Al día siguiente, Máximo y Valeria vinieron a recogerme para llevarme de vuelta a Buenos Aires.
Abrí la puerta del lujoso Mercedes y mi sangre se congeló.
En el asiento del copiloto, con una sonrisa burlona, estaba Isabella "Isa" Hewitt.
Mi rival. La mujer que había intentado sabotear mi carrera en cada competición.
Isa se giró lentamente, su sonrisa se ensanchó. Me miró de arriba abajo, disfrutando de mi palidez, de mi shock.
"Hola, Sofía," dijo, su voz era pura miel envenenada. "Quería agradecerte en persona por tu generosa donación."
Levantó ligeramente su blusa, mostrando una cicatriz quirúrgica idéntica a la mía en su costado.
"Sin tu pulmón, no podría haber vuelto a competir en el Campeonato Mundial de Tango."
El aire se escapó de mis pulmones, los que me quedaban. Sentí que el mundo se derrumbaba a mis pies. No fue para un anónimo. Fue para ella. Mi sacrificio, mi dolor, mi carrera rota... todo para que mi peor enemiga pudiera volver a bailar.
"¿Qué... qué hace ella aquí?" logré balbucear, mirando a Máximo.
Máximo se apresuró a salir del coche, su rostro una máscara de falsa preocupación. "Sofía, mi amor, cálmate. Fue una terrible coincidencia. No sabíamos que era ella la receptora. Te lo juro."
"Sí, Sofi," intervino Valeria, rodeándome los hombros con un brazo. "Isa solo estaba de paso, íbamos a dejarla en su casa. No queríamos que te alteraras."
Mentiras. Todo eran mentiras.
Mis ojos, nublados por las lágrimas y la rabia, se fijaron en los detalles dentro del coche.
El mate de Isa, con sus iniciales grabadas, en el portavasos.
Una boquilla de cigarrillo femenina, larga y delgada, en el cenicero. Yo no fumaba. Isa sí.
Y en el asiento trasero, doblada con esmero, una manta de vicuña. La favorita de Isa. La que llevaba a todas partes.
La evidencia estaba ahí, gritándome en la cara. No estaba "de paso". Este coche era su segundo hogar. Estaban juntos.
Mi sacrificio no solo había salvado la carrera de mi rival. Había financiado la vida de lujo de mi novio con ella.
Mi mente voló hacia atrás, a un año antes.
Estábamos en la final de una competencia importante. Yo estaba en mi mejor momento. Isa, sabiendo que no podía ganarme limpiamente, recurrió a sus trucos sucios.
Justo antes de salir al escenario, "accidentalmente" derramó un líquido resbaladizo en mi lado del suelo. Caí durante un giro complicado. Me torcí el tobillo.
El dolor fue horrible, pero la humillación fue peor. Isa ganó esa noche.
Máximo y Valeria estaban furiosos.
"Esa bruja pagará por esto," dijo Máximo, con los puños apretados. "Nadie se mete con mi Sofía."
Valeria añadió: "La destruiremos, Sofi. Te lo prometo."
Unas semanas después, oí rumores de que Isa había tenido un "accidente". Alguien había saboteado su coche. Se lastimó la espalda. Nada grave, pero suficiente para mantenerla fuera de las pistas de baile por un tiempo.
Máximo y Valeria se atribuyeron el mérito. "Te lo dijimos. La familia se cuida entre sí."
Y yo les creí. Creí que me estaban protegiendo.
Qué ingenua fui.
Ahora, mirando a los tres juntos, la verdad era clara. Su "venganza" había sido una farsa. Su "protección", una mentira.
Siempre estuvieron juntos. Y yo solo era la tonta útil en su juego.