Capítulo 5 : No estamos solos, solo mal acompañados

Indra.

- ¡Ahuevo! - Miguel y Gerry ambos miembros del equipo de fútbol gritaron al destapar la botella de Moet salpicándose las camisas de vestir.

Yo estaba arriba de los sillones de la mesa intentando balancearme con los tacones y mi segundo trago de la noche. Valentina ya había comenzado a devorar a su hombre a lado mío incomodándome apenas un poco en comparación de las miradas asesinas de Matilda y de las ojeadas curiosas de Pablo hacia mí.

Las dos y media de la mañana y ya sentía los pies demasiado adoloridos. Todas las personas que estaban en la mesa eran compañeros de años, pero no era muy afecta a tratar con ellos como con mis pocos y genuinos amigos.

No era para nada extrovertida como Valentina y Gerry. Menos el alma de la fiesta como Julieta y Juan. Y estaba segura de que nadie se moría por juntarse conmigo como lo hacían por el hijo de los gobernadores. Contados los amigos e incluso ex mejores amigos con los dedos de las manos.

Le fruncí el ceño a Pablo cuando mire sus ojos oscuros, luego me baje del sillón al cual en primer lugar me subí por Valentina, pero ella estaba completamente perdida en otra situación.

Caminé para salir del área privada donde estábamos y el grito de Pablo me asombro un momento. - ¡Indra no vayas sola a ningún lado! - Pablo hizo que abriera la boca de la indignación que sentí por mis venas. ¡Que le importaba a él lo que yo hiciera! Qué aprendiera primero a callar a su novia la cual echaba pestes de mí y luego se atrevía a intentar preocuparse.

Solté un gritito antes de salir de ahí para perderme entre la multitud de pasillos inferiores y escaleras que te llevaban hasta los baños y la gran pista de baile.

Pablo siempre había sido sobre protector conmigo, pero ahora no estaba para nada en su derecho. Había tenido las mejores salidas en el pasado con mi amable mejor amigo, su caballerosidad siempre lo hacía acompañarme hasta la puerta del baño, mis padres lo adoraban por la responsabilidad que emanaba de sus venas.

Pero después de que sus padres se convirtieran en gobernadores parecía que Pablo había sucumbido ante el dinero y la necesidad de reconocimiento.

Pronto Pablo había cambiado nuestras idas al cine por fiestas con universitarios, nuestras idas por helado artesanal por una niña hueca y rubia que me odiaba como si no hubiera mañana y lo peor de todo es que Pablo nunca la detenía de sus ataques hacia mi o a mis amigas.

Esta persona no era con la que yo me había encariñado desde la primaria. Era totalmente lo opuesto. Y era odioso.

Las luces de colores resplandecían por doquier en el antro, la mayoría de los jóvenes tenía algo en su sistema que los alocaba más.

A nadie le importaba esto, era algo tan normal en la sociedad de hoy en día. No importaba que fuera algo ilegal y uno de los tantos factores de violencia, nadie hacía nada por evitarlo.

Ni siquiera al hijo de los gobernadores parecía importarle.

Dentro del baño me ofrecieron tachas a cuatrocientos pesos y tuve que negar suavemente con una sonrisa en la cara aun cuando sentí un escalofrío en la espalda.

Lo que me impresionó de la señora fue el descaro con el que me lo dijo "Una nena por 400 y si me compras cinco hago que un mesero te regale unos shots ¿Qué dices bonita?"

Exhale todo el aire retenido cuando logre entrar a un cubículo.

Mi celular comenzó a vibrar con mensajes

de Pablo pidiéndome que no me alejara tanto tiempo de la mesa.

Con su creciente carrera en periodismo no necesitaba ser un genio para saber que Pablo estaba informado de sobra acerca de los principales accionistas ilegales de esta clase de lugares. Eso sin contar la jugosa información que el obtenía por medio de su padre.

¿Por qué ahora si se daba el lujo de preocuparse cuando incluso me ignoro todo el año pasado?

Volví a guardar el iPhone en mi bolsa de mano crema dejando a Pablo en visto, luego salí de la poca tranquilidad después de descansar unos minutos de mis tacones. Como deseaba en este momento tener un par de sandalias para calmar el dolor de tener que intentar caminar derecha en medio del caos.

Pero todo fuera por el outfit.

Las botellas de alcohol con velas pirotécnicas eran llevadas por mujeres en poca ropa por los pasillos llenos de gente, el número de gente se había triplicado y se me hacía algo extremo el poder llegar hasta la escalera para subir de nuevo a nuestra área V.I.P.

Una estadounidense borracha rubia me mojo la parte delantera del vestido en alcohol y luego se disculpó entre carcajadas.

Inhale profundamente para alejarme de ahí sin hacer una escena. Ya recordaba perfectamente porque no era fanática de estos lugares.

Los tres pasillos eran circulares y estaban al aire libre, entonces se podía obtener una buena vista desde casi cualquier ángulo.

El primer piso era dónde la pista de baile se volvía un caos de manos alzadas hacia las luces como si fueran capaces de agarrarlas.

Las barras libres de color verde estaban repletas de jóvenes dispuestos a emborracharse con alcohol adulterado.

En el segundo piso donde yo estaba ahora, un rubio de imponente altura sobresalía con los codos sobre la barra metálica de color rojo neón mientras pedía algún vaso del caro y genuino alcohol que servían aparte de todas las personas del primer piso como en cualquier antro elitista.

Él rubio estaba en el área de consumo diamante V.I.P del segundo piso mientras que mis amigos tenían la mesa de plata V.I.P en el tercero, ni siquiera entendía las diferencias, para mí era exactamente lo mismo pero diez veces más caro.

El hombre saco demasiado humo de su cigarro electrónico; vestía completamente de negro haciendo que su clara piel resplandecería; el reloj y las pulseras de oro brillaron en el mismo brazo cuando bajo el cigarro. A simple vista parecía un extranjero rico cualquiera, pero había algo en sus ojos claros azules que destilaban peligro total.

Otro joven de piel morena, ojos oscuros y nariz gruesa con una perfecta barba recién cortada se acercó a decirle cosas al oído con una cerveza en mano y una chamarra tallas más grandes de las que debería de usar.

Cuando el hombre de piel blanca se movió de su lugar note la parte trasera de una pistola plateada en el interior de su pantalón. Justo en ese instante el de cabellos ondulados rubios y yo conectamos miradas, sus ojos me escanearon de pies a cabeza y después me tendió una sonrisa.

Sin pensarlo di media vuelta empujando a la gente rápidamente para perderme lejos de ahí. Todos estaban tan perdidos entre su fiesta.

En medio del alcohol, los besos, la cocaína y las tachas. Mi corazón comenzó a latir más rápido de lo normal al saber que no estábamos en un lugar muy seguro en este momento.

Estos eran los riesgos con los que una persona normal tenía que lidiar a diario. Intente calmarme entre la multitud.

"Este debe ser su antro", "Nada va a pasar Indra", "Tu sabias donde se estaban metiendo".

Llegué a la pista de baile más rápido de lo que pensé y choqué con alguien al distraerme por estar viendo arriba de mis hombros.

- ¡Fíjate por donde vas estúpida! - la rubia que tenía una enorme delantera me grito y luego me aventó con sus largos brazos tomándome desprevenida.

- ¡Oye fue un accidente, no tienes por qué empujarme! - le chille a ella lográndome agarrar de una mesa periquera en la pista a tiempo para no darme directo contra el piso.

- ¿¡Qué me dijiste!?- Dios mío; la mujer me llevaba una cabeza más de altura con esos tacones de plataforma, el entallado vestido naranja me mostró su perfecta figura llena de curvas. El séquito de guapas mujeres con las que estaba se enfiló detrás de ella para respaldarla.

- ¿Quién te crees que eres perra? - me volvió a hablar agresivamente la mujer y de nuevo me empujo rasguñándome con sus uñas neón en forma de garras en el acto.

-Solo fue un accidente- dije insegura.

-Yo te voy a dar tu accidente- gruño la mujer echándose para atrás la larga cabellera rubia falsa con una mano.

Trague saliva asustada porque estaba segura de que me iban a dar la paliza de mi vida en este momento. Pero tenías que hablar Indra.

- ¿Quieres que le hable a tu hermano? - la voz del hombre alto y rubio que había aparecido a mi lado como un ángel me hizo soltar todo el aire retenido involuntariamente.

El hombre me había tomado por la cadera firmemente, yo no quite su mano ante el miedo latente de saber que él era lo único que se interponía entre recibir una paliza en medio de la pista.

El resto del mundo ni se inmutó en lo que estaba pasando.

¿¡Donde estaban mis amigas cuando las necesitaba!?

- ¿Es tu zorra? - la falsa rubia me volvió a insultar acercándose aún más a mí, su aroma a alcohol y tabaco era fuertísimo. Podría jurar que incluso estaba drogada.

-Porque no mejor te callas y llevas a tus perritas a la mesa; estoy seguro de que tu hermano pago lo suficiente por ellas- me quede muda cuando el hombre le respondió duramente, la mujer al parecer se mordió la lengua para no contestar porque solo atinó a darme miradas furiosas de arriba para abajo antes de perderse con sus amigas por las escaleras hacia el segundo piso.

Un grupo de muchachos, la mayoría con gorras armo un escándalo cuando el grupo de bellas mujeres, entre ellas la rubia grosera llego a su mesa.

Cuando mis ojos se toparon con los del moreno al parecer amigo del rubio que seguía recostado en el barandal este desvío la seria mirada hacia la calle.

- ¿Estás bien? - las manos del rubio me tomaron el rostro rozando mis labios con las yemas de sus dedos. Trague fuertemente la saliva acumulada, no necesito problemas el día de hoy.

-Yo...gracias, estoy buscando a mis amigas- le respondí buscando una excusa para intentar huir, pero él hombre me tomo por la muñeca justo cuando di media vuelta.

Sentí como los escalofríos recorrieron todo mi cuerpo recordando los testimonios de secuestros que siempre leía con mi padre. Mi paranoia estaba al tope en este momento.

-Por desgracia mi hermanastra te va a querer matar cuando salgas y la pequeña cabrona siempre se sale con lo que quiere- dijo el hombre tranquilo alzándome sus también rubias cejas.

Mi corazón latió a toda marcha. La palabra "querer matar" en este preciso momento me aterró todavía más. Claramente las personas que cargaban armas con ellos no lanzaban amenazas vacías.

-Yo...no...creo que pasé- dije insegura caminando a su ritmo, el rubio volvió a adueñarse de mi cadera al comenzar a subir los escalones directo hacia el tercer piso sin detenernos en el segundo donde todos los amigos del hombre disfrutaban la buena fiesta.

Entre recibir una paliza a manos de una multitud de mujeres y tener que explicar en casa porque regrese con un ojo hinchado si me iba bien o tener que lidiar con un hombre que cargaba un arma en sus pantalones, no sé qué me parecía más peligroso.

Mi cerebro no coopero cuando el hombre rubio me sonrió sexymente.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022