Pero de algo que si estaba completamente segura, es que iba a averiguar quien fue la persona que hizo esto, y lo haré pagar.
-¿Ya estás lista? -oigo que pregunta una voz a mis espaldas.
Es chelsea, mi mejor amiga. Lleva puesto una falda, con una camisa roja de tirante, con su cabello castaño suelto, y su maquillaje perfecto.
-Sí. -contesto buscando mi bolso.
Aunque no la veo sé que tiene una cara de horror. Llevo unos jeans desgastados, y una camisa que tiene a pato justo en el medio. Sí, el de Gravity Falls.
Mi cabello no está ni peinado, está igual a cuando salí de la cama. Y mi cara está más pálida que una adolescente cuando le llega la menstruación en la calle, y no tiene tampones.
Así de horrible estoy.
-Pero ¡ni te has bañado! -exclama haciendo ruido por toda la habitación.
-¿Y?
-Es el primer día de nuestro ultimo día en el instituto, y no vas a ir como la novia de un brujo -dice como si fuera obvio.
Eso me hace reír un poco.
-¿Me estás llamando bruja?
-Te estoy diciendo que te arregles porque así no vas a llegar conmigo -contesta.
Y como no estoy de ánimos, dejo que me ayude un poco. Me arregla el cabello lo más que puede, y me maquilla cubriendo las grandes ojeras que tengo por no dormir bien estos días. No me cambio de ropa porque ya le dije que no iba a bañarme y tardar más de lo necesario.
Ya hice un esfuerzo porque me maquillara y peinara.
Al verme al espejo, veo que estoy mejor que hace unos minutos, al menos ya no parezco una bruja.
-Así está mejor. -dice Chelsea con una sonrisa admirando su trabajo bien hecho.
De camino a la preparatoria no hablamos mucho, y agradezco eso porque no es que tengas muchas ganas de conversar.
El auto se llena con la canción que está puesta en la radio. Umbrella -Ember Island.
-¡Nuestra canción! -chilla emociona subiendo el volumen mientras la canta.
No canto, pero la observo con una sonrisa.
Esa canción me recuerda a mi amistad con Chelsea, nos conocemos desde que teníamos 13 años, no es tanto, pero siempre ha estado para mí. Ha sido mi ancla en lo momentos donde mi vida ha sido una puta tormenta. Y eso siempre se lo voy a agradecer.
Acaricio mi muñeca por instinto, y observo el tatuaje de mariposa que hay en ella. Me incomoda el tacto cuando siento la cicatriz que llevo justo en ella. Me hice ese tatuaje para cubrir algo más que esa cicatriz, para cubrir mi pasado.
Meneo la cabeza, olvidando lo que estoy pensando. No quiero recordar.
Al llegar, vemos muchas caras conocidas, unas nos saludan, otras nos miran, y otras solo se limitan a ignorarnos. Y así está bien, no es que seamos la mayor sensación de la preparatoria.
-No quería mencionarlo, pero lo tengo que hacer, -dice mi amiga al llegar a nuestros casilleros,- ¿estás preparada?
Saco un libro, y lo abro para recordar quien es el profesor que me da esta materia.
-Sí, Chels. -contesto mientras saco los demás libros- No es la primera vez que veo clases. -bromeo.
Ella frunce el ceño.
-No, no me refiero a eso. -dice más bajito de lo normal viendo a todos lados- ¿estás lista para ver a Brett?
Lo pienso un momento. Brett. Mi ex, el chico con el que perdí mi virginidad el año pasado, y me engañó con Hasna White, la chica popular que me odia e intenta hacer mi vida de cuadritos cada año.
Sí, todo un cliché. Lástima que en ese cliché no llega un príncipe en caballo, con las facciones de Dios griego, rubio, ojos azules con armadura y una espada para sacarme de todo esto y llevarme lejos del sufrimiento interno que cargo ahora.
Estoy a punto de responder cuando una voz me interrumpe:
-Bonita camisa. -dice una voz masculina que desconozco, pero me desconcierta.
Veo Chelsea roja como un tomate, y no entiendo el por qué hasta que me doy vuelta y veo a la razón.
Mi corazón da un vuelco, y empieza a latir más rápido que de costumbre.
-¿Q-qué? -tartamudeo la pregunta.
¿Estoy tartamudeando?
Sí
Genial.
-Dije, que bonita camisa. -repite un poco más alto que la ultima vez la misma voz.
¿Qué me pasa?
Es un chico más alto que yo, de piel clara, lleva puesto unos jeans negros, y una camisa blanca con dibujos raros en medio, que son geniales. Tiene el cabello un poco desordenado, que no evita que sea sexy. Tiene varios tatuajes, en el cuello, brazos, creo que veo hasta en los nudillos, pero estoy tan absorta para saber de que se tratan.
Este me observa con atención, y una sonrisa maliciosa.
Dios, esa mirada, tiene los ojos más claros que yo, no había conocido a una persona que tuviera los ojos tan lindos, y eso que los mios son verdes. Pero los de él no, son de un azul cielo con un poco de gris, que no se como hace, pero solo con verlos me traen paz.
Y esa sonrisa, tiene los dientes perfectos, se le hacen unos hoyuelos que hacen que me derritan, pero no lo hago notar.
-¿Gracias? -contesto sin saber si es una pregunta o una respuesta.
Y vuelve a sonreír al escucharme.
Oh, Dios. ¿será este mi ser amado?
-Es un lindo cerdo. -dice mirando mi camisa, y volviendo su mirada hacia a mi.
-Es pato. -digo sin pensar.
-¿Pato? -pregunta con un poco de confusión, pero sin dejar de sonreír.
-Sí.
-Pero es un cerdo, no un pato. Los patos son de color amarillo. -señala mi camisa como si fuera obvio.
-Lo sé, pero se llama pato. -contesto.
-¿Y por qué lo llamas pato y si es un cerdo? -me desafía.
-¡PORQUE ASÍ SE LLAMA! -grito.
-¡PERO ES UN CERDO! -grita más fuerte que yo.
-¡LO SÉ! -intento gritar más que él - ¿NO HAS VISTO GRAVITY FALLS?
Se prepara para gritar más que yo, pero se detiene frunciendo el ceño.
-¿Gravity qué? -pregunta aún confuso.
Y se fue el encanto.
¡¿COMO NO VA A SABER QUE ES GRAVITY FALLS?!
Bufo, -Olvidalo.
Me volteo para terminar de meter los libros porque seguramente ya va a sonar el timbre y no quiero llegar tarde el primer día.
Pero como la suerte no está a mi favor hoy, ni nunca. Se me cae un libro.
Me agacho a recogerlo pero unas manos son más rápidas que yo y lo agarran.
-¿Por qué sigues aquí? -le pregunto al desconocido arrebatandole mi libro.
-En mis tiempos se decía gracias. -dice con sarcasmo. Ruedo los ojos.
Al hacer eso veo como se muerde los labios.
-Oh, disculpe. Reliquia de mil años. Dejame limpiarlo para que no se ensucie, -le sacudo un poco la camisa, y al sentir el tacto hace que mis mejillas se tornen carmesí.
Chelsea me agarra la mano, y aunque sé que le divierte la situación, no evita que sea amable con el desconocido que tenemos al frente.
-Disculpa, mi amiga no ha tenido un buen día. -habla Chels y le extiende la mano- me llamo Chelsea.
Este le sonríe y asiente.
Maldita sonrisa.
-Tranquila, se nota que no es tu mejor día.
-¿Eh? -pregunto sin saber a que se refiere.
-Hasta se nota que no te bañaste. Gran comienzo de día.
-Oh, pensé que no se notaba. -dice Chelsea a mi lado con un puchero.
La veo, y la fulmino con la mirada.
-¡Chels!
¡Me puso en evidencia!
Aunque bueno, si lo dijo, es porque se nota. Pero de igual manera él no puede saber eso con certeza.
Cuando voy a contestarle algo muy grosero, suena el timbre.
Mierda.
Terminamos de recoger todo, y al cerrar el casillero noto que él sigue ahí.
Que pesado.
-Bueno, yo me voy porque no quiero llegar tarde el primer día. -y de paso, piensa igual que yo- Adiós Chelsea, fue un placer. -le da una mirada rápida, y luego me ve a mí- hasta luego, pato.
Se da media vuelta, pero se detiene para hablar una vez más.
-Por cierto. Me llamo Zaid. -con eso se va, y se pierde entre los demás estudiantes.
***
Al terminar la clase nos dirigimos a la cafetería. Me siento perezosa en el asiento mientras Chels me mira con una sonrisa.
-¿Y...? -pregunta.
-¿Qué?
-Ese chico Zaid y tú...-dice y sé a donde quiere llegar con esto.
-Ese chico y yo nada. Ni deberías decir nuestro nombres en una misma oración.
-Oh, vamos. Me vas a decir que no te calentó con solo verlo. -dice levantando y bajando las cejas- además, en su pequeña discusión se sintió la tensión. Hasta yo me puse cachonda.
Arrugo las cejas, -¿la tensión?
-Siiiii. La tensión del sexo. -grita un poco fuerte, y algunas personas que están en la cafetería se voltean a mirarnos.
Les sonrío en modo de "disculpa, ella tiene problemas, yo solo soy la que la cuida".
Y parecen entenderlo porque siguen como si nada.
-Baja la voz. No hubo nada, solo te haces ilusiones. -ni yo me la creo- y no quiero hablar del tema.
Ella solo asiente. Cuando sabe que no quiero hablar de algo, siempre lo respeta.
-Vamos a buscar nuestras comidas, ya está llegando más gente y se está haciendo larga la cola. -digo haciendo un ademán de levantarme, pero ella me jala del brazo haciendo que me siente otra vez.
Ay, mi trasero.
-Nuestra comida ya viene en camino. -me pica el ojo.
No entiendo nada hasta que una voces llegan a nuestra mesa.
-¿Alguien pidió un delivery de hamburguesas con papitas? -aparece mi moreno favorito.
-¡Ben! -exclamo, abrazandolo.
Me devuelve el abrazo con más fuerza, mientras una voz carraspea la garganta.
-¿Y yo estoy pintada o qué? -responde la pelirroja a su lado.
-Obvio no, tonta. -también la abrazo. -los extrañé.
Benjamín y Miranda los conocí casi que al mismo tiempo que a Chels, solo que ellos vinieron en paquete, cuando los conocimos, ya estaban juntos. Sí, desde muy chiquitos, no sé como lo hacen, yo tuve una sola pareja y me puso lo cuernos. Les pediré el tip.
-Y nosotros a ti.
Nos sentamos, empezando a comer, de verdad esto sabe muy bien, o no sé si es que yo tenía demasiada hambre. Mi apetito ha vuelto.
-Todo esto sabe muy pero muy rico. -comenta Chels con papitas en la boca.
-¿Y que tal el viaje? -les pregunto a ambos.
En estas vacaciones se fueron a Hawái, los padres de Ben son adinerados, y trabajan yendo de un lado a otro. Ben está casi siempre solo en su casa, ahí es donde solemos ir para disfrutar, hablar, o bañarnos en la inmensa piscina.
-Fue un sueño. Siempre había querido ir, y bañarme en esas hermosas playas. La vista desde hotel cuando llegaba el atardecer, era...-dice Miranda sacando su teléfono- veanlo ustedes mismas.
Y sí, el atardecer era muy hermoso, sus colores peculiares, como se completan entre sí haciendo arte. Es increíble lo que puede llegar a hacer el cielo, y los colores exactos en el momento justo, provocando un atardecer impecable.
Miranda nos siguió contando emocionada, desde que la conozco siempre había querido ir para Hawái, me alegro mucho por ella, y que ambos estén feliz. Estas 3 personas que están a mi alrededor, son mis personas favoritas en el mundo, y el miedo que tengo de perderlas hace que me de una puntada en el pecho.
-Queríamos decirte que también lo sentimos...-a Miranda le empiezan a salir lágrimas- no sabiamos si ir a tu casa, llamarte, o enviarte un mensaje. Llegamos días antes de que eso pasara y escogimos no hacer nada.
Sé a que se refiere, a la muerte de mi hermano.
-No es culpa de ustedes, yo lo escogí así. Estoy segura que si al funeral no fueran ido solo familia, ustedes fueran estado ahí, a mi lado. -digo con sinceridad.
-Sabemos lo duro que es esto para ti, peque, si necesitas algo no dudes en llamarnos, nosotros también somos tu familia. Y te conocemos, además que Chels nos dijo que querías tu espacio, por eso no fuimos a tu casa, incomodarte es lo último que queremos hacer. -habla Ben con sinceridad en su ojos. Y veo que se le cristalizan un poco.
Ben no es de llorar, nunca lo he visto llorando, y verlo en ese estado, hace que yo quiera llorar.
Pero no puedo, no me sale nada.
Escucho que absorben la nariz a mi lado.
-Joder. Eso estuvo muy bonito. -dice Chels llorando a moco suelto.
-No saben cuando los quiero chicos, y sé que ustedes hasta matarían por mí. -digo con sinceridad- gracias por todo.
Nos abrazamos como podemos intentando no ensusiarnos por la comida.
Ben se no logra sujetarse más, y la cara le cae en la salsa de las papitas haciéndonos reír.
El gruñe, -no es gracioso. -se limpia y veo una pulserita plateada que brilla en su muñeca.
-Qué linda pulsera.
Miranda parece reflexionar y busca como loca en su bolso, logrando conseguir una cajita blanca.
-Casi se me olvida. -saca dos pulseras igual a la que tiene Ben en la muñeca. -le compramos un obsequio. Una para Chels, y otra para Án, -nos ofrece la pulsera que adorna nuestra muñeca- ¡Ahora sí! Nuestra amistad no tiene comparación, son los mejores. -dice elevando la muñeca que tiene la misma prenda que nosotros.
Toco los dos collares de corazón que tengo, y los observo con cierta nostálgia.
Ojalá estuvieras aquí.
Vamos a clases y al salón veo que me falta la mochila.
Buena esa, Ángeles.
-Ya vengo, dejé la mochila en la cafetería. Guardame un puesto. -le aviso a Chelsea, quien asiente mientras va a apartarnos los asientos.
Cuándo llego a la cafetería me dirijo directo a la mesa donde estábamos, por mi mochila.
Pero nada.
Estoy segura que haberla dejado aquí. No solo pudo desaparecer y ya. Alguien se la llevó.
Mientras sigo buscando, mi móvil vibra dentro de uno de mis bolsillos.
Frunzo el ceño. Es raro que me escriban a esta hora.
Y no sólo eso. Es raro que me escriban a mí. Es un mensaje, cuando lo leo se me eriza la piel que llega hasta mi espina dorsal. Y no por quien lo escribió, sino por lo que escribieron.
X: Yo sé quien lo mató.
***