Sombras de obediencia
img img Sombras de obediencia img Capítulo 9 La piel del ajeno
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Capítulo 10 El castigo del deseo img
Capítulo 11 El collar del deseo img
Capítulo 12 En el límite del deseo img
Capítulo 13 El lugar donde las máscaras caen img
Capítulo 14 Bajo la piel de la img
Capítulo 15 Una advertencia img
Capítulo 16 La noche de la diosa img
Capítulo 17 Una celebración img
Capítulo 18 Un amanecer en la ducha img
Capítulo 19 Elena escucha una conversación img
Capítulo 20 Un día normal, consejo de Kael img
Capítulo 21 Más allá del juego img
Capítulo 22 Dueña de la noche img
Capítulo 23 El retorno al abismo img
Capítulo 24 Tinta y cadenas img
Capítulo 25 Entre sombras y vino img
Capítulo 26 Amanecer, Elena y Odelia img
Capítulo 27 El silencio antes de la tormenta img
Capítulo 28 El juego de la reina img
Capítulo 29 La liberación de Elena img
Capítulo 30 Fin de la primera parte nacimiento de una reina img
Capítulo 31 La reina del placer img
Capítulo 32 La autora img
Capítulo 33 El artista en la sombra img
Capítulo 34 La invitación img
Capítulo 35 Bajo la mirada del artista img
Capítulo 36 El juego en la penumbra img
Capítulo 37 El principio del vértigo img
Capítulo 38 Entre sombras y promesas img
Capítulo 39 Bajo su control img
Capítulo 40 Resaca de pasión img
Capítulo 41 El placer de mirar img
Capítulo 42 Amanecer entre dos mujeres img
Capítulo 43 Juego sin límites img
Capítulo 44 El agua y poder img
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Capítulo 9 La piel del ajeno

Elena no solía sentirse insegura.

Desde que Dorian la había arrastrado a su mundo, sus emociones parecían tan atadas como su cuerpo en cada juego.

Controladas, reguladas, entregadas.

Pero esa noche... todo ardía.

Apoyada contra la barra del club, con una copa en la mano que no lograba enfriar su sangre, observaba.

Dorian no la había buscado desde su llegada.

Ni una mirada.

Ni un gesto.

Solo esa sonrisa cruel, esa misma con la que solía desnudarla con los ojos, dirigida... a otra.

Una pelirroja despampanante, de curvas desafiantes y una actitud que gritaba "yo pertenezco aquí".

Y peor aún, Dorian la escuchaba, le hablaba al oído, sonreía con ella.

-¿Te molesta? -susurró una voz familiar detrás de Elena.

Odelia.

Apenas rozó su hombro con los dedos y Elena se tensó.

-No me importa -mintió, bajando la mirada hacia su copa.

-Claro... y por eso tus uñas están marcando el cristal.--- dijo Odelia su tono sarcástico

Elena giró el rostro, Odelia estaba preciosa, vestía un corset negro de encaje, una falda translúcida que dejaba ver demasiado, y sus labios rojos dibujaban una sonrisa de caza.

-Él hace eso a veces, para medir hasta dónde puede tensar tu deseo o tu alma,--- añadió Odelia, bebiendo de su propia copa

-¿Y tú lo aceptas?,--- pregunto Elena

-No tengo que aceptarlo, no soy suya.--- respondió Odelia

La frase la golpeó con fuerza.

-¿Y yo... lo soy?,---- pregunto Elena

-Tú... no lo sabes aún, pero sí, lo eres.--- respondio Odelia

Odelia se inclinó más cerca, su aliento cálido en la oreja de Elena.

-¿Quieres dejar de mirar cómo él la toca?,---

Elena asintió, apenas un suspiro.

-Ven conmigo,--- dijo Odelia

No lo pensó.

Dejó la copa, la razón, el orgullo, y la siguió por un pasillo apenas iluminado.

Entraron a una habitación cubierta de terciopelo morado. Una cama redonda, espejos en las paredes, y una luz tenue que parecía extraída de un sueño húmedo.

-Dorian no te toca ahora... pero yo puedo hacer que lo olvides -susurró Odelia, caminando detrás de ella.

Elena tembló cuando sintió las manos femeninas en su cintura.

-Esto no es una competencia, es una rendición,-añadió Odelia, desabrochando su vestido

-No sé si puedo,--- dijo Elena

-Claro que puedes, si supiste entregar todo tu cuerpo a un hombre, también puedes confiar en una mujer.--- susurró en su oído Odelia, su cuerpo pegado al de Elena

La boca de Odelia encontró su cuello.

Y el sabor... no era de traición.

Era fuego.

Era alivio.

Elena dejó que el vestido cayera al suelo.

Se quedó en lencería.

Roja.

Como su ira.

Como su deseo.

Odelia la observó como un artista frente a su obra más provocativa.

-Dorian ha creado una joya, pero yo puliré el rincón que él no puede alcanzar.--- dijo Odelia

Elena no se resistió cuando la empujó suavemente a la cama.

Su cuerpo ardía, no por lo que Odelia hacía aún... sino por lo que la imagen de Dorian con otra le había provocado.

Dolor.

Celos.

Y una necesidad salvaje de sentirse deseada de nuevo.

Odelia se desnudó con lentitud, su piel era morena, y su cuerpo parecía danzar con cada paso que daba hacia la sumisión de Elena.

Se montó sobre ella y besó sus labios con una dulzura inesperada.

No había violencia en ese contacto.

Solo hambre femenina.

Sensualidad contenida.

Las manos de Odelia exploraron sin pedir permiso.

Elena jadeó cuando su lengua descendió por su pecho, su abdomen, hasta el centro de su furia.

Y ahí, encontró paz.

-Relájate, no pienses en él, solo siente.---- susurro Odelia

Pero eso era lo difícil.

Porque en cada roce, en cada caricia, Elena seguía viendo la imagen de Dorian con esa mujer.

Y eso solo encendía más su cuerpo.

Más que cualquier palabra.

Gimió fuerte, se arqueó bajo la lengua de Odelia.

Y entonces, entre su respiración agitada, lo escuchó.

-Hermosa escena.---- Dorian

Elena abrió los ojos.

Dorian estaba ahí.

En la puerta.

Mirando.

Vestía de negro, sus ojos eran pura sombra, y su expresión... orgullosa.

-No te detengas, Odelia. Quiero verla romperse en manos ajenas.---- dijo Dorian

Elena quiso cubrirse, pero no pudo.

El placer la tenía anclada.

Y Odelia no paró.

Más bien se intensificó.

-¿Estás celosa, Elena?, ---- pregunto Dorian

Dorian se acercó lentamente-¿Te dolió verme con otra?,-----

-Sí -susurró ella, entre sollozos y jadeos.

-Bien.---- dijo Dorian

Se agachó a su lado y le acarició el rostro.

-El deseo duele, el placer también, pero el poder... ese se gana enfrentándolo todo.---- susurro en su oído

Odelia levantó el rostro, brillando de sudor y triunfo.

-Está lista -dijo, como si fuera un trofeo.

Dorian la besó.

Elena observó con ojos dilatados cómo sus lenguas se enredaban frente a ella.

-Ahora, mi dulce Elena... mírame.

Y ven.--- ordenó Dorian

Odelia deslizó dos dedos dentro de ella y Dorian la miró fijo.

Y fue como si la poseyera sin tocarla.

El orgasmo llegó con la violencia de un trueno.

Gritó.

Y no por Odelia.

Ni siquiera por ella misma.

Gritó por Dorian.

Por todo lo que la rompía por dentro.

Cuando cayó rendida, Dorian se acercó a su oído.

-Nunca dudes de lo que eres para mí, Elena, ni de lo que soy capaz de hacer... para poseerte aún más.----dijo Dorian

Y con eso, se fue.

Odelia la abrazó, y juntas respiraron en la oscuridad.

Una marea de piel, suspiros y secretos compartidos.

Elena lo deseaba todo, con una determinación ardiente, tomó la iniciativa y se deslizó sobre el cuerpo de Odelia, atrapando sus labios en un beso hambriento, profundo, lleno de deseo contenido. Sus labios comenzaron a trazar un camino descendente, dibujando caricias de fuego por la piel temblorosa de Odelia.

Cada roce, cada suspiro, encendía una llama nueva. Las manos de Elena se movían con una seguridad instintiva, como si conocieran de memoria cada rincón que hacía estremecer a Odelia.

Los gemidos escapaban involuntarios, dulces y quebrados, hasta que Odelia, rendida al placer, se deshizo en un orgasmo profundo, tembloroso, mientras su nombre escapaba de sus labios como un suspiro sagrado.

Esa noche, Elena entendió que los celos no eran una debilidad.

Eran parte del deseo.

Y que, a veces, el dolor podía ser la antesala del placer más profundo.

                         

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