Capítulo 2 : Fe en mí mismo

Cesar estaciono a lado de las decenas de carros y camionetas de lujo.

La enorme fuente con agua tenía una alta estatua hecha de oro de un hombre cargando el mundo con confeti metálico por doquier.

Atlas no estaría contento de ver en lo que se había convertido el mundo, pensó Fausto subiendo los anchos escalones de piedra blanca.

En la amplia entrada de madera y cristal Vladimir Kuzlov lo esperaba con dos copas de champagne.

-El colombiano casi entra en pelotas a la fiesta, espero que no me estés volteando la tortilla Fausto- la voz de Vladimir tenía un imperceptible acento en ella.

Fausto rodó los ojos aceptando la bebida de Vladimir. -Cierra el pico; mañana tenemos trabajo así que disfrutemos todo lo que se pueda hoy- Fausto le respondió y después paso uno de sus brazos sobre los hombros del hombre de piel blanca y cabello rubio rizado corto. Ambos tenían la misma gran altura, incluso se podría decir que Vladimir era aún más alto con esos despeinados rulos rubios.

Cesar se quedó detrás de ellos silenciosamente. Cómo Fausto quería que lo hiciera siempre. Qué estuviera callado sin intervenir en su manera de hacer dinero.

- ¡No se diga más! - Vladimir dijo en voz alta sacudiendo a Fausto con la fuerza de su cuerpo hacia su propia fiesta.

La extensión de la mano izquierda de Fausto por órdenes de su padre, Cesar. Era el más centrado y callado de su equipo; ofrecía siempre ideas pacíficas y estrategias libres de muertes, se encargaba de organizar las reuniones del cartel con sus aliados nacionales y de proveer todo lo que su hermano mayor necesitará en un chasquido de dedos.

Cesar era todo lo contrario al completo izquierdo brazo del cartel de los Villanueva; el nacido ruso Vladimir Koslov Volkov tenía la misma edad de Fausto. Era el sicario más violento e inteligente que Fausto había conocido en su corta vida y también uno de sus mejores amigos desde la adolescencia. "El ruso" era el más respetado y temido solo debajo del emperador.

Públicamente se había comenzado a correr el rumor de que "El ruso" ahora gobernaba el cartel de los Villanueva, pero a Fausto le tenía sin cuidado lo que se mencionara en los medios de publicación insignificantes.

Su padre ya tenía programadas las sistemáticas caras nominas para las televisoras y medios más grandes del país. Eso claro, sin contar que el primogénito del gran capo Alejandro solía salir de fiesta con los hijos de los dueños responsables de la mierda que pasaban en la televisión con la cual lograban mantener como zombies a la mayoría de los mexicanos.

Nunca nadie había podido adivinar la verdadera identidad de quién era el orgullo del señor Alejandro de Villanueva ahora recluido cómodamente en el altiplano de Nayarit.

Los pisos blancos y negros como un tablero de ajedrez dejaron ver el reflejo de los poderosos hombres vestidos formalmente mientras se dirigían entre las cortinas de papel metálico hacia el enorme patio trasero al aire libre.

En las puertas traseras metálicas del lugar un mayordomo les relleno sus copas de Champagne Armand De Brignac y otro les tendió los puros cubanos recién cortados listos para ser encendidos.

Fausto tomo aire complacido ante la escena.

Para lo único que era buena su otra media hermana menor era para hacer fiestas. Lejos de eso, Victoria era inútil.

El amplio y fino toldo blanco tenía globos negros, dorados y plateados amarrados por todas las columnas creando paredes enteras de globos entrelazados entre sí, la piscina a un costado de la mansión tenía las luces azules prendidas y decenas de mujeres desnudas en ella. Algunas bailaban en el jacuzzi del cual salía espuma.

El resto del lugar estaba completamente alfombrado para la ocasión.

Fausto camino sobre la alfombra morada denegando con las manos las bandejas de plata que los meseros le extendían como si se tratase de joyas.

Caviar, finos quesos y jamones artesanales con galletas saladas hechas a mano.

En otras bandejas, chocolates Godiva los favoritos de Fausto en todas sus presentaciones se alzaron ante él haciéndole imposible a Fausto resistirse a uno de sus antojos favoritos.

Lo primero que vio Fausto entre la multitud de gente en las redondas mesas con mantelería de satín fue el centro del lugar, el cual tenía una genuina mesa de Póker con un pastel de veintisiete pisos haciendo énfasis en la edad que cumplía lleno de fondant negro con figuras de casino y fuentes de chocolate amargo a su alrededor.

El techo estaba lleno de enormes globos de helio metálicos con listones amarrados del mismo tono que hacían otra cortina sobre las cabezas de los invitados.

La gente se levantó de sus sillas vintage blancas para aplaudirle al hombre que hoy cumplía años.

Las bellas mujeres mayormente unos veinte años menores que sus parejas fueron más eufóricas para felicitar a Fausto de Villanueva.

Por supuesto no era algo que le importara al hombre de ojos verdes, él sabía que era encantador y que todas las mujeres matarían por un poco de su atención.

Fausto acepto manos de toda la gente alcohólica y drogada que se aparecía en su camino.

Habían osado empezar la fiesta sin el protagonista. Vaya que Ulises había tenido razón con eso.

Fausto analizo el resto de la escena. Las mesas con manteles rojos, negros y blancos tenían excéntricas cenas y pirámides de copas con Champagne siendo servidas por meseros personales en cada una de ellas.

Los regalos de Fausto estaban apilados al costado de la mesa de Póker. El hombre sabía que no había nada que lo podría sorprender dentro de estos, pero Fausto aun así se tomó la molestia de agradecer a la gente presente.

A los empresarios que le lavaban dinero y tenían sus propios intereses de por medio, a los políticos corruptos que lo trataban como rey con tal de que sus fondos monetarios no fueran cortados y sus vidas tampoco, a los dueños de esas cadenas de televisión basura la cual dejaban en la ignorancia al resto de la sociedad y, sobre todo, Fausto agradeció a sus amigos leales e internacionales que tenían negocios ilícitos como el suyo.

Aquellos que movían economías enteras desde la oscuridad.

Fausto amaba demostrar su poderío y aunque su media hermana menor no fuera totalmente de su agrado estaba agradecido de que Victoria supiera hacer fiestas de su digno calibre. Qué todos vieran el alcance de los Villanueva.

Los fuegos artificiales no tardaron en hacer presencia en medio del alcohol, el baile y las drogas para algunos.

El veinticuatro de diciembre nació una leyenda y no fue precisamente Jesús.

            
            

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