Sofía miró a Ximena, su expresión en blanco.
-Con permiso.
Ximena no se movió.
-Sabes, por un momento, casi pensé que tenías una oportunidad. Pero nunca fuiste rival para mí. Él me ama. Nunca te iba a amar a ti.
-Tu amor está construido sobre su cuenta bancaria -respondió Sofía, su voz desprovista de emoción-. Eres un canario en una jaula de oro. Una mascota muy cara. Pero una mascota es todo lo que serás.
Comenzó a pasar de largo.
Ximena la agarró de la muñeca, sus uñas clavándose en la piel de Sofía.
-¡Nunca te amará! -siseó, su rostro contorsionado por los celos.
Sofía intentó soltar su brazo, pero Ximena la sujetó con fuerza. Lucharon por un momento, una danza torpe y desesperada de odio. Sus pies se enredaron y perdieron el equilibrio, cayendo juntas sobre la barandilla baja del pasillo y al agua fría y oscura del lago artificial junto al edificio.
El shock del agua helada fue una sacudida para su sistema. Pero fue el agua misma lo que envió una oleada de puro terror a través de ella. Un accidente de la infancia, un casi ahogamiento, la había dejado con un miedo profundo y paralizante al agua.
Se agitó, ahogándose, sus pulmones ardiendo.
-¡Ayuda! -jadeó, pero el agua llenó su boca.
Vio una figura zambullirse en el lago. Damián. Había estado cerca. Por un segundo, una chispa de esperanza se encendió.
Pero nadó justo a su lado.
Alcanzó a Ximena, que chapoteaba y gritaba dramáticamente, y la tomó en sus brazos, nadando con brazadas poderosas hacia la orilla.
Depositó a una Ximena que tosía en el césped. Ella inmediatamente comenzó a llorar.
-¡Intentó ahogarme, Damián! ¡Me arrastró con ella!
-Está bien -murmuró él, limpiando el agua del rostro de Ximena-. Ya te tengo.
Miró por encima del hombro a Sofía, que luchaba por mantenerse a flote, sus fuerzas fallando.
-Tú te lo buscaste -dijo, su voz fría y distante.
Luego le dio la espalda, envolviendo a Ximena con su chaqueta, y se la llevó.
El corazón de Sofía, que pensó que no podía romperse más, se hizo añicos en un millón de pedazos. La estaba dejando morir.
Su última pizca de fuerza se agotó. Se hundió bajo la superficie, el agua oscura cerrándose sobre su cabeza.
Se despertó en una cama de hospital. De nuevo. Se estaba convirtiendo en una vista deprimentemente familiar.
-Tiene mucha suerte -le dijo el doctor-. Un corredor la vio hundirse y la sacó. Unos segundos más y habría sido demasiado tarde.
El doctor miró su expediente.
-Necesitamos contactar a su familiar más cercano. ¿Sus padres?
-Están fuera del país -mintió Sofía. No quería preocuparlos.
-¿Su novio, entonces? ¿Su prometido?
Dudó, un sabor amargo en la boca.
-Él... también está fuera del país.
Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y Damián entró.
-¿Fuera del país? -preguntó, su voz cargada de sarcasmo-. ¿Por qué mientes, Sofía?
Ella sostuvo su mirada, sus propios ojos tan fríos como el agua del lago.
-Pronto descubrirás que nunca miento, Damián.
Él ignoró sus palabras.
-Mi padre llamó. Las invitaciones para tu gala de cumpleaños ya se enviaron. Quiere que te recuerde que no causes una escena. Los nombres Garza y Valdés están en juego.
-¿Una escena? -repitió ella, su voz un monótono plano-. ¿Qué tipo de escena podría causar? -Le dio una sonrisa sin humor-. ¿Tienes miedo de que suba al escenario y te ruegue que te cases conmigo?
-Solo compórtate -advirtió, luego se dio la vuelta y se fue.