El Arrepentimiento del Alfa: Perdió a su Loba Blanca Predestinada
img img El Arrepentimiento del Alfa: Perdió a su Loba Blanca Predestinada img Capítulo 4
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Capítulo 4

POV de Eliana:

Necesitaba respirar. El aire cerca de la hoguera había estado denso con la dominancia de Javi, y me dejó un sabor metálico en la boca.

Me metí en la casa de la manada, buscando el santuario del baño de invitados. Solo necesitaba agua fría en la cara antes de conducir a casa.

Al pasar por la biblioteca, escuché voces.

-Fuiste brutal allá afuera, hermano.

Era Mason, el Beta y mejor amigo de Javi.

-Necesitaba aprender su lugar -respondió la voz de Javi. Sonaba aburrido-. Se ha estado aferrando a mí desde que éramos niños. Es asfixiante.

Me congelé. Sabía que debía seguir caminando, pero mis pies estaban clavados en el lugar.

-¿Pero Catalina? -preguntó Mason-. ¿En serio? Pensé que habías dicho que era molesta.

-Lo es -se rió Javi, el sonido tenso-. Pero mírala, Mason. Es la capitana del equipo de natación. Tiene curvas en los lugares correctos. Encaja con la imagen. Eliana... Eliana es solo equipaje.

Me tapé la boca con la mano para ahogar un grito ahogado.

-Entonces, ¿no vas a rechazar a Ellie de verdad? -presionó Mason.

-No necesito hacerlo -se burló Javi-. Déjala que se cocine en su jugo. Es demasiado orgullosa, pero es débil. Dale dos semanas. Una vez que se dé cuenta de que no es nada sin la protección de la manada, volverá arrastrándose. No puedo hacerla Luna si no puede transformarse, pero no la voy a dejar ir. Es mía para conservarla.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral que no tenía nada que ver con la temperatura.

No solo estaba eligiendo a otra persona. Me estaba acaparando. Quería el juguete nuevo y brillante *y* la vieja manta de seguridad.

-Intercepté su correo, por cierto -añadió Javi casualmente-. ¿Esa carta de aceptación de la Academia de Artes? La tengo en mi escritorio. Ella no va a ir a ninguna parte.

Furia.

Por primera vez en mi vida, no sentí tristeza ni miedo cuando se trataba de Javi. Sentí pura rabia al rojo vivo.

No pensé. Pateé la puerta para abrirla.

Javi y Mason saltaron. Javi estaba sentado en el borde del escritorio de caoba, sosteniendo un sobre arrugado. *Mi* sobre.

-Eliana -dijo Javi, recuperándose rápidamente. Sonrió con suficiencia-. ¿Escuchando a escondidas? Eso es de mala educación.

-Dámelo -dije. Mi voz era baja, vibrando con un gruñido que no sabía que poseía.

Javi balanceó la carta entre dos dedos. -¿Esto? No necesitas esto. Perteneces aquí. Con la manada. Conmigo.

-No soy un juguete, Javi. Y ciertamente no soy tuya.

Caminé hacia adelante. Mason se hizo a un lado, luciendo incómodo. Sabía que esto estaba mal.

Los ojos de Javi destellaron. -Soy tu futuro Alfa. Haces lo que yo digo.

-Dame. La. Carta.

-¡Siéntate, Eliana!

Usó el Comando Alfa de nuevo. Se estrelló en la habitación, haciendo vibrar los cristales de las ventanas. Mason cayó instantáneamente en una silla, con la cabeza gacha, forzado a obedecer.

Sentí el comando golpearme. Fue como una ola física. Pero esta vez... se sintió diferente.

Se sintió como una sugerencia, no una orden.

No me senté.

Di otro paso.

La expresión engreída de Javi vaciló. Miró a Mason, que estaba incapacitado, y luego a mí, de pie y erguida.

-Cómo... -susurró-. ¿Por qué no te estás sentando?

No lo sabía. Tal vez mi loba finalmente estaba despertando. Tal vez estaba demasiado enojada para que me importara la biología.

Le arrebaté la carta de la mano. Estaba demasiado aturdido para detenerme.

-¿Crees que puedes romperme? -siseé, inclinándome hacia su cara-. Acabas de liberarme.

De repente, un grito desgarrador resonó desde afuera.

-¡Solitario! ¡Solitario en el perímetro!

Era la voz de Catalina.

La cabeza de Javi se giró hacia la ventana. El instinto de proteger a la manada -y a su preciosa novia falsa- anuló su confusión sobre mí.

-Quédate aquí -ordenó, aunque su voz carecía del poder de comando esta vez.

Salió disparado de la habitación, Mason luchando por seguirlo.

Me quedé sola en la biblioteca, aferrando mi carta de aceptación arrugada.

Miré por la ventana. No había ningún solitario. Podía ver a Catalina cerca de la línea de árboles, revisándose las uñas, esperando a que llegara su héroe. Otra mentira. Otro juego.

Alisé la carta.

*Academia de Artes de la Ciudad de México. Semestre de Otoño.*

-Dos semanas -había dicho. Pensó que volvería arrastrándome en dos semanas.

No estaría aquí ni en dos días.

            
            

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