Capítulo 7

Patrick despertó. El dolor era un recuerdo sordo. Se sentía hueco, vacío. Miró por la ventana. El sol brillaba. Se oía música y risas a lo lejos.

Era el día de la boda.

Se levantó de la losa de piedra en la que lo habían dejado. El agujero en su pecho estaba extrañamente cerrado, una cicatriz horrible en su lugar. Estaba débil, pero decidido.

Caminó hasta el gran salón, donde el padre de Scarlett, un hombre imponente, supervisaba los preparativos.

"Vengo a cumplir el ritual", dijo Patrick. Su voz era un susurro áspero.

El hombre lo miró con desdén.

"¿El Camino de Vidrios Rotos? Estás medio muerto. No darás ni dos pasos".

"Es mi derecho", insistió Patrick.

El padre de Scarlett se encogió de hombros. "Como quieras. Tu funeral".

Extendieron un largo camino de terciopelo rojo desde el salón hasta las puertas de la finca. Sobre él, rompieron cientos de las botellas de vino más caras de la bodega Garcia. El cristal brillaba bajo el sol.

Patrick se quitó los zapatos. La música de la boda comenzó a sonar en la distancia.

Dio el primer paso. El cristal se hundió en la planta de su pie. El dolor era insoportable. Con cada paso, un recuerdo de Scarlett se desvanecía. Su sonrisa, su voz, el tacto de su piel. Cada corte era una liberación.

Dejó un rastro de sangre sobre los cristales. A mitad de camino, sus piernas temblaban. Estaba a punto de desplomarse.

En el balcón, Scarlett, vestida de novia, lo vio. Vio una figura ensangrentada y tambaleante. No lo reconoció. Frunció el ceño con disgusto y se volvió hacia Máximo, que ya estaba a su lado.

Patrick llegó al final del camino. Sus pies estaban destrozados. Se arrastró más allá de las puertas, dejando atrás la mansión, la música y diez años de su vida.

Antes de desaparecer en el camino, echó un último vistazo. Vio a Scarlett y Máximo besándose en el balcón. Cerró los ojos y se fue, sin mirar atrás.

Estaba libre.