-No tienes que ir, cariño -dijo mi mamá, apoyada en el marco de mi puerta. Sus ojos estaban tristes. Ella y papá se habían puesto furiosos cuando llegué a casa ensangrentada. Ya estaban hablando de transferirse a la sucursal de la costa este del negocio familiar.
-Tengo que ir -dije, aplicando una capa de lápiz labial rojo sangre-. Si no voy, ellos ganan. Pensarán que me estoy escondiendo.
No me estaba escondiendo. Me estaba despidiendo.
La fiesta era en la casa de la manada. Las hogueras rugían en el patio trasero, enviando chispas al cielo nocturno. El aire olía a carne asada, cerveza y hormonas cambiantes.
Cuando entré, la conversación murió. Los susurros me siguieron como humo.
*Es ella.*
*La rechazada.*
*¿De verdad empujó a Catalina?*
Mantuve la cabeza alta. Agarré un refresco y me paré junto a un árbol, viendo a los lobos bailar.
Javi estaba allí, por supuesto. Estaba sentado en un trono improvisado de fardos de heno, sosteniendo una cerveza. Catalina estaba en su regazo. Llevaba un vestido que se parecía sospechosamente al que yo le había señalado a Javi en una revista hace meses.
Él me vio. Sus ojos se entrecerraron. Le susurró algo a Catalina, y ella se rió.
Entonces, comenzaron los juegos.
-¡Verdad o Reto! -gritó alguien.
Era una tradición de la manada. Pero con un Heredero Alfa involucrado, nunca era solo un juego. Era una demostración de poder.
Catalina giró la botella. Aterrizó en ella.
-Reto -ronroneó.
-Te reto... -se rió una hembra Gamma-, a besar al macho más fuerte aquí.
Estaba guionado. Estaba tan obviamente preparado que era patético.
Catalina se levantó y se contoneó hacia Javi. Pero antes de besarlo, se giró para mirarme.
-¿Te importa, Ellie? -preguntó, su voz goteando dulzura falsa-. Digo, técnicamente, ustedes fueron... algo. Alguna vez.
El círculo se quedó en silencio. Todos esperaban que llorara, que gritara, que corriera.
Tomé un sorbo de mi refresco. -¿Por qué me importaría? -dije, con voz firme-. Como Omega, no tengo derecho a interferir con las elecciones de un Alfa. Si él quiere una Beta, ese es su asunto.
El insulto aterrizó. A los lobos les importaban los linajes. Llamar a su elección una degradación era una bofetada en la cara.
Javi se levantó abruptamente. La atmósfera juguetona se desvaneció.
Liberó sus feromonas.
No fue un comando esta vez. Fue pura y cruda dominancia. El olor a ozono y madera quemada inundó el claro. Era un peso opresivo, diseñado para forzar la sumisión.
A mi alrededor, los lobos bajaron la cabeza. Algunos de los más jóvenes cayeron de rodillas, exponiendo sus cuellos instintivamente.
Javi me fulminó con la mirada, sus ojos brillando en ámbar. Quería que me inclinara. Quería que me rompiera.
-Crees que eres lista -gruñó Javi, pasando por encima de las personas arrodilladas en la hierba-. ¿Crees que eres mejor que ella?
Agarró a Catalina por la cintura y la pegó contra él.
-Ella es fuerte -anunció Javi a la manada-. Es una guerrera. Es digna de ser una Luna. -Me miró con puro desdén-. Tú no eres nada, Eliana. Eres una vasija rota. Ni siquiera puedes transformarte.
Estampó sus labios contra los de Catalina.
Fue agresivo, posesivo y performativo.
La manada vitoreó, aliviada de que la ira del Alfa estuviera dirigida a mí y no a ellos.
Sentí el vínculo dentro de mí gritar. Fue agonizante, como si me arrancaran un gancho del pecho. Pero no me arrodillé.
Me mantuve erguida. Mi columna era de acero.
Las feromonas me bañaron, tratando de aplastarme, pero me sentí... desconectada. Era como si estuviera viendo una película de la vida de otra persona.
Javi se apartó, sin aliento, esperando verme en el suelo, llorando.
En cambio, yo estaba mirando mi reloj.
-¿Terminaste? -pregunté.
Sus ojos ámbar se abrieron de par en par. La conmoción en su rostro fue casi satisfactoria.
-Porque tengo que empacar -continué-. Disfruta de tu Beta, Javi. Espero que valga la pena.
Le di la espalda al Heredero Alfa. Me alejé del fuego, hacia la oscuridad.
Mi corazón ya no dolía. Estaba muerto. Y no puedes matar algo que ya está muerto.