Natalia POV:
Me encogí, escondiéndome detrás de Lázaro.
Lázaro se giró, su rostro sombrío.
-¿Qué quieres, Pilar? -Su voz era un látigo.
Me interpuso entre ella y yo. Su cuerpo, una barrera protectora.
Pilar nos miró, sus ojos inyectados en sangre. Un rugido de ira se ahogó en su garganta.
-¡Perra! ¡Te voy a matar! -Pilar lanzó una diatriba.
El rostro de Lázaro se contrajo. Su voz era un trueno.
-¡Pilar! ¡Excúsate ahora mismo!
Pilar lo miró, atónita. Una risa histérica escapó de sus labios. Su cara se puso blanca.
-¡¿Excúsame?! ¡¿A esta... infeliz?! ¡Estás demente, Lázaro!
Lázaro la interrumpió, su voz gélida.
-¡No voy a tolerar tu falta de educación! ¿Dónde quedó la decencia que tu madre te inculcó? ¡Pilar, excúsate!
Miré a Pilar. Su humillación era mi victoria. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en mis labios.
Fingí un temblor. Mi voz era apenas un susurro.
-No... no es necesario. Quizás yo... yo la provoqué.
Los ojos de Pilar se entrecerraron. Había captado la ironía.
-¡Cállate! -gritó Pilar, su voz aguda.
El rostro de Lázaro se contrajo de disgusto. Con una expresión de profunda aversión.
-¡Por tercera vez, Pilar! -advirtió Lázaro, su voz era un rugido.
Pilar apretó los puños, a punto de explotar. Pero la mirada de Lázaro la detuvo.
-Lo... lo siento -murmuró, sus ojos llenos de rabia.
-No es nada -dije, mi voz suave, casi angelical.
Pilar me lanzó una mirada llena de odio. Te voy a destruir.
Lázaro la despidió con un gesto.
-Vete de aquí. No quiero verte.
Pilar recordó de repente por qué había venido.
-Pero, Lázaro, el evento de caridad... el premio de mi familia...
-Sé que te importa mantener las apariencias. Iré. Pero solo por los negocios -dijo Lázaro, su voz monótona.
Pilar exhaló un suspiro de alivio. Al menos su estatus social estaba a salvo.
Me lanzó una última mirada de odio antes de salir.
Fingí una sonrisa inocente. Aún no has visto nada.
Lázaro suspiró. Su interés en mí parecía haber disminuido.
El médico me dio de alta. Solo era un esguince leve. Lázaro me llevó a una de sus propiedades. "Estarás segura aquí" , dijo.
Me quiere como su amante secreta. Qué predecible.
Esa noche, Lázaro vino a mi habitación. Acababa de salir de la ducha. Mi cabello húmedo, el camisón de seda que me había puesto.
La combinación de mi vulnerabilidad y mi sensualidad era perfecta.
Lázaro tragó saliva. Sus ojos, llenos de deseo, se fijaron en mí.
Se sentó a mi lado en la cama, me rodeó con su brazo.
-¿Cómo te sientes? ¿Estás asustada? -preguntó.
Fingí un pequeño temblor.
-Un poco.