Victoria POV:
El dolor punzante en mi cabeza me despertó. Abrí los ojos, la luz blanca del techo de la habitación del hospital me cegó. Una enfermera sonrió amablemente.
"Señora Ferrero, se ha despertado. Lleva un día con fiebre muy alta."
"¿Franco?" pregunté, mi voz áspera.
"Su esposo estuvo aquí toda la noche," respondió la enfermera. "Pero recibió una llamada de emergencia y tuvo que irse hace una hora. Dijo que volvería en cuanto terminara."
Una risa amarga escapó de mis labios. Claro, una "emergencia".
"¿Quiere que le avise que ha despertado?"
"No, gracias," respondí con frialdad. "No es necesario."
La enfermera asintió y salió, dejando el silencio inquietante de la habitación. Escuché la voz de Franco en el pasillo, su tono alegre, lleno de una felicidad que no me pertenecía. Se alejó.
Me levanté de la cama, mi cuerpo débil y tembloroso. Me puse una bata y salí de la habitación, siguiéndolo. Lo vi en la distancia, su silueta inconfundible. Estaba saliendo de la sección de ginecología y obstetricia.
Y no estaba solo. Rubí Amaya, con una sonrisa radiante, se apoyaba en su brazo. Ambos lucían felices. Demasiado felices.
Rubí me vio. Sus ojos se abrieron en un falso asombro. "¡Oh, Victoria! ¡Qué sorpresa!" Su voz era dulce, pero sus ojos brillaban con una malicia que me revolvió el estómago.
Franco se tensó. Su sonrisa se desvaneció. Soltó a Rubí bruscamente. "¡Victoria! ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien?" Su rostro era una máscara de preocupación.
"Solo... pasaba por aquí," respondí, mi mirada fija en el vientre de Rubí. Sentí un nudo en la garganta. "Dime, Rubí, ¿cuántos meses tienes? ¿Y quién es el padre?"
Rubí acarició su vientre, su sonrisa se amplió. "¡Un mes, Victoria! Y el padre... bueno, él es un hombre muy ocupado. No pudo venir hoy, pero está muy contento."
Luego, con una sonrisa triunfal, añadió: "Me ha regalado una mansión en las afueras y una buena suma de dinero. Esta noche, habrá fuegos artificiales para celebrar."
Miré a Rubí, mi corazón en pedazos. Falsedad. Todo es falsedad. Una sonrisa amarga se dibujó en mis labios.
Ella se rió. "Victoria, deberíamos cenar juntas. Invita a tu esposo también. Será divertido."
Franco, con el rostro lívido, la interrumpió de inmediato. "¡Rubí! ¡Basta! Ella es solo una modelo que contraté para mi empresa."
Rubí lo miró, herida. Las lágrimas brotaron de sus ojos. "¡Franco! ¿Cómo puedes decir eso?" Salió corriendo. Franco dudó, pero mi mirada lo detuvo.
Me fui a casa, mi cuerpo dolorido y mi corazón aún más. Franco me dejó en la mansión y se encerró en su estudio, alegando "trabajo urgente."
Minutos después, mi teléfono vibró. Un mensaje de Rubí. Una foto de una prueba de embarazo positiva. "Es de Franco," decía el mensaje. "Y no creas que no te he visto. Él me amó en tu cama. En tu ducha. En tu cocina."
Respiré hondo, tratando de contener la rabia. No vale la pena. Ya me voy.
Justo cuando estaba a punto de apagar el teléfono, sentí los brazos de Franco alrededor de mi cintura. "Mi amor," susurró. "¿Qué estás viendo?"
Apagué la pantalla. Él no vio nada.