La Cicatriz de un corazón
img img La Cicatriz de un corazón img Capítulo 8 Voces del pasado
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Capítulo 10 El peso de la visita img
Capítulo 11 Promesas incumplidas img
Capítulo 12 Un paso más hacia adelante img
Capítulo 13 La promesa cumplida img
Capítulo 14 Una noche distinta img
Capítulo 15 Bajo la luz azul img
Capítulo 16 Bajo el mismo techo img
Capítulo 17 La visita inesperada img
Capítulo 18 Entre la ruina de la noche img
Capítulo 19 El silencio de la noche img
Capítulo 20 Cicatrices al amanecer img
Capítulo 21 Informe de cicatrices img
Capítulo 22 La citación img
Capítulo 23 El tribunal img
Capítulo 24 El peso de la investigación img
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Capítulo 8 Voces del pasado

El departamento de Clara estaba en silencio, apenas iluminado por la luz cálida de una lámpara de mesa que se extendía como un refugio íntimo en medio de la madrugada. Ethan se sentaba frente a ella, con los brazos cruzados sobre el pecho, como si la postura pudiera protegerlo de lo que estaba a punto de salir de su boca. Clara lo observaba con atención, sus manos descansando sobre una libreta cerrada, sin intención de escribir todavía. No era el momento de registrar, sino de escuchar.

-Cuéntame más de ti, Ethan -dijo ella con suavidad, inclinándose hacia adelante- No sobre lo que pasó en el hospital, ni sobre lo que recuerdas de la avenida... Quiero conocerte a ti.

Ethan soltó un resoplido leve, entre incómodo y resignado. Bajó la mirada a sus manos, que se entrelazaban nerviosas, como si buscara algo sólido a lo cual aferrarse.

-Nací en Springfield -empezó, con voz baja- Un lugar tranquilo, al menos en aquel entonces. Mi madre era mi mundo entero. Ella y yo... soñábamos con abrir una cafetería algún día. No era un sueño complicado, ¿sabes? Sólo una pequeña cafetería de barrio. Un sitio donde los vecinos pudieran entrar, tomarse un café caliente y conversar como si fueran familia.

Hizo una pausa, y Clara notó cómo apretaba los labios para contener algo más que palabras.

-Entré al ejército a los dieciocho -continuó- Decía que era por honor, por servir a mi país. Pero también... también era porque necesitaba dinero. Mi madre no podía sola, y yo quería darle más de lo que podía ofrecerle en ese momento.

Clara asintió en silencio, respetando el espacio entre las frases, sin presionarlo.

-Tuve varias campañas. Afganistán. Irak. Y otros lugares que a veces prefiero ni nombrar. Campañas largas, sangrientas, interminables. -Ethan se pasó una mano por el rostro, como si esas memorias fueran polvo que aún le cubría la piel- Volví con honores, sí. Condecoraciones, medallas, apretones de mano de generales. Pero cada vez que las miraba... no sentía orgullo. Sentía vacío.

Su voz se quebró en ese instante, aunque apenas fue perceptible. Clara, sin interrumpirlo, dejó que el silencio se volviera un terreno seguro para que pudiera seguir.

-Mi madre... -Ethan tragó saliva- Ella murió mientras yo estaba en una de esas campañas. Ni siquiera pude despedirme. Ni siquiera estuve para cumplir el sueño que teníamos juntos. Cuando regresé, lo único que me quedó fue esa idea fija: abrir la cafetería en su nombre. Y lo hice. Está ahí. Es mía. Pero ella no está. Y cada día que abro la puerta pienso: "Esto debería haber sido nuestro, no mío solo".

Clara sintió un nudo en el pecho, pero se mantuvo serena. Era importante que él se viera acompañado, no lastimado por la compasión.

-¿Y en tu vida personal? -preguntó ella, con delicadeza.

Ethan soltó una risa amarga, corta, como un golpe seco.

-No ha habido mucho de eso. -Se reclinó en el sillón, mirando el techo- Hace diez años tuve una novia. Era buena, paciente, alguien que de verdad me quería. Pero las campañas... siempre había una nueva orden, un nuevo destino, un nuevo peligro. Ella me esperó lo que pudo. Un día simplemente me dijo que no podía más. Y se fue. Desde entonces no he vuelto a tener nada serio.

Clara bajó ligeramente la mirada, comprendiendo cuánto de abandono y de renuncia había en esa confesión.

-¿Cómo te sientes con todo eso? -preguntó con suavidad.

Ethan se inclinó hacia adelante, los codos en las rodillas, las manos colgando entrelazadas. Su voz, ahora, salió cargada de una verdad cruda.

-Me siento triste... -confesó, con un hilo de voz- Triste porque siento que todo lo que hice, lo hice por un ideal que me robó lo más importante. Mi madre, mi juventud, mis amigos, mi propia vida. Me siento enojado, porque nadie te dice lo que de verdad significa la palabra guerra. Allá afuera no es honor ni gloria, es sangre, barro y miedo constante. Y me siento temeroso... porque sé que esas imágenes siguen dentro de mí, esperando cualquier cosa para salir y atraparme otra vez.

Un silencio espeso llenó la sala. Clara podía sentir la densidad de esas palabras, como si cada una hubiera sido arrancada de un sitio muy hondo en Ethan. Ella respiró hondo antes de hablar.

-Lo que sientes es válido -dijo con calma- No estás roto por sentirlo. La tristeza, el enojo, el miedo... son parte de ti. Y lo más importante ahora es que no tengas que cargar con todo eso solo.

Ethan la miró por primera vez de frente, con un brillo apagado en los ojos.

-No sé si pueda dejar de cargarlo.

Clara sostuvo su mirada, firme y serena.

-No tienes que dejarlo de golpe. Pero sí puedes aprender a compartir ese peso. Aquí, conmigo, y más adelante con otros profesionales que te ayuden a darle forma. Tú sobreviviste, Ethan. Y sobrevivir es solo el primer paso. Lo que viene ahora es aprender a vivir de nuevo.

Ethan se quedó callado, procesando. Sus labios se apretaron, pero esta vez no era para contener la rabia. Era para contener un temblor que anunciaba algo más frágil: esperanza.

Clara no lo presionó. No buscó una respuesta inmediata. La sesión había hecho lo que debía: abrir una grieta en la coraza que él llevaba sobre los hombros desde hacía demasiados años.

Y por primera vez en mucho tiempo, Ethan no se sintió un soldado dando un reporte. Se sintió un hombre contando su verdad.

            
            

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