Di media vuelta y corrí. No sé a dónde iba, solo necesitaba escapar de esa escena, de sus caras felices, del sonido de mi corazón rompiéndose en mil pedazos. Entré a mi casa, subí las escaleras a trompicones y me encerré en mi cuarto, azotando la puerta.
Me deslicé por la madera hasta quedar sentada en el suelo, abrazando mis rodillas. No lloré. El shock era demasiado grande, un nudo frío y pesado en el centro de mi pecho.
Mi madre tocó la puerta suavemente.
"Sofía, hija, ¿estás bien? ¿Qué pasó?"
No pude responder. ¿Qué le iba a decir? ¿Que el hombre al que amé en dos vidas me había traicionado por segunda vez? ¿Que nuestra historia de amor predestinado era una mentira que solo yo me había creído?
"Hija, por favor, ábreme."
Su voz sonaba preocupada, pero yo permanecí en silencio, escuchando sus pasos alejarse lentamente por el pasillo.
Sola en la penumbra de mi habitación, los recuerdos comenzaron a bombardearme, pero esta vez los veía con otros ojos. Recordé nuestra primera cita en la vida pasada, en una cafetería elegante. Él dijo que era para celebrar mi nuevo trabajo. Ahora me daba cuenta de que esa cafetería estaba justo enfrente de la fábrica donde María trabajaba en aquel entonces.
Recordé el concierto al que me llevó, de un artista que a mí no me gustaba mucho. Él insistió, diciendo que era una experiencia que no podíamos perdernos. Ahora recordaba una conversación oída al pasar, donde María le contaba a sus amigas lo mucho que amaba a ese cantante.
Cada recuerdo, cada momento que yo había atesorado como una prueba de su amor, ahora se revelaba como una pieza más de su obsesión por ella. Él no estaba construyendo una vida conmigo, estaba viviendo una vida paralela, deseando a otra mujer mientras estaba a mi lado.
La verdad me golpeó con una claridad dolorosa. Ricardo no renació para corregir nuestros errores. Renació para conseguir lo que no pudo en la vida anterior. En aquella vida, él era un simple obrero y María, la hija del dueño, inalcanzable. Pero con el conocimiento del futuro, con la ventaja de saber qué negocios prosperarían, ahora tenía el poder y el estatus para conquistarla.
Yo no era el amor de su vida. Era el plan B, la opción segura, la mujer que siempre estaría ahí mientras él perseguía su verdadero premio.
Y entonces, el llanto llegó. Un sollozo desgarrador que salió desde lo más profundo de mi alma. Lloré por la Sofía de la vida pasada, que murió creyendo en una promesa vacía. Lloré por la Sofía de esta vida, que pasó años esperando un amor que nunca fue suyo. Lloré por mi estupidez, por mi ceguera.
Lloré hasta que no me quedaron lágrimas, hasta que mi garganta ardió y mis ojos se hincharon. Lloré hasta que el agotamiento me venció y me quedé dormida en el suelo frío.
Desperté horas después, con el cuerpo adolorido y la cabeza palpitando. La casa estaba en silencio. Me levanté y me miré en el espejo. Tenía el rostro demacrado, los ojos rojos. Parecía una extraña.
Pero al ver mi reflejo, algo cambió. Detrás del dolor, vi una chispa de ira. Una ira fría y decidida. Y pensé en mi madre, en cómo me había apoyado en ambas vidas, en cómo siempre se preocupó por mí. No podía dejarme destruir por esto. No otra vez.
Me lavé la cara, me cambié de ropa y bajé las escaleras. El olor a café recién hecho llenaba la cocina.
Al día siguiente, volví a mi trabajo en la fábrica. Era un puesto de contabilidad simple, algo que había tomado mientras esperaba que Ricardo y yo empezáramos nuestra "nueva vida". Ahora, ese lugar se sentía como una jaula.
Las conversaciones en la oficina giraban en torno a un solo tema: la propuesta de Ricardo y María.
"¿Viste el anillo? ¡Dicen que costó una fortuna!"
"Ricardo es todo un caballero. La va a tratar como a una reina."
"Claro, con todo el dinero que está haciendo con esas computadoras raras. Quién lo hubiera dicho."
Cada palabra era un tormento. Pero la peor parte fue escuchar a una de las compañeras de María, que trabajaba en el mismo departamento que yo.
"María está tan feliz" , contaba con una sonrisa. "Dice que Ricardo es el hombre más romántico del mundo. El fin de semana la va a llevar a Acapulco en un vuelo privado. ¡Un vuelo privado! Y le compró un coche nuevo solo porque a ella le gustó el color."
Me quedé helada. Recordé todas las veces que en nuestra vida anterior le pedí que fuéramos a la playa, cualquier playa, y él siempre decía que no había dinero, que era un gasto innecesario. Recordé cómo tuve que ahorrar durante meses para dar el enganche de nuestro viejo coche de segunda mano.
No era que Ricardo no supiera ser romántico o generoso. Simplemente, no quería serlo conmigo.
Esa fue la última gota. La última ilusión que se rompió. El dolor se transformó en una claridad helada. No había nada que salvar, nada que lamentar. Solo había una mentira.
La emoción por la boda del año fue la comidilla de la fábrica durante semanas, pero poco a poco, la gente encontró nuevos temas de qué hablar. Para mí, ese tiempo fue un borrón. Iba a trabajar, volvía a casa, comía y dormía. Funcionaba en automático.
Pero bajo esa superficie de apatía, algo estaba creciendo. Una determinación. No iba a ser la víctima en esta historia. No iba a dejar que él definiera mi vida, ni esta ni la anterior.
Si él usó su conocimiento del futuro para conseguir a la chica de sus sueños, yo usaría el mío para construir el mío.