Capítulo 7 : País de nadie

Indra.

El rubio alzó el arma sobre mí; el sonido de los balazos me tapo los oídos unos segundos.

Obscuridad.

Eso era lo que reflejaba la sonrisa del hombre haciendo juego con los peligrosos ojos.

-Será mejor que te muevas si no quieres morir- me dijo el hombre con una voz tétricamente dura.

El grito huyó de mí; sin previo aviso el rubio me volvió a levantar por el brazo para poder bajar rápidamente a la primera planta del local donde cuatro jóvenes vestidos de negro y con diferentes armas aparecieron frente a él para protegerlo.

Vasos rotos por doquier, mesas tiradas y los cuerpos aterrorizados de las personas me cortaron la respiración.

El hombre bramo órdenes que yo no pude escuchar; miré como la mujer rubia que se notaba ahora mismo muy quitada de la pena era cargada en medio del caos por el enojado joven con el rostro lleno de pecas, al mismo tiempo que parecía regañarla.

El la metió a una camioneta negra sin placas que había tenido la osadía de subir los escalones de la entrada del antro en plena quinta avenida.

En los alrededores cercanos a la entrada principal del antro noté los cuerpos de varias personas tirados en incómodas posiciones, reconocí a tres de las mujeres que venían con la falsa rubia y a dos hombres de la mesa del rubio.

El cuerpo me tembló al comprender que estaba viendo cadáveres en pleno corazón turístico de la ciudad.

Todo había pasado en cuestión de minutos, solo minutos bastaron para arrebatarle la vida a estas personas.

La música finalmente se detuvo en medio del caos dando paso a los aterrados gritos de las demás personas. El sonido de los balazos retorno nada lejano a nosotros.

La camioneta que transportaba a la rubia huyo siendo cuidada por otras dos para darle paso a otra más que igualmente había subido las escaleras aplastando todo en el acto.

El rubio me tomo las mejillas con una mano aplastándolas en el acto fuertemente, mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡Cómo había jodido toda mi vida tan rápido!

-Será mejor que corras corazón, y por tu propio bien espero no te acuerdes de mi rostro- el hombre de ojos azules hablo de nuevo un poco más enojado hacia mí.

El sujeto me soltó el rostro y yo lo obedecí como jamás lo había hecho con nadie.

Mis tacones se resbalaron en medio de mi huida, caí de rodillas a un costado de la pista por la sangre... que salía de un turista muerto el cual aún tenía el cigarrillo encendido contra sus labios.

Mi grito sonó demasiado agudo cuando logré trotar entre las periqueras tiradas en búsqueda de una desesperada salida.

- ¡Indra rápido, aquí! - el aire volvió a entrar en mis pulmones cuando alcance a ver la cabeza de abundantes cabellos cafés oscuros de Pablo a través de las rejillas que conectaban al exterior de la quinta avenida.

Mis ojos comenzaron a sacar lagrimas mientras intentaba correr lo más rápido que podía lejos de ese infierno.

Las sirenas de policía comenzaron a sonar, pero no me atreví a voltear, en vez subí por encima de los muebles para luego intentar trepar los barandales de metal.

Pablo tomo mis manos entre las suyas para terminar de jalarme hacia el otro lado en medio de la histeria colectiva de gente que corría para todos lados y carros que habían entrado para rescatar a sus seres queridos en el área exclusiva de peatones.

Las plantas de los pies me ardieron al caer sobre las piedras de adorno afuera del antro.

Pablo tomo una de mis manos para hacer que corriéramos en medio del caos hacia un callejón que tenía salida del otro lado.

Mi respiración estaba sumamente agitada, nunca fui fanática de los deportes y mi pésima condición lo dejo ver mientras intentaba correr y no cojear detrás de Pablo.

Una camioneta Tahoma había aparecido al salir del callejón, la puerta se abrió aun con el transporte en movimiento, iba a gritar de nuevo, pero cuando vi la cabeza asustada de Gerry emerger viendo mis ropas manchadas de sangre me intenté calmar.

-Estoy bien- mentí al subir rápido quedando arriba de las piernas de Pablo.

Para mi asombro Juan era el que estaba detrás del volante, Valentina a su lado estaba sollozante mientras atendía una llamada telefónica.

Julieta estaba vomitando en una bolsa de plástico mientras una porrista llamada Belén le recogía el cabello, Gerry había quedado en la cajuela con Miguel.

- ¿Y los demás? - le susurre a Pablo aun asustada intentando limpiarme el rostro.

-Están bien, mis choferes los sacaron a tiempo, deben de estar reuniéndose en el camino con nosotros. Indra estas a salvo- me volvió a asegurar Pablo limpiándome las lágrimas de terror.

- ¿Qué paso? - le pregunte a Pablo aun atemorizada. Las proporciones de lo que yo había pensado que podían pasar en una escapada de antro con mis amigos se habían salido demasiado de control.

El negó aún con la respiración algo agitada.

-No tengo puta idea. No sabía que algún pesado estaba en la ciudad. ¡Esa gente hace lo que quiere sin pedirle permiso a nadie! - Pablo sonó frustrado y Juan que estaba más histérico que todos nosotros juntos, le respondió.

- ¡Te lo pregunte decenas de veces! ¡Alguien de nosotros pudo haber muerto y que hubiésemos hecho! ¡Maldita sea! - Valentina le suplico en medio de su aterrado llanto a Juan que se controlará.

Mire a su novio que golpeo el volante sacando toda su frustración y aunque no lo quisiera admitir; el miedo.

Pronto quedó atrás la quinta avenida.

Las calles mal iluminadas y llenas de grafiti nos envolvieron en un atajo que Gerry le había dado a Juan el cual dirigía el escape hasta que de nuevo salimos a una avenida lejos de ahí. Aun distantes, pude ver pasar las ambulancias y las patrullas repletas de policías.

En una de las avenidas de Playa del Carmen, se nos emparejaron dos camionetas. Julieta drogada y borracha chillo asustada a pesar de que Valentina y Belén la intentaron calmar diciéndole que era el resto de nuestro escuadrón de amigos.

Los policías federales que ahora custodiaban fuertemente armados la salida de la ciudad nos obligaron a detenernos.

Pablo se bajó rápido de la camioneta moviéndome con cuidado.

-Soy Pablo Vélez, hijo del gobernador- fue lo único que escuché porque Pablo cerró la puerta y nos dejó a todos envueltos en nuestros propios pensamientos.

Nadie hablo hasta que Pablo volvió a trepar en la camioneta, una patrulla se había colocado delante de nosotros y otra detrás de la camioneta que finalizaba nuestra caravana de jóvenes adultos.

Miré mi vestido lleno de manchas de sangre e inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas.

Cómo bien Juan dijo, alguien de nosotros pudo haber muerto. Pero el destino a nuestro favor les quitó la vida a otros inocentes.

Unos que como nosotros sólo habían salido a disfrutar de una noche de baile y fiesta.

-Hey...sabes que no hubiese dejado que nada te pasara Indra- Pablo susurro poniéndome una de sus manos sobre mi espalda mientras yo seguía llorando silenciosamente.

Pude haber muerto, me pudieron haber secuestrado, asesinado. Y mis papas se iban a enterar por medio de un periódico porque lo último que yo había dicho antes de marcharme fue una mentira. Una mentirilla blanca.

¿Con quién exactamente había estado? Dios mío... ni siquiera sabía el nombre del hombre con el que estuve la noche.

El sol ya había comenzado a salir cuando logramos llegar a la zona hotelera, todas las personas con las que venía habían mentido a sus padres acerca de que solo sería una fiesta y pijamada en casa de alguien más. Así que una supuesta fiesta en casa de mi mejor amiga pudo ser la causa de mi muerte o la de cualquiera de mis amigos.

Solté otro suspiro y luego me limpié el rostro lo mejor que pude cuando estacionamos.

Las patrullas permanecieron sobre la calle haciendo un operativo de seguridad en los alrededores.

Cuando Juan finalmente pudo abrir la puerta de la camioneta en medio de los temblores de sus manos, lo primero que hizo fue vomitar.

Gerry se quedó pegado a una de las paredes de la casa demasiado pálido, lo mire compartir palabras con sus otros amigos hasta que se terminaron abrazando fraternalmente.

Esta situación fue demasiado fuerte para todos. Cualquiera de nosotros pudo haber sido herido a muerte.

Julieta estaba hecha un caos de emociones. Ella, Valentina y Juan se perdieron tras las puertas de la casa para componer a la morena de las drogas, la borrachera y el terror de haber vivido esto.

Pablo soltó un suspiro abriendo la puerta de la camioneta y antes de que se bajara lo tome por un hombro. -Gracias Pablo...por no abandonarme- la voz se me corto.

Pablo me sonrió levemente antes de hablar.

-Se que soy un imbécil pero nunca abandonaría a mi mejor amiga en una maldita balacera, ¿Qué tan patán me crees Indra? - Pablo finalizo saliendo de la camioneta dejando la puerta entreabierta para mí.

Lo mire correr hacia Matilda la cual estaba hecha otro mar de llanto.

Deje que todos entraran a la casa porque la vergüenza me embargo de pronto.

Me quite los tacones llenos de manchas de sangre los cuales sabía que ya nunca más podría usar y tome grandes bocanadas de aire para poder calmarme; mire mi muñeca ahí donde habían quedado los moretones de la mano del peligroso hombre.

Mi IPhone vibro con un mensaje de mamá.

"Buenos días mi niña, espero ya te hayas levantado. Tu hermana ira a recogerte a casa de Val porque tenemos que terminar de adornar para la celebración de año nuevo y ya sabes que los hombres en esta casa brillan por su ausencia". Mami.

Las lágrimas volvieron a bajar por mis ojos involuntariamente.

Pude haber muerto y mi mamá ni siquiera lo sabría hasta este momento.

Me di una larga y fría ducha en el baño de Valentina para calmarme completamente. Pasadas las diez de la mañana baje con mi mochila, traía el vestido y los tacones en una bolsa de basura listo para tirarlos.

Me intente despedir de mi mejor amiga, pero ella seguía dormida con Juan y Julieta en el cuarto. A decir verdad, todos habían logrado dormir a pesar de la situación la cual estaba segura a mí me iba a causar pesadillas.

Por supuesto todos estaban descansando a excepción de Pablo el cual veía el mar desde la ventana abierta en la cocina. - ¿Tienes que irte ahora? - me pregunto Pablo en pijama.

- ¿Crees que puedas tirar esto cuando te vayas? -le pregunte en un suspiro.

El me asintió tomando las ropas manchadas de sangre humana. De gente como él y yo.

-Indra sé que no es el momento, pero no puedes estar enojada conmigo toda la vida, estoy aprendiendo a balancear mi relación y a ustedes al mismo tiempo. Además, ya sabes que Matilda siempre ha pensado que tu... y yo...- detuve a Pablo en la puerta hacia la salida.

-Pero no ha pasado, ni va a pasar. Matilda debería de aprender a tener un poco más de autoestima y no Pablo, no es el momento. Casi morimos ayer...hoy, no sé qué día sea. Estoy cansada y todavía tengo que llegar a arreglar mi tonta casa- intenté que mi voz no saliera grosera pero no estuve segura de lograrlo.

Luego tome una profunda bocanada de aire.

-Lo siento, esta situación me tiene histérica, claro que te voy a perdonar. Siempre serás mi mejor amigo, aunque la loca de tu novia se ponga de intensa- me sentí mejor luego de decir eso y ahora si salí hacia el gran patio delantero aun en pantuflas directo al Jetta blanco que estaba sobre la calle.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022