Quince Años, Luego Una Foto
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Capítulo 6

Sus mensajes siguieron llegando, un bombardeo implacable de veneno.

"Esta noche me lleva a cenar a tu lugar favorito. Para celebrar".

"Dice que nunca ha sido más feliz. Hablamos de nombres para el bebé".

"Finalmente se dio cuenta de la perra fría y aburrida que eres. Se acabó, Elena. Ríndete".

No respondí. Solo miré la pantalla, las palabras se volvieron un revoltijo sin sentido. El dolor se había ido, reemplazado por un vacío vasto y frío.

Conduje directamente a la oficina de mi abogada.

Laura era un tiburón en un traje de diseñador. Había manejado mi acuerdo prenupcial años atrás.

-Quiero solicitar el divorcio -dije, sentada en la lujosa silla de cuero frente a su escritorio.

No pareció sorprendida. -¿Infidelidad?

-Y mucho más -dije. Le conté todo. La asistente. El embarazo. Las mentiras.

-Y no quiero nada -dije-. Ni un solo centavo.

Sus cejas se dispararon. -Elena, el acuerdo prenupcial es sólido como una roca, pero aun así tienes derecho a una compensación significativa. Estamos hablando de cientos de millones.

-No quiero su dinero -dije-. Quiero ser libre. Quiero desaparecer.

Le conté mi plan. El cambio de nombre. La nueva vida.

Escuchó, su expresión indescifrable. Cuando terminé, se reclinó en su silla. -Es audaz. Es limpio. Pero él luchará.

-Lo sé -dije-. Por eso necesito los papeles del divorcio listos. Pero no los presentes todavía.

Asintió, entendiendo. -Un regalo de despedida.

-Exactamente.

Salí de su oficina con un grueso sobre manila en mi bolso. La demanda de divorcio. Firmada, sellada y lista.

Damián me llamó esa noche.

-¡Hola, nena! ¿Dónde estás?

-Con unas amigas -mentí.

-Ah. Ok. -Sonaba decepcionado-. Iba a ir a casa, pero la mamá de Jimena empeoró. Creo que debería quedarme aquí, en el hospital.

El hospital. Claro.

-Haz lo que tengas que hacer -dije, mi voz plana.

-Te lo compensaré, lo prometo -dijo-. Te amo.

-Lo sé -dije, y colgué.

Las mentiras ya ni siquiera dolían. Eran solo... ruido.

Lo llamé de vuelta unos minutos después.

-¿Eli? ¿Todo bien?

-Solo estaba pensando -dije-. Si alguna vez me engañaras, me iría. Simplemente... me alejaría y nunca miraría atrás.

Se rio. Un ladrido corto y arrogante. -No seas ridícula. Nunca me dejarías. No podrías. ¿A dónde irías?

Mi nuevo pasaporte, guardado de forma segura en mi bolso, se sintió cálido contra mis dedos. Esperanza Solís. Ella podía ir a cualquier parte.

-Soy más ingeniosa de lo que crees -dije.

-¿Es eso un desafío? -preguntó, su voz teñida de diversión.

-Quizás -dije.

-Muy bien, jugaré -dijo-. Intenta dejarme. Veamos qué tan lejos llegas.

Sonreí. Una sonrisa real, por primera vez en días. -Que empiece el juego, Damián.

                         

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