La Venganza De La Sustituta
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Capítulo 3

Al día siguiente, Roy me llamó a su oficina. Scarlett estaba sentada en su silla, como una reina en su trono.

"Lina" , dijo Roy, sin mirarme. "Scarlett está muy disgustada. Y con razón. Tu... comportamiento ha dañado la moral de la empresa" .

"Por tu culpa, casi pierdo un contrato millonario con los distribuidores europeos" , mintió Scarlett con una calma escalofriante. "Estabas tan ocupada tratando de seducir a mi hombre que descuidaste tus deberes" .

Sabía que era una mentira. Yo había cerrado ese contrato la semana pasada. Pero vi la mirada de Roy y comprendí que la verdad no importaba.

"Tienes dos opciones" , continuó Roy, su voz monótona. "Puedes pagarnos los cinco millones de pesos que tu 'error' nos costará, o puedes... aceptar un castigo tradicional para demostrar tu arrepentimiento" .

Scarlett sonrió. "En los viejos tiempos, a los trabajadores que cometían faltas graves se les hacía arrodillarse sobre granos de maíz crudo. Un día entero. Para que recordaran el valor del trabajo duro" .

Mi sangre se heló. Miré a Roy, esperando, rezando por una pizca de decencia. No la encontré.

"Elige, Lina" .

No tenía cinco millones de pesos. No tenía ninguna opción.

Me llevaron al patio central de la destilería, donde los trabajadores cargaban y descargaban las piñas de agave. Extendieron una lona áspera en el suelo y esparcieron una capa de granos de maíz, duros y afilados como piedras pequeñas.

"De rodillas" , ordenó uno de los gerentes, un hombre leal a Roy.

Obedecí. El dolor fue inmediato y agudo. Cada grano se clavaba en mis rodillas, un tormento punzante que prometía empeorar con cada minuto.

Los trabajadores pasaban, algunos con lástima, otros con desprecio. Escuché sus murmullos.

"Pobre chica. Siempre fue tan trabajadora" .

"Se lo buscó. Nadie se mete con la novia del jefe" .

"Siempre supe que era una trepadora. Scarlett Salazar es de otro nivel. Lina solo era su sombra" .

El sol de Jalisco caía a plomo sobre mí. El sudor me corría por la cara, mezclándose con lágrimas silenciosas de dolor y humillación. Recordé un día, años atrás, cuando Roy se había torcido un tobillo jugando al fútbol. Yo me quedé con él toda la noche, cambiándole las compresas de hielo, asegurándome de que estuviera cómodo. Él me había dado las gracias con una sonrisa distraída.

Ahora, él me observaba desde la ventana de su oficina, con Scarlett a su lado, mientras yo sufría este castigo bárbaro por un crimen que no cometí.

En ese momento, bajo el sol abrasador, con el dolor insoportable en mis rodillas, algo dentro de mí se rompió. La ilusión, la esperanza, el amor estúpido que había albergado durante tanto tiempo... todo se hizo cenizas.

Ya no me importaba si él me veía o no. Solo quería irme.

Al final del día, dos trabajadores me ayudaron a levantarme. Apenas podía caminar. Roy bajó, su rostro impasible.

"Espero que hayas aprendido la lección" , dijo. Me tendió un pequeño ungüento. "Ponte esto. Te necesito en la gala de la Cámara Tequilera mañana. Vas a recibir un premio por tu trabajo en el Añejo Cristalino" .

No tomé el ungüento. Lo miré directamente a los ojos, y por primera vez, no sentí nada. Ni amor, ni odio. Solo un vacío inmenso.

"Estaré allí" , dije, mi voz ronca.

Esa noche, en mi pequeño apartamento, empaqué mis maletas. No las cajas de la oficina, sino mis pertenencias personales. Saqué cada regalo que Roy me había dado, cada recuerdo, y lo metí en una bolsa de basura. La blusa de diseñador, ahora en jirones. Un par de aretes. Un libro de poesía que una vez me leyó. Todo.

Mientras lo hacía, vi por la ventana. Un coche de lujo se detuvo frente a un restaurante caro al otro lado de la calle. Roy bajó y le abrió la puerta a Scarlett. Se rieron de algo, y él la besó antes de entrar.

Apagué la luz y me senté en la oscuridad. Mañana sería mi último día.

La gala de la Cámara Nacional de la Industria Tequilera era el evento más importante del año. Me puse un vestido sencillo y elegante, cubriendo mis rodillas magulladas. Cuando anunciaron mi nombre para el premio a la Innovación en Destilados, caminé hacia el escenario con una calma extraña.

El presentador sonreía. "Y ahora, un video que destaca los increíbles logros de la señorita Lina Hewitt" .

La pantalla gigante detrás de mí se iluminó. Pero no eran gráficos de ventas ni imágenes del proceso de destilación.

Eran fotos. Fotos mías, tomadas por las cámaras de seguridad del penthouse de Roy. Fotos íntimas, comprometedoras. Fotos que me hacían parecer barata, desesperada. La sala quedó en un silencio sepulcral, seguido de murmullos y risas ahogadas.

Busqué a Scarlett entre la multitud. Me sonreía, una sonrisa de triunfo absoluto.

            
            

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