Alina hizo una pausa. Thompson y Hayes eran sus vicepresidentes senior, ambos hombres de unos cincuenta años. ¿Pero Robles?
-¿Quién es Robles? -preguntó, un pequeño nudo de inquietud apretándose en su estómago. En los dos años que llevaban juntos, Ricardo nunca había tenido a una mujer en su círculo profesional cercano. Dijo que era "más limpio" de esa manera.
Ricardo finalmente levantó la vista, una extraña luz en sus ojos.
-Karla Robles. La nueva becaria. Es... brillante. Diferente.
El nudo en su estómago se apretó.
-¿La vas a llevar a Valle de Bravo? ¿Solo tú y dos socios senior?
Él se encogió de hombros, despectivo.
-Es trabajo, Alina. No seas dramática. Sabes cómo funciona este mundo. Los contactos lo son todo para una chica como ella. -Luego sonrió, esa sonrisa encantadora y desarmante que solía derretirla-. Además, eres a quien vuelvo a casa. Serás la futura Sra. de la Vega. Eso es todo lo que importa.
Quería creerle. Se aferró a esa promesa, a ese futuro que él pintaba tan hermosamente. Así que se tragó su dolor y no dijo nada. Se dijo a sí misma que era solo un interés pasajero. Un juego de hombre rico.
Pero no lo era.
La becaria "brillante" se convirtió en una presencia permanente. Al principio, eran cosas pequeñas. Ricardo mencionaba la idea inteligente de Karla en una reunión, o se reía de un chiste que Karla contaba. Luego, Karla comenzó a aparecer en cenas, en eventos, siempre al lado de Ricardo, con los ojos llenos de adoración por él y un triunfo apenas velado cuando miraba a Alina.
Los susurros comenzaron. Alina se convirtió en "la vieja", la de mientras. Karla era la nueva y emocionante favorita.
Una noche, Alina los encontró en la biblioteca. Karla estaba sentada en el brazo del sillón de Ricardo, con la mano apoyada en su hombro. Reían íntimamente. Alina se sintió como una intrusa en su propia casa.
-Ricardo -dijo más tarde esa noche, con la voz temblorosa-. Lo prometiste. Prometiste que solo era yo.
-Y lo es -dijo él, sin mirarla a los ojos.
-Entonces déjala ir -suplicó Alina-. Despídela. Transfiérela. Le encontraré otro trabajo, uno mejor, lo juro. Solo aléjala de nosotros.
El rostro de Ricardo se endureció. Sus ojos, una vez llenos de pasión por ella, se convirtieron en fríos y duros trozos de hielo.
-No te atrevas a decirme qué hacer, Alina. Y no te atrevas a amenazar la carrera de Karla. Cualquiera que hable mal de ella descubrirá lo que es no tener nada.
Se inclinó más cerca, su voz bajando a un susurro aterrador.
-Y si insistes con esto, me aseguraré de que David termine en una institución pública tan inmunda que no dejarías ni a una rata vivir ahí. ¿Me entiendes?
La amenaza quedó suspendida en el aire, asfixiándola. Estaba atando el destino de David a su silencio.
A partir de ese día, comenzó la crueldad. Fue lenta al principio, luego escaló con un impulso aterrador. Siempre estaba ligada a Karla. Si Karla se quejaba de que Alina era fría con ella, la música relajante favorita de David era reemplazada por un ruido estridente durante una hora. Si Karla quería una nueva bolsa de diseñador que Alina tenía, Ricardo hacía que Alina se la diera, y luego veía cómo Karla "accidentalmente" derramaba vino sobre ella.
Se convirtió en un juego enfermo y retorcido. Ricardo usaba los deseos de Karla para atormentar a Alina, y Karla, deleitándose en su poder, se volvía cada vez más exigente en sus quejas.
El incidente con la sala sensorial fue solo el último y más brutal giro.
Después de que Ricardo se fue, Alina corrió hacia el monitor, con las manos temblando. David todavía estaba acurrucado en una bola, pero su respiración se estaba calmando.
Tenía que sacarlo de allí. Tenía que sacarlos a ambos.
Al día siguiente, mientras Ricardo estaba en una reunión, llevó a David al hospital para un chequeo. El rostro del médico era sombrío.
-El estrés está agravando su condición, señorita Montes -dijo el médico con delicadeza-. Su corazón muestra signos de tensión. La sobrecarga sensorial que describió... es extremadamente peligrosa para él. Necesita un entorno estable y tranquilo. Hay clínicas especializadas en el extranjero, en Suiza, que han mostrado resultados increíbles con casos como el suyo.
Suiza. Se sentía tan lejos como la luna. ¿Cómo podría escapar del alcance de Ricardo? Tenía ojos y oídos en todas partes. Una vez la había localizado en una cafetería a unas cuadras del penthouse solo porque había olvidado su teléfono. Su control era absoluto.
Derrotada, caminó por el pasillo del hospital. Y entonces los vio.
Ricardo estaba de pie fuera de una habitación privada, y acurrucada en sus brazos, llorando dramáticamente, estaba Karla.