El Precio De Confianza
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Capítulo 4

En la soledad de la habitación del hospital, tomé una decisión.

Busqué el número de mi tía en Madrid y le envié un mensaje.

"Tía, tenías razón. Quiero irme. ¿Puedes ayudarme?"

La respuesta fue casi inmediata. "Claro que sí, mi niña. Te compro el billete ahora mismo. ¿Cuándo quieres volar?"

"Lo antes posible," respondí.

Unos minutos después, recibí la confirmación del vuelo. Salía en dos días.

Una ola de alivio me invadió. Había una salida.

Justo en ese momento, la puerta se abrió y entró Máximo. Llevaba un enorme ramo de rosas.

"Mi amor, ¿cómo está tu pierna? Estaba tan preocupado," dijo, su voz llena de una falsa congoja. Se sentó en la cama y me acarició el pelo. "Lo siento tanto, todo fue tan rápido."

No respondí. Me quedé quieta, sintiendo el frío de su toque.

Se inclinó para besarme en la frente y la manga de su camisa se subió ligeramente.

Vi su muñeca. Y mi corazón se detuvo.

Tenía un tatuaje. Un pequeño bandoneón. Era un tatuaje que nos habíamos hecho juntos, un símbolo de nuestro amor por el tango y el uno por el otro.

Pero había algo diferente.

Debajo del bandoneón, donde antes estaba mi inicial, "S", ahora había una "I".

Una "I" de Isabella.

Sentí náuseas. Había borrado mi nombre y lo había reemplazado por el de ella.

La puerta se abrió de nuevo. Era Isa, con el perro en brazos. El perro llevaba su nuevo collar de diamantes.

"¡Mira, Sofía! ¿No es adorable? Máximo me lo regaló," dijo, con una sonrisa triunfante. Se sentó en mi cama como si fuera suya. "Dice que le recuerdo a él, siempre luchando por lo que quiero."

"Isa, no molestes a Sofía. Necesita descansar," dijo Máximo, pero no había fuerza en sus palabras.

Isa se rió. "Oh, vamos. Somos casi hermanas, ¿no? Después de todo, compartimos... un pulmón." Hizo una pausa, saboreando la crueldad. "Y un hombre."

Me miró fijamente. "Tienes que entender, Sofía. Máximo necesita a alguien fuerte a su lado. Alguien que no se rinde. Yo no tengo a nadie más. Mis padres me abandonaron. Él es todo lo que tengo."

Su voz era una mezcla de autocompasión y veneno.

Máximo suspiró, frustrado. Pero su frustración no era con Isa. Era conmigo.

"Sofía, ¿no puedes simplemente perdonarla y seguir adelante? Ha sufrido mucho. ¿Por qué tienes que ser tan rencorosa?"

Rencorosa. Yo era la rencorosa.

Miré mi pierna vendada. Pensé en la cicatriz en mi costado. Las cicatrices que llevaría para siempre.

Él no veía mi dolor. Solo veía el teatro de Isa.

Máximo debió ver algo en mi cara, porque su tono se suavizó.

"Lo siento, no quise decir eso. Es solo que... estoy bajo mucha presión. En cuanto Isa se recupere del todo y se vaya, todo volverá a ser como antes. Tú y yo. Te lo prometo."

Asentí lentamente, sin decir nada.

"Descansa, mi amor," dijo, besándome de nuevo. "Vendré a buscarte mañana."

Se fueron, dejándome con el olor de las rosas y el sabor amargo de la traición.

Como antes.

No, Máximo. Nada volvería a ser como antes.

            
            

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