Ethan tensó los hombros. El aire pareció hacerse más denso a su alrededor. Clara lo notó y, sin decir nada más, extendió su mano y la colocó sobre la de él. Un gesto pequeño, firme, que pretendía recordarle que no estaba solo.
Ethan la miró un instante. Dudó. Y entonces respiró hondo, como si inflar sus pulmones fuera un acto de valor.
-Está bien... -murmuró- Hay uno que nunca me abandona.
El silencio se volvió expectante. Clara no lo interrumpió.
-Fue en Irak. Una de esas noches donde ni el cielo ni la tierra parecían estar de nuestro lado. Íbamos en misión por una planicie cuando nos emboscaron. Los iraquíes estaban en todas partes. Disparos que venían de lugares que ni siquiera podíamos ver. El aire estaba lleno de humo y gritos... -su voz se quebró un poco- Gente que conocía, gente con la que había entrenado por años, cayendo a mi alrededor como si fueran solo sombras que se apagaban.
Se pasó la mano por la cara, temblorosa. Clara apretó un poco más la suya, como recordándole que podía seguir.
-John estaba conmigo. -El nombre salió cargado de un peso insoportable- Era mi mejor amigo. Siempre estaba haciendo chistes, incluso en medio de la mierda. Esa noche no fue diferente. Él me decía: "Tranquilo, Ethan, saldremos vivos y después nos tomaremos una cerveza helada". Yo... yo le creí.
Ethan cerró los ojos. Los párpados le temblaban, como si debajo de ellos las imágenes fueran demasiado nítidas.
-Tratábamos de sacar a los heridos del campo, de ponerlos a salvo mientras disparábamos a ciegas para cubrirnos. Era un caos absoluto, Clara. Caos. -Hizo un gesto con las manos, como si aún pudiera sentir el peso de los cuerpos que arrastraba- Y de pronto... lo escuché.
Un silencio denso llenó la sala. Ethan abrió los ojos y los clavó en un punto invisible frente a él.
-"¡Granada!" -repitió, con un tono ronco, desgarrado.
Su respiración se agitó, y Clara notó cómo sus dedos empezaban a apretar los de ella, casi dolorosamente. No dijo nada. No lo detuvo. Sabía que necesitaba sacarlo.
-La explosión... -su voz se quebró, y por primera vez un sollozo escapó de su garganta- Fue como si todo el mundo se apagara por un segundo y luego regresara envuelto en fuego. El suelo tembló, mis oídos zumbaban, y lo único que podía pensar era en John.
Las lágrimas empezaron a caer, lentas, como si fueran demasiado pesadas para salir de golpe.
-Lo busqué, Clara. Lo busqué entre el humo, entre los cuerpos, entre los gritos... Lo llamaba, gritaba su nombre. Y cuando lo encontré... -se detuvo, tragando saliva, con el rostro hundido en el recuerdo- No estaba entero. No quedaba casi nada de él. La granada había caído demasiado cerca. Mi mejor amigo... mi hermano... estaba en pedazos frente a mí.
El silencio posterior fue insoportable. Ethan se cubrió el rostro con ambas manos, los sollozos escapando entre sus dedos como una confesión que llevaba demasiado tiempo encerrada. Clara no apartó su mano de la de él. No dijo que todo iba a estar bien, porque no lo estaba. No intentó maquillar el horror con palabras vacías. Solo estuvo allí, presente, sosteniendo su dolor con el suyo.
Finalmente, cuando la respiración de Ethan empezó a calmarse, Clara habló en voz baja, con un tono que mezclaba ternura y firmeza.
-Ese recuerdo no va a desaparecer, Ethan. Pero no tienes por qué enfrentarlo solo. John vive en ti, en cada palabra y cada lágrima. Lo que llevas dentro no es debilidad... es amor por alguien que perdiste.
Ethan la miró con los ojos rojos e hinchados. Quiso hablar, pero solo pudo asentir.
Clara entonces le apretó la mano con más fuerza, como si le pasara parte de su estabilidad.
-Aquí, conmigo, puedes llorar por él cuantas veces lo necesites. No tienes que fingir que la guerra no te alcanzó. Porque lo hizo. Y sobreviviste. Ahora, vamos a aprender qué significa seguir adelante.
Ethan no respondió. Pero por primera vez, sus hombros, aunque vencidos, se sentían un poco menos solos.