-¿Puedes creerlo, Damián? -la voz de Ximena era vertiginosa-. ¡Tu publicación me consiguió un millón de seguidores nuevos! ¡Todos me creen!
-Deberían -dijo Damián, sin levantar la vista de su computadora-. Era tu trabajo.
-Lo era, ¿verdad? -rió Ximena-. Esa estúpida de Sofía. Probablemente ni siquiera lo diseñó ella misma. Solo le pagó a alguien para que lo hiciera.
Sofía empujó la puerta con tanta fuerza que se estrelló contra la pared.
Ambos levantaron la vista, sorprendidos.
-Tú -dijo Sofía, su voz peligrosamente baja, sus ojos fijos en Ximena-. No tienes suficiente talento para diseñar una servilleta, y mucho menos una colección entera.
Entró en la habitación.
-Robaste mis archivos. Eres una ladrona y una mentirosa.
Damián se puso de pie en un instante, moviéndose para pararse protectoramente frente a Ximena.
-Sofía, ¿qué demonios estás haciendo aquí?
-Su empresa es la que plagió, y tiene el descaro de venir aquí a hacer una escena -dijo, su voz goteando desdén.
-¡Yo no plagié! -la voz de Sofía era aguda-. ¡Esos son mis diseños, el trabajo duro de mi equipo, y lo sabes!
Ximena comenzó a sollozar, sus ojos llenándose de lágrimas falsas.
-Damián, me está asustando. Nunca la he visto diseñar nada. Su estilo es tan... comercial. El mío es arte.
Miró a Damián, su labio inferior temblando.
-Me crees, ¿verdad? ¿Me apoyarás?
-Por supuesto -dijo Damián sin dudarlo un momento. Se volvió hacia Sofía, su rostro una máscara de frío desdén-. A menos que tengas pruebas, lárgate. O haré que seguridad te saque.
-Contrataré a los mejores abogados para Ximena -agregó-. Te contrademandaremos por difamación.
Sofía lo miró, al hombre que una vez había amado, de pie defendiendo a la mujer que estaba destruyendo sistemáticamente su vida. Ya no sentía dolor. No sentía nada. Un vasto y vacío abismo.
-Bien -dijo, su voz dura como el acero-. ¿Quieres una pelea? La tendrás. Protegeré a mi empresa y a mi equipo, y los veré a ambos en los tribunales.
Se dio la vuelta y salió, con la espalda recta, la cabeza en alto.
Las consecuencias fueron inmediatas y brutales. Internet era un pozo negro de odio dirigido hacia ella y LUZ.
¡QUÉ VERGÜENZA, LUZ!
¡Ladrones! ¡Ojalá se vayan a la quiebra!
¡Gracias a Dios por Damián Valdés, que expone a esta fraude!
En cuestión de horas, las cuentas de redes sociales de LUZ fueron suspendidas debido a denuncias masivas. El sitio web de la empresa fue cerrado.
Luego vino la declaración oficial de Valdés Corp. No solo apoyaban a Ximena Montes, sino que le ofrecían un puesto exclusivo como diseñadora interna.
Con el peso del nombre Valdés detrás de la acusación, la industria se volvió en su contra. Los abogados se negaron a tomar su caso. Los socios minoristas cancelaron sus pedidos. Las acciones de la empresa se desplomaron, cayendo en picada hacia la bancarrota.
Sofía se sentó sola en su oficina vacía, viendo cómo el imperio que había construido se convertía en polvo. Sabía que era Damián. Él estaba moviendo los hilos, usando su inmenso poder para aplastarla.
Había sido cruel antes, pero nunca así. Nunca con una intención tan enfocada y destructiva.
Lo estaba haciendo por Ximena. Para protegerla, para defenderla, estaba dispuesto a aniquilar el trabajo de la vida de Sofía.
Quería destruirla.