Lo extrañaba tanto. Cuándo era pequeña mi padre podía equilibrar mejor el trabajo con su vida personal. Podía pasar más tiempo con nosotros, pero al pasar los años, fuimos creciendo, y aunque a mi mamá le va bien en su tienda, no eran suficientes para cubrir todos los gastos de la casa y de nuestros estudios.
Así que papá pidió horas extras en el trabajo, cosa que hizo que disminuyera su tiempo en casa con nosotros, pero lograba cubrir cada gasto. Se volvió mejor, y ahora gana más. Ya no era necesario que trabajara tanto. Pero un caso de hace 3 años no lo dejaba dormir, y ahora está el de mi hermano. Ya no creo ni que duerma bien.
-Te extrañé tanto. -digo contra su pecho, sigue oliendo como siempre.
-Y yo a ti, mi pequeña.
Quisiera quedarme así por siempre. Él es de las pocas cosas que me importan en la vida, y saber que no pueda llegar un día a casa, hace que se me arrugue el corazón.
-¿Qué haces aquí? -pregunto, mientras nos sentamos en el sofá.
-¿Me estás corriendo? -finge una voz de dolor.
-Sabes que no. Si es por mí, te guardaría en mi armario para que no salieras más. -bromeo.
Él ríe, y no me había dado cuenta, cuánto había extrañado esa risa.
-Espero que haya comida al menos. -sigue mi broma.
-Solo si te portas bien.
Ambos reímos. Hasta que se torna un silencio que conozco bien. Cuándo papá viene no es por nada, y mamá dijo que era una emergencia, supongo que era por él.
-¿Qué pasa, papá? Sé que no estás aquí porque sí.
-Tenemos que hablar, Ángeles.
Oh, oh.
Cuándo mi papá se pone serio es porque la cosa es grave.
-Te juro que yo no he hecho nada. -respondo al instante- Chelsea fue la que le echó pescado crudo en el bolso de la señorita Smith. Yo no tuve nada que ver. -levanto las manos, y niego con la cabeza.
-No es es... -frunce el ceño- ¿pescado crudo? -dice con una muesca de asco. Y sí, fue asqueroso. El salón solo olía a eso.
La señorita Smith había reprobado a Chelsea en unos exámenes de repaso que hicimos esta semana. Ella desde el año pasado sospechaba que tenía algo en su contra, pero no le creí hasta ahora porque en este examen hicimos todo igual sin que se diera cuenta. Y yo saqué "A" y ella "-D".
Así que le creí, las respuestas eran la misma, pero no la calificación. Menos mal que era solo de práctica.
Así que al salir ella del salón, Chelsea me pidió que vigilara y le avisara. No sabía que iba a hacer hasta que ella volvió, y pegó un grito que se escuchó hasta en Júpiter. Al abrir su bolso tenía pescado crudo, y el olor no fue para nada soportable.
-No, nada. -cambio el tema- dime cuál es el problema.
-¿Por qué crees que es un problema?
-Porque estás aquí. -contesto como si fuera obvio.
Se toma unos segundos, hasta que al fin respondo.
-Sé lo de los mensajes. Y me decepciona mucho que no hayas acudido primero a mí. -me reprocha.
-¿C-cómo sabes? -es lo único que consigo decir.
-Eso es lo menos importante. Esto es grave Ángeles, no es un juego.
-Está bien, lo entiendo. Pero dime quién te dijo, ¿fue Chelsea? -es lo que quiero saber- si fue ella, ahora si la voy a mat...
-No fue ella. -me corta- fue Lucas. El amigo de tu hermano.
Menudo traidor. Y yo que confié en él.
-Y me alegro que me lo haya dicho. La persona que está detrás de esto no anda con juegos, Ángeles.
-¿Y qué se supone que deba hacer? Tú no estabas. Y sé que estás ocupado con tus casos, no quería ser un problema. -digo en voz baja.
Agarra mi cara con suavidad para centrar sus ojos en mí.
-Escucha esto. Tú nunca serás un problema para mí, eres mi hija, y eso significa que eres mi responsabilidad. No te quiero perder a ti también.
Mis ojos se cristalizan, pero no lloro. Yo no quiero ser otro dolor para mis padres, no quiero. Sé que no lo soportarían.
-Tienes razón. -respondo- ¿qué hacemos?
-Primero que nada: averiguar quién está detrás de estos mensajes. -Como si ya no lo fuera pensado.
-Uy, que genio. -ignora mi sarcasmo.
-Y segundo: Lucas te va a cuidar. Él es quien te llevará a la preparatoria, y al grupo de apoyo. -lo dice como si fuera lo más normal.
-¿Es una broma?
-Sabes qué no lo es.
-No necesito un niñero. ¡ya voy a cumplir 18! -inquiero.
-Tu misma lo dijiste. Aún no tienes 18, y mientras tanto haremos lo mejor para tu seguridad.
-¿Él lo sabe? -pregunto.
-Sí.
-¿Y qué dijo?
-Qué está encantado de ayudar.
Sí, es una broma.
-Papá... -intento decir.
-Ángeles, no está en discusión. Fuera sido distinto si me fueras avisado antes, pero por ahora, esto es lo que haremos.
-No estoy de acuerdo. No soy una niña de 10 años, y no necesito que alguien me cuide.
-Solo hago lo que no pude hacer con ellos, y sí esto es lo que queda, lo haré. -su voz se rompe- ya perdí a dos hijos. No quiero perderte a ti también.
Y entonces caigo en cuenta.
Me he refugiado en tratar de saber quién fue quién lo asesinó, y no he asimilado que en verdad se ha ido. No quiero aceptarlo, porque en el momento en que lo acepte, no sé que podría pasar. No quiero que perder el control al igual como hice con ella.
Con mi hermana gemela. Adela.
Hace 3 años.
Sigo tirada en mi cama, aburrida. Buscando cualquier cosa que hacer.
Mi mamá está trabajando. Mi hermano está de seguro con su novia Cristal. Mi padre y mi hermana están de viaje en Inglaterra.
Y yo, bueno, aquí con salud.
A mi padre le salió un caso en Inglaterra, y podía llevar a una persona con él. Ya que iban a celebrar algo del padre. Inicialmente iba a ir mi hermano, pero él no quiso, ¿pueden creerlo? El amor lo tiene mal.
Entonces, quedaba entre Adela o yo. Obviamente ambas queríamos ir, pero no podía ser a la suerte, tenía que ser algo justo. Así que ella sugirió que cada una hiciera su especialidad en la cocina, y a quién le quedara mejor, ganaba.
Yo no estuve de acuerdo, pero mi papá estaba apurado y era la única idea que había.
Al final ella ganó.
Hizo lasaña con la receta que era de la abuela. Fue la mejor lasaña que probé en mi vida. A parte de la de mamá, claro.
En mi defensa, lo único que sé hacer son palomitas. Y no es por presumir, pero me quedaron muy buenas, como las del cine. Pero al final, no fue suficiente. Así que ella está disfrutando del viaje, y yo estoy aquí en mi cama, mirando hacia el techo.
Me toco el collar de forma de corazón que tengo colgando alrededor de mi cuello que dice "siempre", el otro lo tiene Adela que dice "juntas". En nuestro cumpleaños 12 se lo regalé, desde que lo vi, supe que era perfecto para nosotras.
Espero que se la esté pasando bien. Salgo de mis pensamientos cuando abren la puerta de mi cuarto.
Es mi hermano.
Se tira a mi lado, y es raro que haya vuelto tan rápido.
-Nunca tengas pareja. -dice, boca abajo de mi cama.
-¿Peleaste con Cristel? -asiente- ¿y ahora por qué?
-Ni siquiera lo sé. Ustedes las mujeres son tan complicadas.
Eso me ofende.
-¡Oye! -le pego con la almohada.
-¿Cómo crees que están mis cejas?
Frunzo el ceño.
-¿Ah?
-¿Qué cómo crees que están mis cejas? -vuelve a preguntar.
-¿Bien? -sigo confundida.
-agh. -entierra su cara en la almohada.
-No entiendo a que viene esto ahora.
-Qué ella piensa que mis cejas están gruesas.
-¿Y?
-Qué quiso depilarlas y no la dejé.
-Oh.
-Sí. Oh.
Algo no me cuadra.
-¿Seguro que es por eso? -pregunto.
-¿Por qué más?
-Sólo que ella no suele molestarse porque sí. Tu la conoces.
-¡Lo sé! Por eso no entiendo.
-¿Qué te dijo antes de eso?
Hace como si estuviera recordando.
-Cuándo llegué a su casa, me besó como siempre y me hizo una cena sorpresa, con velas y todo.
-¿Qué más?
-Me dijo algo como recordando cuándo nos conocimos.
-¿Y cómo se conocieron? -esto se está poniendo interesante.
-Bueno. Comenzando la preparatoria unas chicas estaban haciendo curso de pestañas, uñas, cejas y no sé que más. Y como mis amigos querían ligarselas se ofrecieron para que practicaran con ellos. A mí no me gustaba mucho la idea, hasta que la vi, no tenía a nadie, y parecía estar triste, -continúa,- así que decidí acercarme para ser su modelo. Su especialidad eran las cejas, así que me dejé, dejando mi masculinidad a un lado.
Pienso, pero algo sigue sin cuadrarme.
-¿Seguro que no se te escapa nada?
Piensa, y piensa, hasta que algo hace click en su cabeza.
-Oh, sí. -revisa sus bolsillos sacando una cajita azul- me dio también esto.
Agarro la cajita, y al abrirla veo una hojilla que brilla gracias a la luz de mi cuarto.
-¿Una hojilla? -pregunto, desconcertada.
-Sí. Dijo que para recordar o algo así. La verdad es que no entendí.
Escucho como mi cabeza hace un click, uniendo todo.
Le doy una golpe en el hombro.
-Auch. -se queja- ¿a qué ha venido eso?
-¡Qué eres un imbécil!
-¿Y ahora por qué?
Es increíble que no lo haya notado aún.
-¿Te acuerdas de la fecha del día que se conocieron?
-Claro. -dice como si fuera obvio.
-¿Cuál es la fecha?
Esto se pone bueno.
-¿A qué viene esto ahora? La fecha no me ayudará a resolver las cosas con mi novia.
-Yo creo que sí. -digo con una sonrisa.
-¿Por qué lo dices?
-Solo dime la fecha, y entenderás.
Me da una cara de fastidio, pero accede.
-10 de Junio.
-¿Y qué fecha es hoy?
Mira su móvil.
-10 de Ju... -se corta- mierda. Soy un imbécil.
-Yo te lo dije. -me río.
-¿Cómo se me pudo haber olvidado? -se pasa las manos por la cara- con razón se molestó cuándo le dije que depilarse las cejas no era de hombres.
-Muy mal, hermanito. -palmeo su hombro.
-Gracias. Si no fuera por ti, aún pensaría que mi novia está loca.
-Con este tema si se ponen locas. -bromeo.
-Tienes razón. -se burla- Te recompesaré por tu ayuda.
No entiendo lo que dice, hasta que veo que se acerca a mí, moviendo las manos.
Oh, no.
Ya se que significa eso.
-¡Cosquillas! -empieza haciéndome cosquillas en el estomago.
Odio las cosquillas. Me hacen sentir debilidad, y es algo que no puedo controlar.
-Ya.. por.. Favor... -intento decir entre risas.
Se detiene, y ambos nos reímos mientras intento golpearlo con la almohada, pero él me esquiva.
-No sé que haría sin ti. -le digo.
-No te pongas sentimental, porque después yo me pongo así. Y eso no se vería bien en mí currículum.
-¿Qué currículum?
-El de hombres macho pecho peludos. -me empiezo a reír.
Está loco.
Mi puerta se abre, mostrando a mi madre. Pero no es la misma madre que yo conozco.
Tiene la cara hinchada de tanto llorar, los labios pálidos, y su vista está perdida. Como si fuera un zombie. Su mirada se enfoca en nosotros, y el labio le tiembla. Parece que quiere volver a llorar.
Mi hermano y yo nos miramos, y enseguida nos acercamos a ella para que se siente con nosotros.
-Mamá... ¿qué tienes? ¿qué pasó? -pregunta mi hermano claramente preocupado.
-Ella... No... Muerta... -balbucea.
Y yo ya me espero lo peor.
-¿Quién es ella?
Mi corazón empieza a latir con fuerza.
-Adela... -dice con la voz baja- Adela está muerta.
Y siento mi mundo desmoronarse.
No, no. No puede ser. Ella no puede estar muerta. Me levanto rápidamente, y escucho como me llaman pero no hago caso. Bajo las escaleras y salgo corriendo con mis lágrimas recorriendo mis mejillas.
Mi rodillas caen ante un césped, y no me importa si me ven. Empiezo a llorar con más fuerza. Y siento mi garganta descargarse con cada grito.
Veo mis manos, y veo como la sangre cae desde mis muñecas. Me he cortado, tengo la hojilla en mi mano derecha y no sé en que momento la he agarrado, solo sé que me corté.
Y qué no me duele. Al contrario, se siente liberador.
Sigo viendo la sangre caer. Me siento mareada y cansada. Siento mis párpados cerrarse poco a poco.
-Pero ¡¿qué hiciste?! -intentan parar el sangrado.
Siento como me cargan en brazos, y caigo en cuenta.
Mi hermana gemela. La que siempre ha estado conmigo, mi otra mitad, la que me cuidaba cuando otras personas se metían conmigo, la que me animaba a seguir con el fútbol a pesar de que decían que era para hombres. La que gritaba mis goles. La que celebraba mis victorias, y me apoyaba en las derrotas. La que me daba consejos con los chicos. Y a la que ya no podré escuchar su voz, porque ella no está.
Está muerta.
Mis párpados no soportan más, y todo se vuelve negro.
***