Natalia POV:
Un escalofrío me recorrió la espalda. Pilar.
Aparté la mano de Lázaro con rapidez. Mi corazón latía con fuerza.
-Pilar está aquí -susurré, mi voz tensa.
Lázaro parpadeó. El alcohol se disipó un poco de su mente. La vergüenza se apoderó de él.
Retiró la mano de golpe. Estaba desorientado.
-Vete, Natalia -dijo Lázaro, su voz áspera. Se frotó la frente.
Negué con la cabeza. No podía irme. No ahora.
Tomé su mano. Mis ojos, llenos de un miedo fingido, lo miraron.
-No me dejes sola con ella -rogué. -Me hará daño. Me culpará.
La palabra "daño" resonó en Lázaro. Su rostro se tensó.
Miró a su alrededor, buscando un lugar donde esconderme. Su mirada se detuvo en un biombo antiguo.
Me empujó detrás de él. Justo a tiempo.
Pilar entró en la habitación. Vestía un deslumbrante vestido de noche. Su cabello rubio estaba perfectamente peinado.
-Mi amor, ¿qué haces aquí abajo? -dijo Pilar, su voz melosa. Se acercó a Lázaro, una sonrisa radiante en su rostro. Lo abrazó.
Pilar no me vio. Sus ojos solo estaban puestos en Lázaro.
Me encogí detrás del biombo. Mi cuerpo pegado al de Lázaro.
Podía sentir su aliento en mi cuello. Su calor. Su tensión.
Una sonrisa cruel se formó en mis labios. Voy a arruinar tu noche, Pilar.
Pilar se veía perfecta. Demasiado perfecta. Una muñeca de porcelana.
La miré con desdén. Qué desperdicio de mujer.
Mis dedos rozaron la espalda de Lázaro. Lo sentí estremecerse.
Su cuerpo se tensó aún más. Un gemido ahogado escapó de sus labios.
Pilar se separó de él, frunciendo el ceño.
-¿Estás bien, querido? Pareces... agitado.
Lázaro le dio la espalda. Su voz era fría.
-Vete, Pilar. No estoy de humor para tus juegos.
Las lágrimas brotaron en los ojos de Pilar. Su maquillaje se corrió.
-Pero, Lázaro... ¿Por qué eres tan cruel? -sollozó.
Lázaro suspiró, su paciencia agotada.
-¿Qué quieres? ¿Más dinero? ¿Más joyas? Siempre es lo mismo contigo. Eres una mujer codiciosa.
Pilar endureció la mirada. Su voz se alzó.
-¿Codiciosa? ¡Soy tu esposa! ¡Quiero un hijo! ¡Una familia!
Mi mirada se volvió gélida. ¿Un hijo? Tú no te mereces ni el aire que respiras.
Fingí un temblor. Me aferré a Lázaro.
Mis dedos se deslizaron por el abdomen de Lázaro. Sentí su cuerpo vibrar.
Un gemido, más audible esta vez, escapó de Lázaro.
Pilar se quedó helada. Sus ojos se fijaron en Lázaro. En su expresión de placer.
Ella lo entendió. Su rostro se descompuso. La ira y la humillación la invadieron.
Una oleada de satisfacción me recorrió. Lo logré.
Moví mi cuerpo ligeramente. No quería que el espectáculo terminara tan rápido.
Pilar me vio. Su mirada, llena de furia, se posó en mí.
-¡Tú! -gritó, abalanzándose hacia el biombo.