Capítulo 9 Situación incomoda

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 8.

Autora; Patricia López

Anoche pensé que no saldría bien librado de la situación tan incómoda con Bárbara. Cómo decirle que no sin que ella lo viera como un rechazo. Menos mal me salvó Ricardo que tocó la puerta, quería ver cómo estaba Bárbara. Antes que él entrara la pude alejar de mí. Respiré aliviado, bajé con Ricardo a la sala y pude ver la expresión de molestia de Bárbara por la interrupción.

Me invitaron a comer y no pude negarme, Bárbara seguía actuando tan tranquila y eso me parecía un poco extraño, esa calma me producía miedo. Hablaron de la cita que tenía con el psicólogo, era un conocido de Ricardo. Ella se negaba a ir, hasta que yo le dije que la acompañaba y ella aceptó.

...

Tenía la cita a las 10:00 AM, quedé de pasar por ella y recogerla para irnos juntos. Solo esperaba salir de todo eso lo más rápido posible, me di una ducha rápida, elegí un pantalón gris, camiseta blanca y un abrigo oscuro. Antes de ir a casa de Bárbara pasé a visitar a alguien muy importante para mí. Dejé mi auto, miré todo el lugar, respiré profundo varias veces antes de cruzar la reja.

Ahí en ese lugar todo era silencio y por más soleado que estuviera, el frío siempre estaba presente. Caminé despacio con unas rosas rojas en mis manos haciendo un esfuerzo para no llorar. En el fondo en una pequeña casita estaba su lápida tan impecable y llena de flores, así lo ordenó mi madre. Retiré algunas flores secas y puse las que yo traía. Con la yema de los dedos toqué las letras que estaban grabadas en la placa, su nombre completo, fecha de nacimiento y la fecha en la que se fue de este mundo, acompañado de un pequeño letrero:

«Dejaste un vacio en nuestras vidas, pero tu sonrisa estará grabada en nuestros corazones eternamente»

Una sonrisa acompañada de un par de lágrimas se hicieron presentes, es que recordé algo que ella decía mucho sobre esos temas. Un amigo cercano de la familia había fallecido y yo le dije que debíamos ir al velorio.

Flashback...

-¡Me da una flojera!

Hizo un gesto de puchero.

»Yo amo reír, a esos lugares solo va gente a llorar, son momentos muy tristes, además no me gustan los velorios.

-Yo sé que lo tuyo es estar sonriendo, pero por consideración debemos ir -pasé mi brazo por encima de su hombro-, ¿Por qué no te gustan los velorios? ¿Te da miedo?

-Sí, me da un poco de miedo.

Sonreí.

-Yo te cuido.

-Eso lo sé tontito, tú siempre me cuidarás -pellizcó mis mejillas-; ¡Matías! No me gustan los velorios, tanto así que cuando yo muera no iré al mío, que pereza verlos ahí chillar por mí.

Soltó una carcajada y yo solo fruncí el ceño.

-¡No me parece chistoso!

-Si yo muero antes no vayas a dejarme tan sola allá en ese lugar, el silencio, el frío, todos tan callados, tú debes ir a visitarme, ok. Sabes que lo mío es hablar y hablar.

Soltó otra carcajada.

Fin del flashback.

-Aquí estoy hermanita, como me hiciste prometer ese día molestando que no te dejara sola tanto tiempo, no todas las promesas te las pude cumplir, te fallé...

Mi voz se quebró como un castillo de naipes, ahora todo era borroso porque mis lágrimas no me dejaban ver nada con claridad.

»No pude cuidarte, no pude hacerlo, eso me duele en el alma, eres mi niña y yo no pude hacer nada, tú decías que yo te cuidaba siempre, pero ese día te fallé, no estuve ahí para ti y eso me mata.

Dejé que mis lágrimas limpiaran el dolor de mi alma, dicen que llorar sirve para retomar fuerzas y seguir. Me quedé una hora hablándole a esa tumba, que diferencia, ahora yo soy el que habla y ella escucha, cuando antes ella no podía permanecer en silencio por más de cinco minutos.

-Antes de irme quiero pedirte que me eches la manito, ayúdame a salir bien librado de esta situación con Bárbara, te amo hermanita, pronto volveré.

Miré la tumba una última vez antes de salir, limpié mis lágrimas y traté de sonreír, eso es lo que a ella le hubiese gustado. Siempre que ella tocaba ese tema, decía que ella no se pensaba morir joven, que cuando tuviera unos ochenta o noventa y cuando eso pasara quería que la recordáramos con una sonrisa. Me decía, si te pones a llorar vengo a halarte los pies, no imaginan las veces que lloré al menos para saber si podía sentirla así, pero no, nada pasó.

Me subí al coche y pasé por casa de Bárbara para irnos a la cita. Me saludó con un beso fugaz en la boca que yo no correspondí, solo sonreí como un completo idiota, porque no sabía que más decir. Le dije que estaba hermosa, ella agradeció y salimos al consultorio.

Estábamos esperando que fuera su turno, la veía impaciente, jugó con su bolsa, sus uñas o sus dedos, no dejó de mover los pies, estaba ansiosa, la conocía perfectamente.

-¿Estás bien? -inquirí.

-Sí-sí, no pasa nada -se levantó-, sabes, esto es una perdida de tiempo, deberíamos irnos.

La tomé del brazo impidiéndolo.

-Ya estamos aquí, nada perdemos, ¿no crees?

Asintió no muy conforme, se sentó junto a mí siguió moviendo los pies y las manos, parecía que tuviera ganas de hacer pipi y justo en ese momento se abrió la puerta. Salió un doctor de unos 40 años, revisó unos documentos que tenía en la mano y la llamó por su nombre. Ella se levantó y caminó hasta él, él se quedó mirándome.

-¿Usted es?

Antes que yo pudiera responder, ella lo hizo por mí.

-Mi novio.

Solo respiré profundo y el doctor se quedó mirándome.

-Usted también puede pasar, si así lo desea.

-No -refutó Bárbara.

-Me parece bien.

Me levanté y entré con ellos, a mí sí me interesaba mucho lo que el psicólogo tenía que decirle, para poder aclarar mis dudas y salir de ese problema.

-Mi nombre es Gabriel Toro, aquí tengo tu expediente, ¿Bárbara?

Ella asintió.

-Ya te valoró psicología, te enviaron a tratamiento, ¿es correcto?

Ella me miró.

-No creo que sea bueno que Matías este aquí.

El doctor se removió de su silla y la miró directo a los ojos.

-¿Pero no acabas de decir que es tu pareja? A él también le interesa este tema, más si tu diagnóstico es por celópata.

Mis ojos se abrieron como platos cuando escuché la palabra celópata. Yo solo la miré, ella nunca mencionó nada de eso. Se levantó furiosa y empezó a gritar, ya se me hacía raro tanta calma.

-¡Yo no tengo nada de eso, yo no estoy loca!

El doctor permanecía sentado muy tranquilo y solo la observaba.

-Bárbara, nadie esta diciendo que estás loca, solo te dieron un diagnóstico de unos celos patológicos.

Su cara estaba roja y yo solo esperaba que saliera otra vez esa mujer.

-Este trastorno se trata de sospechas imaginarías e infundadas, generalmente sin corresponder con la realidad sobre su pareja. Estos celos patológicos pueden generar actitudes como, la inspección obsesiva repetitiva y continua de cosas para comprobar si el compañero puede estar traicionándolo.

Ella negó, y yo seguía escuchado muy atento.

»Evita encuentros sociales; cree que cualquier persona puede estar facilitando la traición de la pareja.

Cada palabra era verdadera, yo estaba perplejo.

-¡Matías! Tú sabes que eso no es verdad -murmuró Bárbara.

-Deja que el doctor continúe.

Respondí lo más seco y ella solo guardó silencio.

-Bueno, continúo, la persona pierde el control con mucha facilidad y tiene actitudes violentas. Siente un deseo incontenido de controlar al compañero viéndolo como su posesión, quiere atención exclusiva.

Era como si ese doctor estuviera resumiendo mi vida con ella, ella solo susurró en voz baja mientras negó. «Mentiras»

»Finge comprensión para interrogar al compañero, para buscar evidencias y confesiones que confirmen sus sospechas, pero la confesión no lo satisface, ahí vuelve la torturante búsqueda de la confesión.

-Yo no tengo nada de eso, ¿verdad Matías? Dile.

Ni siquiera la miré, solo miré al doctor, sentía la mirada de Bárbara atravesarme la espalda como un cuchillo.

-Continúe doctor, por favor.

Le pedí, solo sentí un gruñido.

-Los celos tienen un tiempo de duración indefinida, la persona generalmente no se acepta como celosa. Es disimulada, miente mucho, se engaña y puede llegar al homicidio o atentar contra su vida, por tener patologías emocionales serias.

Todo se removió dentro de mí, como un huracán cuando escuché esa palabra «homicidio» por un problema así, mi hermanita ya no estaba, por una persona que imaginé tenía una gran cantidad de problemas que nunca reconoció.

-¿Qué se puede hacer doctor?-inquirí con mucha curiosidad, mientras Bárbara me mató con la mirada.

-Bárbara debe iniciar un tratamiento lo más rápido posible.

-Yo no voy a iniciar nada.

Se levantó furiosa.

-¡Yo no tengo nada!

-Atentaste contra tu vida, ¿lo recuerdas?

La miré.

-Te dije que fue un mal momento de mi vida, ya pasó.

Bajé la mirada.

-Según tú, lo hiciste porque yo sería la causa de tu muerte sino volvía contigo.

Se puso pálida, sentía su mirada.

-Creo que este tema no le incumbe al doctor -habló entre dientes.

-Si es para buscar tu bien sí.

-No ventilaremos nuestros problemas de pareja aquí.

Volvió a hablar entre dientes. La miré y me levanté.

-Solo hay un pequeño problema, nosotros no somos una pareja y tú lo sabes.

Lo dije, por fin lo dije, no saben el peso que me había quitado de encima. Ella se quedó inmóvil y el doctor solo la observó.

-Bárbara, el primer paso para empezar es que tú reconozcas que necesitas ayuda.

Comentó el psicólogo.

-¡No voy a reconocer nada, porque yo no tengo nada, no necesito nada!

-Lo que tú dices sentir por Matías no es amor.

-¿Es qué usted puede saber lo que siento? -inquirió ella molesta.

-Bárbara, querer poseer al otro no es amar, el amor verdadero respeta la autonomía de la persona amada. No le bloquea su libertad, más bien el celo enfermizo es muestra de un gran egoísmo, de un focalización en la propia persona, sin importarle cuando sufre o padece quien lo acompaña.

Bárbara se quedó en silencio.

»La mayoría de las veces las parejas se terminan, se rompen al generar este tipo de comportamientos se torna complejo vivir de esa manera. Eso es lo que les pasó a ustedes, Bárbara estás a tiempo de encaminar tu vida.

-¡Yo no estoy enferma! ¡No soy una celosa, loca y compulsiva! ¡Se equivoca!

Se levantó y salió de la sala azotando la puerta con fuerza. Quise seguirla, pero tenía muchas dudas y ese era el momento perfecto.

-¿Qué se puede hacer doctor? -inquirí.

-Lamentablemente si ella no reconoce que tiene un problema nosotros no podemos hacer nada.

-¿En serio? No se puede hacer nada.

-No. Bárbara tiene que recocer que tiene un problema, lo único que se podría hacer es internarla, pero llegamos a lo mismo. Si estando internada ella se niega a recibir un tratamiento, no podemos obligarla.

Me doblé sobre mí mismo tratando de respirar, me incorporé soltando todo el aire acumulado.

-Ella cree que regresamos y yo solo la estaba acompañando para que se dejara curar, ahora todo es tan confuso.

-Matías, si la víctima del celópata cede a las exigencias propuestas la situación empeorará, pues las obsesiones no tienen limite alguno y suceden unas a otras en una espiral sin fin. Si cambia su vestimenta, no llama por teléfono, sale menos de su casa, está lejos de tranquilizar al enfermo. Le despierta aún más la desconfianza, pues en estos casos interpreta que está siendo víctima de una infidelidad mental.

Cada palabra de ese doctor me dejaba más sorprendido .

»Ten en cuenta que si tu pareja dice a menudo que se va a matar, especialmente cuando las cosas no van a su manera, no está mostrando amor o un gesto romántico; probablemente está tratando de controlar tus acciones, ella ya lo hizo una vez y lo intentará hasta que logré lo que quiere. Por eso no debes ceder, no le ayudarás, será peor para ella.

Eso era demasiado complicado, por un lado podía estar tranquilo, no me tenía que quedar con ella por lástima.

-Pero recuerda, no eres el consejero de tu ex pareja y no la puedes forzar a obtener ayuda, de hecho nadie puede hacerlo si ella no quiere. Tiene que ser una decisión tomada por ella. Y otra cosa, recuerda esto; no eres responsable de lo que hace tu pareja, tienes que convencerte a ti mismo que no puedes controlar lo que hace o deja de hacer tu ex pareja. Si la relación no da para más, nadie debe controlar lo que haces y es necesario que encuentres las fuerzas para separarte.

Me senté de nuevo, escuchaba muy atento.

-Matías, no te sientas paralizado cuando Bárbara vuelva a amenazar con suicidarse si la dejas, quedarse en una relación así, solo empeorara las cosas. A pesar del miedo, la impotencia o la debilidad, tienes que ser un hombre fuerte y más inteligente. ¿De qué sirve tener una pareja fingiendo que se queda sin quererlo realmente? Si te quedas, en el futuro pueden haber más amenazas sobre algún otro conflicto.

Eso era lo que yo quería saber para poder continuar con mi vida. Si aclaraba las cosas con ella no le haría ningún daño, el daño se lo hacía ella por no querer seguir un tratamiento. Podía respirar aliviado, podría seguir con mi vida y eso solo sería un mal recuerdo.

Continuará....

            
            

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