Capítulo 5

Roy se acercó a la mesita de noche y vio las flores que Patrick me había traído. Con un gesto de furia, las agarró y las arrojó a la papelera.

"No quiero que te acerques a él" , dijo, su voz baja y amenazante.

Me incorporé en la cama, el dolor de la rodilla punzando. "No tienes derecho a decirme con quién puedo hablar" .

"Tengo todo el derecho" , replicó. "Todavía trabajas para mí. Y si me entero de que tienes algo que ver con ese agrónomo, me aseguraré de que no vuelva a encontrar trabajo en esta industria. ¿Entendido?" .

Su posesividad era asfixiante, ilógica. Me desechaba y me humillaba, pero no soportaba la idea de que alguien más me mostrara un mínimo de amabilidad.

Se sentó en el borde de la cama, su tono cambiando a uno de falsa conciliación.

"Mira, Lina, sé que lo de anoche fue... desafortunado. Scarlett se dejó llevar. Estaba celosa, ¿entiendes? Es porque me ama demasiado" .

Justificaba su crueldad como si fuera una prueba de amor. La bilis me subió por la garganta.

"Pero ya he hablado con ella. No volverá a pasar" , continuó, como si eso solucionara todo. "De hecho, he decidido ascenderte. Serás la nueva Directora de Desarrollo de Producto. Con un aumento del cincuenta por ciento. Solo olvida todo esto, ¿de acuerdo? Sigamos como antes" .

Me ofreció dinero y poder como si fueran un curita para el alma. Creía que podía comprar mi silencio, mi sumisión.

Lo miré, y por primera vez, vi la profunda grieta en su fachada carismática. Vi a un hombre débil, emocionalmente dependiente de una mujer cruel, dispuesto a sacrificar a cualquiera para mantenerla feliz.

"Quiero renunciar, Roy" , dije, mi voz firme.

Él parpadeó, sorprendido. "No seas ridícula. No puedes renunciar" .

"Sí, puedo. Y lo haré" .

Justo cuando iba a continuar, su teléfono sonó. Vio el nombre en la pantalla. Scarlett.

"Tengo que contestar" , dijo, levantándose. Se dio la vuelta y salió de la habitación para hablar con ella, dejándome sola una vez más.

Esa fue la gota que derramó el vaso. La confirmación final de mis prioridades. Siempre sería la segunda, la interrumpida, la olvidada.

Al día siguiente, cojeando, fui a Recursos Humanos. Descubrí que Patrick Benton, el joven agrónomo, había sido transferido a la planta más remota de la compañía en los Altos de Jalisco, un exilio laboral. Todo por traerme flores.

Mi contrato tenía una cláusula de salida anticipada que requería la firma personal de Roy. Tendría que enfrentarlo una vez más.

Lo encontré esa noche en una fiesta exclusiva. Scarlett estaba a su lado, radiante.

"Roy, necesito tu firma" , le dije, tendiéndole el formulario de renuncia.

Él lo miró y sonrió con frialdad. "Claro. Pero primero, un pequeño favor" .

Scarlett sostenía una copa de tequila. "Me duele la cabeza, no puedo beber más" , dijo con voz melosa. "Lina, cariño, bebe por mí. Por cada copa que bebas, le diré a Roy que considere firmar tu papelito" .

Los amigos de Roy y Scarlett se rieron. Era otro juego, otra humillación.

Miré a Roy. Él asintió, su mirada desafiante. Quería que me doblegara.

Tomé la copa y me la bebí de un trago. Y otra. Y otra. Cada trago era un brindis amargo por mi libertad.