Natalia POV:
-¿Le tienes miedo a Pilar? -preguntó Lázaro, su voz suave.
Negué con la cabeza.
-No. No le tengo miedo a ella -dije. -Le tengo miedo a... a ser un estorbo para ti. Soy solo una orfebre humilde. Tú eres un magnate.
Ahora, Lázaro, sentirás mucha culpa.
Lázaro me abrazó con más fuerza.
-No eres un estorbo, Natalia. Eres... especial.
Sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo.
-Esto es para ti.
Abrí la caja. Dentro, brillaba una deslumbrante pulsera de diamantes.
Mis ojos se abrieron de sorpresa. Era una fortuna.
Valía más que mi casa, mi taller, todo lo que poseía.
Cerré la caja. Se la devolví con una sonrisa tranquila.
-No puedo aceptarlo, Lázaro. Es demasiado.
Mis ojos lo miraron con una pureza fingida.
Lázaro me miró, una expresión de satisfacción en su rostro.
Sus ojos se llenaron de una ternura que casi parecía real.
Tomó la pulsera y la puso de nuevo en mi mano.
-No es un regalo. Es una promesa. Prometo protegerte. Siempre.
Fingí que mis ojos se llenaban de lágrimas.
-Gracias, Lázaro.
Me lancé a sus brazos. Nuestros cuerpos se unieron.
Sentí su rigidez. Su respiración se volvió errática.
Un gemido escapó de sus labios. Su cuerpo temblaba.
Lo tengo. Está en mis manos.
Levanté la cabeza. Mis ojos, grandes e inocentes, se encontraron con los suyos.
-¿Estás bien, Lázaro?
Sus ojos estaban oscuros, llenos de un deseo voraz.
-Eres un demonio -murmuró, su voz ronca. Sus ojos se volvieron rojos. Como un lobo hambriento.
Me tomó por la barbilla, su pulgar acarició mi piel.
Se inclinó para besarme. Esquivé el beso.
Dejé escapar una risita juguetona.
Me volvió a besar. Esta vez, lo dejé.
Un poco de resistencia es suficiente.
Sus labios se posaron en los míos. Un beso profundo, apasionado.
Mis manos se aferraron a su chaqueta. Mis ojos, húmedos e inocentes, lo miraron.
Lázaro estaba perdido.
Su mano se deslizó bajo mi camisón, acariciando mi piel.
-Lázaro, no -dije, mi voz apenas un susurro, pero mis ojos lo desafiaban.
La mirada de Lázaro se oscureció. Sus ojos se volvieron rojos.
-No me digas que no -escupió, su voz ronca.
Me levantó en sus brazos. Me sentó sobre su regazo.
Sentí su cuerpo contra el mío. Su erección era dura. Me aplastaba.