Capítulo 7

A la mañana siguiente, con una resaca terrible y el cuerpo dolorido, me presenté en la oficina de Roy a primera hora. Dejé el formulario de renuncia en su escritorio. Ya no me importaba su firma. Simplemente me iría.

"Ya me voy" , le dije. "Considera esto mi aviso de dos semanas, que cumpliré desde casa" .

Él levantó la vista de sus papeles, sorprendido. "¿De qué hablas? Hoy es el anuncio de tu ascenso" .

La ironía era tan amarga que casi me reí.

Esa tarde, recibí una llamada de su nueva asistente. "El señor Castillo me pidió que le recordara que debe ir de compras con la señorita Salazar esta tarde" .

Era el colmo del insulto. Ni siquiera podía renunciar en paz.

Me encontré con Scarlett en la zona comercial más lujosa de Guadalajara. Entró y salió de las tiendas, acumulando bolsas que yo tenía que cargar. En una joyería, se detuvo frente a un collar de diamantes exquisito.

"Quiero ese" , le dijo a Roy por teléfono. "Cómpramelo" .

Él le prometió que lo tendría, que le daría cualquier cosa que deseara.

Después de que se fueron, el gerente de la joyería me informó que el collar era una pieza única y que otro cliente ya lo había reservado.

Llamé a Roy una y otra vez para informarle, pero no contestó. Estaba ocupado con Scarlett.

Cuando finalmente me reuní con ellos en un restaurante, Scarlett vio mis manos vacías.

"¿Dónde está mi collar?" , exigió.

Le expliqué la situación. Su rostro se descompuso por la ira.

"¡Incompetente!" , gritó, y me arrojó su copa de vino a la cara. El líquido rojo y frío me empapó la blusa. "¡Arruinas todo!" .

Se volvió hacia Roy. "¡No la quiero volver a ver! ¡Haz algo!" .

Roy, para calmarla, hizo una llamada. Habló en voz baja, pero escuché fragmentos. "Sí, el dueño... un trato... lo que sea necesario" .

Colgó y me miró con una frialdad que me heló los huesos.

"El hombre que compró el collar te quiere a ti. Una noche. A cambio, le dará el collar a Scarlett" .

El mundo se detuvo. No podía ser real. Miré a Roy, buscando una señal de que era una broma cruel. Pero su rostro era serio. Estaba dispuesto a venderme por un collar de diamantes.