Natalia POV:
Lázaro se interpuso en el camino de Pilar, sus ojos llenos de una rabia fría.
-¡Basta, Pilar! ¡No me obligues a aborrecerte más de lo que ya lo hago! -Su voz era un rugido.
Pilar se detuvo en seco, el shock congeló su rostro. Sus ojos se abrieron de par en par, llenos de ira y humillación. Las palabras de Lázaro la habían herido más que cualquier golpe.
Se dio la vuelta, sus hombros temblaban. Caminó hacia la puerta.
Pero antes de salir, se giró. Su mirada me atravesó.
-Esto no ha terminado -siseó. -Te arrepentirás de haber nacido.
La puerta se cerró con un golpe.
Esperé hasta que el sonido de sus tacones desapareció en la distancia. Me separé de Lázaro. Una ligera decepción me invadió. Quería más.
Pero el juego apenas comenzaba. Habría muchas más sorpresas.
Lázaro se levantó de golpe, alejándose de mí como si le quemara.
Yo también me puse de pie, mi cuerpo aún temblaba.
Lázaro me dio la espalda. Su voz era un gruñido bajo.
-No eres más que una... orfebre. No te confundas.
Huí de la habitación, las palabras de Lázaro resonando en mis oídos. Era parte del plan.
Lázaro frunció el ceño. Mi huida lo había descolocado.
Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. Qué mujer tan extraña.
El aire frío de la noche me golpeó. Estaba en la calle, sola. De repente, un coche negro se detuvo a mi lado. Dos hombres corpulentos salieron.
-¿Qué quieren? -pregunté, mi voz temblaba a pesar de mí misma.
Uno de ellos se rió. Una risa hueca y cruel.
-La señora Muñoz quiere hablar contigo.
Mi corazón se apretó. Pilar. Fui muy estúpida. Había subestimado su furia.
Subí al coche. La venganza era un camino peligroso. Y yo acababa de cometer un error.
Me llevaron a un café elegante. Pilar estaba sentada en una mesa, con una expresión de superioridad en su rostro.
-Siéntate -ordenó, señalando la silla frente a ella.
Me miró de arriba abajo, sus ojos llenos de desprecio.
Dudé. Una extraña sensación de desafío me invadió.
Uno de los hombres me empujó. Caí en la silla.
Pilar soltó una risa ligera y fría. Luego, tomó un sorbo de café, su postura impecable.
-Aléjate de Lázaro -dijo, su voz tan dulce como el veneno.
Sacó una tarjeta de crédito de su bolso. La deslizó por la mesa hacia mí.
-Esto es para que te vayas muy lejos. Y lo olvides.
Sentí una punzada de ira. Pero mis músculos se mantuvieron relajados.
-No hay nada entre Lázaro y yo. Solo soy su empleada -dije, mi voz tranquila.
Aún no está lo suficientemente atrapado, pero pronto lo estará.
Pilar levantó la tarjeta y me golpeó en la mejilla con ella. El impacto fue fuerte. Dejó una marca roja.
Sentí un ardor quemante en mi piel. Una oleada de ira me ahogó.
-No te hagas la inocente. Sé lo que eres. Una trepadora -escupió Pilar. -Toma el dinero y desaparece. Quinientos mil pesos.
Pilar alzó la voz, asegurándose de que todos en el café la escucharan.
Las risitas a mi alrededor me apuñalaron.