Amante Fatal, Justicia Inevitable
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Capítulo 4

Natalia POV:

Mi mente se nubló de ira. Quería gritar, quería golpearla. Mi cuerpo entero vibraba de furia.

¡Perra! ¡Te juro que te haré pagar por esto!

Me mordí la lengua. No podía perder el control. No ahora.

Empujé la tarjeta de crédito hacia ella.

-No hay ningún malentendido, señora Muñoz. Usted es una mujer paranoica -dije, mi voz tranquila, mi rostro inexpresivo.

Pilar me miró, atónita. No esperaba resistencia.

Sus ojos se volvieron fríos como el hielo. Un destello de amenaza brilló en ellos.

-Te arrepentirás de esto -siseó.

Se levantó y se fue, sus tacones resonando en el suelo de mármol.

Caminé por la calle, el frío de la noche me calaba hasta los huesos. Mi mente daba vueltas. Pilar ya sospechaba. Necesitaba que Lázaro se rindiera a mí, y rápido.

Pero, ¿cómo? Mis pasos eran lentos. No se me ocurría nada.

Un camión de carga pasó a mi lado, el estruendo de sus motores me sacó de mis pensamientos. De repente, una idea se encendió en mi mente.

Eladio. Su accidente. El camión.

Era arriesgado. Muy arriesgado. Pero no había otra forma.

Marqué el número de Lázaro.

-¿Dónde estás? ¿Por qué no has venido a trabajar? -Su voz era impaciente.

Dejé escapar un sollozo.

-Lázaro, Pilar me... me amenazó. Me secuestró, me humilló en un café... Dijo que me aleje de ti o me hará mucho daño. Realmente la asusté.

-¿Qué? -Su voz sonó aturdida.

Un camión de carga pasó rugiendo a mi lado, justo en el momento exacto.

Grité. Un grito desgarrador.

Mi teléfono se deslizó de mis manos. Caí al suelo. El impacto fue brutal. Todo se volvió negro.

Desperté en una cama de hospital. Mi cuerpo dolía. Cada músculo gritaba.

Lázaro estaba a mi lado. Su rostro, preocupado, me miraba fijamente.

-No te muevas -dijo, su voz suave. Me tomó la mano.

Lo miré. Había una verdadera preocupación en sus ojos.

Las lágrimas brotaron de mis ojos.

-Tenía tanto miedo, Lázaro. Pensé que iba a morir. Ella... ella es una mujer muy peligrosa.

Me aferré a Lázaro. Él me abrazó con fuerza.

Lo logré. Lo tengo. Su culpa era mi aliada.

Lázaro acarició mi rostro. Sus ojos se llenaron de ternura.

-No te preocupes, Natalia. Nadie te hará daño. Yo te protegeré.

Lo abracé más fuerte. No me protegerás a mí. Protegerás tu culpa.

Su respiración se aceleró. Pude sentir su corazón latir con fuerza.

Una oleada de poder me recorrió. Él estaba cayendo.

Lázaro deslizó su mano por mi cuello, su toque suave, casi reverente.

-No tengas miedo, mi pequeña.

De repente, la puerta se abrió de golpe.

            
            

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