Amante Fatal, Justicia Inevitable
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Capítulo 7

Natalia POV:

Lázaro alzó mi camisón. Sus labios se posaron en mi pecho.

Dejé escapar un gemido. Esto es para ti, Iara.

Lázaro perdió la cabeza. Me empujó contra el colchón con fuerza.

Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, desabotonando mi camisón.

De repente, mi teléfono sonó. Un timbre estridente que rompió el hechizo.

Lázaro se detuvo. Su cuerpo se puso rígido.

Un aura de frustración lo envolvió. Su rostro se oscureció.

-¡Maldita sea! -escupió Lázaro, con rabia.

Cogió el teléfono.

Me sentí frustrada. Este es el único momento en el que el tiempo no está de mi lado.

Me levanté de su regazo. Me senté en el sofá.

Era su madre. La señorona Morales.

Lázaro respondió, su voz aún ronca.

-¿Sí, mamá?

-¿Dónde estás? ¿Por qué tu voz suena así? -preguntó su madre.

Lázaro me miró. Luego, respondió, su voz se normalizó.

-Estoy en casa.

-Pues ven a casa. Tu esposa te necesita. Sabes lo importante que es su familia para nuestros negocios.

Lázaro se quedó en silencio.

-Está bien, mamá. Voy para allá.

Colgó el teléfono.

Lázaro se levantó, ajustándose la ropa. Me miró con una expresión de desilusión.

-Volveré -prometió.

Le devolví una mirada llena de deseo.

Me quedé en el sofá, mi camisón aún desabrochado. Lo miré en silencio.

Lázaro suspiró, su mirada se detuvo en mi escote. Pude sentir su erección.

-Eres un pequeño demonio -dijo Lázaro, su voz teñida de lujuria.

Me arrodillé en el sofá. Mis manos se deslizaron por su pecho.

Lázaro soltó una carcajada. Me tomó por sorpresa. Me aferró por los hombros y hundió mi rostro en su cuello.

Se fue. La puerta se cerró detrás de él.

No volvería. Lo sabía.

Mi expresión seductora se desvaneció. Fruncí el ceño.

Pilar. Seguramente ella le dijo a su suegra.

Mi plan para esa noche se había arruinado. La frustración me invadió.

Abrí la laptop. Mis dedos se movieron con rapidez. Abrí una carpeta oculta.

Ahí estaba. Una foto de Iara. Su sonrisa. Sus ojos llenos de vida.

-Mi pequeña Iara -murmuré, con la voz entrecortada. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Acaricié su rostro en la pantalla.

-Te juro que te vengaré. Te juro que Pilar pagará por esto.

Cerré los ojos. Al abrirlos, mi mirada era fría, endurecida por la determinación.

Pilar Muñoz, esto es una declaración de guerra.

Me quedé sola en la cama. Las horas pasaron lentamente.

Sabía que él no volvería.

Mis ojos se posaron en la pulsera de diamantes, olvidada sobre la mesita de noche.

Tomé mi teléfono. Marquée su número.

Sonó varias veces. Por fin, una voz ronca respondió.

-¿Sí?

Mis ojos, helados como el hielo, se encontraron con mi reflejo en la pantalla.

-Lázaro... tengo miedo. Estoy sola. Te necesito. -Mi voz era dulce, temblorosa.

El silencio al otro lado de la línea se hizo eterno. Está buscando un lugar para hablar a solas.

            
            

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