A la mañana siguiente, me desperté con el sonido de gritos en el salón.
Me asomé. Dos hombres grandes y de aspecto rudo estaban acorralando a Isa contra la pared.
"¿Dónde está el dinero, Isabella?" dijo uno de ellos, su voz era grave y amenazante. "Tus padres nos deben mucho. Y como no están, tú vas a pagar."
Isa estaba pálida de miedo. "No tengo dinero, se los juro. Soy una bailarina enferma, apenas puedo trabajar."
Mentiras. Siempre mentiras.
"No nos mientas," dijo el otro hombre. "Sabemos que estás viviendo aquí, con tu novio rico. Así que paga."
De repente, Isa reveló su verdadera naturaleza. En un movimiento rápido y sorprendentemente fuerte para alguien supuestamente convaleciente, me agarró del brazo y me empujó hacia los hombres.
"¡Tómenla a ella! ¡Su novio es el que tiene dinero! ¡Yo no soy nadie!"
Gritó, y el ataque fue tan repentino que caí al suelo, golpeando mi pierna herida. El dolor fue cegador.
"¡Mi pulmón! ¡Me duele el pulmón!" gritó Isa, fingiendo un ataque. "¡Esta loca me atacó! ¡Quería matarme!"
Era una actuación digna de un Oscar.
Los hombres la miraron con desprecio. "Deja el teatro."
Los ojos de Isa recorrieron la habitación, buscando algo de valor. Se detuvieron en la esquina, donde estaba mi bandoneón.
No el pequeño colgante de plata, sino el real. Una reliquia invaluable, hecha a mano por mi abuelo, un famoso lutier. Era lo único que me quedaba de mi familia.
"¡Tomen eso!" gritó, señalando el instrumento. "Vale una fortuna. ¡Tómenlo y déjenme en paz!"
Uno de los hombres se acercó y lo cogió.
"¡No!" grité, arrastrándome por el suelo. "¡Por favor, eso no! ¡Es todo lo que tengo!"
Luché, me aferré a la pierna del hombre, pero él me apartó de una patada.
Isa me miró desde arriba, con una sonrisa cruel.
"Pobre Sofía. Siempre tan sentimental. ¿Ves? Máximo me prefiere a mí. Y cuando se canse de ti, te echaré de aquí como a un perro. Esta será mi casa."
Me amenazó, su voz un susurro venenoso. "No tienes a dónde ir."
Justo en ese momento, la puerta principal se abrió.
Era Máximo.
Vio la escena: yo en el suelo, llorando; Isa, pálida y temblorosa; y los dos hombres con mi bandoneón.
"¿Qué está pasando aquí?" preguntó, su voz era dura.
Isa corrió hacia él, llorando. "¡Máximo! ¡Estos hombres vinieron a cobrar una deuda de mis padres! ¡Y Sofía... ella... intentó darles su bandoneón para que me dejaran en paz, pero luego se arrepintió y los atacó!"
Escuché su versión, la versión victimista, y no podía creer lo que oía.
Máximo ni siquiera me miró. Su atención estaba completamente en Isa, consolándola, acariciando su cabello.
Luego se giró hacia mí, su rostro lleno de decepción y rabia.