De Heredera a Desesperada
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7
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Capítulo 7

La notificación final llegó por correo electrónico: LUZ era insolvente. La empresa en la que había vertido su alma había desaparecido.

Pasó el día asegurándose de que sus empleados estuvieran atendidos, organizando paquetes de indemnización que pagó de su propio bolsillo. Eran leales y no se merecían esto.

Agotada y vacía, se fue a casa.

Ximena la esperaba en la sala de estar, con una sonrisa triunfante en el rostro. En sus manos tenía una pila de los bocetos de diseño originales de Sofía, las copias físicas de su estudio en casa.

Con una lentitud deliberada y teatral, Ximena comenzó a rasgarlos por la mitad, dejando que los pedazos revolotearan hasta el suelo como confeti.

-¿Ves? -dijo Ximena, su voz cargada de veneno-. Te lo dije. Siempre gano.

Lanzó el último puñado de papel triturado directamente a la cara de Sofía. Un borde afilado del papel grueso cortó la mejilla de Sofía, y una gota de sangre brotó.

Algo dentro de Sofía se rompió. Los años de humillación, las golpizas, las traiciones, todo culminó en un único y explosivo momento.

Abofeteó a Ximena, con fuerza.

Ximena retrocedió tambaleándose, con una expresión de shock en su rostro. Luego, su expresión se torció en una de alegría maliciosa. Se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación, gritando.

-¡Damián! ¡Ayúdame! ¡Me pegó!

Sofía no se movió. Se quedó de pie entre las ruinas de su trabajo, esperando.

Damián irrumpió, con Ximena sollozando a su lado. Vio la marca roja en la mejilla de Ximena y el corte en la de Sofía. No necesitó preguntar qué había pasado. Ya había elegido su bando.

-Simplemente no puedes parar, ¿verdad? -gruñó-. Lo has perdido todo, y sigues siendo esta perra arrogante y violenta.

Hizo un gesto a sus guardaespaldas, que lo habían seguido.

-Sujétenla.

Le inmovilizaron los brazos a la espalda.

-Ahora, Ximena -dijo Damián, su voz peligrosamente suave-. Puedes devolverle el golpe.

Sofía lo miró fijamente, sus ojos abiertos de incredulidad.

-Damián, no te atreverías.

Soltó una risa corta y fea.

-Pruébame. -Asintió a Ximena-. Adelante.

Ximena, después de un momento de fingida vacilación, dio un paso adelante y abofeteó a Sofía. Luego otra vez. Y otra. Cada golpe era una nueva ola de humillación. La cara de Sofía ardía, y el sabor metálico de la sangre llenó su boca.

Cuando Ximena terminó, Damián corrió a su lado, examinándole la mano.

-¿Te duele? Déjame ver. Deberíamos ponerle hielo.

Ni siquiera miró a Sofía, con la cara ahora hinchada y sangrando. Simplemente se llevó a Ximena, murmurando palabras de consuelo.

Sofía los vio irse, y una risa brotó desde lo más profundo de su ser, un sonido salvaje y desconsolado.

Está bien, se dijo a sí misma, las palabras un mantra frenético. Cancela el compromiso. Todo terminará pronto.

No solo lo terminaría. Se convertiría en su enemiga. Su rival. Hasta el día de su muerte.

Al día siguiente, se mudó del penthouse que habían compartido. Empacó los pocos artículos personales que le quedaban y se fue sin decir una palabra.

Se mudó a una pequeña villa en las afueras de la ciudad, una propiedad en la que Mateo se había alojado cuando recién comenzaba.

El lugar tenía una gotera en el techo. Llamó a la administración de la propiedad para que la arreglaran.

En la oficina de administración, escuchó una conversación que la dejó helada.

-La señora Valdés es tan afortunada -le decía el agente al gerente-. Su esposo es tan generoso.

-Lo es -asintió el gerente-. Él mismo está supervisando toda la renovación. Dijo que quiere que todo sea perfecto para ella.

Sofía se quedó en silencio, escuchando, mientras ellos hablaban con entusiasmo sobre cómo Damián Valdés estaba diseñando personalmente una nueva casa para su amada futura esposa, Ximena. Cada detalle, cada elección, manejado con amoroso cuidado.

Para Ximena, construiría un palacio. Para Sofía, ni siquiera se molestaba en arreglar una gotera.

Los últimos restos de su tonto y obstinado corazón se convirtieron en polvo. Era hora de dejar de sufrir. Era hora de empezar a contraatacar.

Cuando se dio la vuelta para irse, Ximena le bloqueó el paso, con una sonrisa engreída y victoriosa en el rostro.

-¿Vas a alguna parte? -preguntó Ximena, su voz goteando desprecio-. ¿Huyendo ahora que lo has perdido todo?

            
            

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