdad.