Capítulo 9 ¿Qué está pasando entre tu jefe y tú

Al ver que Spencer sostenía la mano de Sarah, James frunció el ceño y dijo: "Sr. Chadwick, no se preocupe, ya me encargo yo de llevar a Sarah a su casa, le aseguro que no le pasará nada malo. Cuidaré bien de ella".

Sarah se quedó mirando a Spencer, luego bajó la mirada hacia la mano que sostenía la suya y dijo: "Spencer, no pasa nada porque el Sr. Holland me acompañe a casa, no se preocupe. Es tarde y debería irse ya para casa".

A pesar de sus palabras tranquilizadoras, Spencer se resistía a dejarla ir. Sabía que no iba a pasar nada, pero algo en su interior le impedía ceder. "Sarah, ¿no te dije que te llevaría yo a casa?".

Una sensación de impotencia la invadió de repente. '¿Por qué estos dos tuvieron que encontrarse?'. Sarah percibió el sentimiento de abandono de Spencer y sintió como si estuviera en deuda con él por algo que había ocurrido en una vida anterior. Entonces, se volvió hacia James y dijo: "No importa, ninguno de los dos me va a llevar a casa. ¡Tomaré un taxi!".

"¡De ninguna manera!", exclamaron los dos hombres al unísono, mirándose con ojos llenos de ira.

"¿Por qué no? Estoy acostumbrada a tomar taxis para ir a casa y nunca me ha pasado nada. Váyanse para sus casas ya, que yo me voy para la mía. ¡Adiós!". Con su bolso agarrado, Sarah salió corriendo a la calle, dejando a los dos hombres atónitos tras de sí.

Spencer no hizo nada para detenerla, pues la conocía bien. James, sin embargo, todavía no conocía tan bien a Sarah y quiso correr tras ella, pero Spencer lo detuvo al vuelo. "Si yo fuera tú, no iría tras ella. Si luego se enoja contigo, no digas que no te lo advertí".

James se quedó mirando a Spencer y finalmente resistió el impulso de perseguirla. "¿Qué tipo de relación tienes con ella?", preguntó James.

"¿Tú qué crees?", Spencer eludió la pregunta con otra y se marchó.

Aunque eran casi las diez de la noche, la vida nocturna de la ciudad no había hecho más que empezar y aún había muchos taxis por la calle.

En pocos minutos llegó a casa. Pensó que sus padres estarían durmiendo, abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido, encendió las luces y de repente vio a Danna sentada en el sofá, mirándola fijamente.

"Mamá, ¿qué estás haciendo ahí a oscuras? ¿Quieres darme un susto de muerte?", se quejó Sarah indignada mientras se daba palmadas en el pecho. "¿No sabes que podría morirme de un susto así?".

Danna se puso de pie y se dirigió hacia ella. "Qué mala eres. James estuvo esperándote toda la tarde en la puerta de la empresa, aguantando el viento y el frío, ¿y tú te vas a casa sola? ¿Se puede saber qué diablos está pasando entre tu jefe y tú?".

No había pasado ni media hora y su madre ya se había enterado. ¡Menuda eficiencia la de James! Sarah tiró el bolso en el sofá y tomó a su madre del brazo. "Mamá, ¿en serio soy tu hija biológica?".

"Si no fueras hija mía, ¿por qué tendría que preocuparme por tu matrimonio? ¡Niña ingrata! ¡Será mejor que me lo cuentes todo ahora mismo, y ni se te ocurra engañarme otra vez!". Danna conocía muy bien la personalidad de su hija y sabía que no sería clara en sus respuestas. En el pasado, Sarah siempre se había salido con la suya, pero esta vez no se lo permitiría, ¡estaba en juego su matrimonio!