Errores imperdonables, deudas impagas
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Capítulo 9

El secuestrador se rio, un sonido áspero y chirriante.

-Mucho. -Empujó a Sofía lejos del borde del muelle de carga-. Eres libre de irte. Estamos a mano, Valdés.

Kael se tambaleó hacia Sofía, con los brazos extendidos. Pero justo cuando la alcanzó, la sonrisa del secuestrador se volvió venenosa. Con un empujón final y brutal, arrojó a Sofía por el borde.

Ella gritó mientras caía al agua negra de abajo.

Sin pensarlo, sin un sonido, Kael se lanzó al agua tras ella. Sus cuerpos desaparecieron bajo la superficie turbulenta.

El secuestrador y sus hombres se dispersaron, escapando en la noche justo cuando el primer lamento de las sirenas se acercaba.

Elena se quedó congelada en el taxi, sus dedos acariciando inconscientemente la pantalla lisa de su teléfono. Las luces rojas y azules de los coches de policía que llegaban bañaron su rostro, llamativas y surrealistas.

Observó cómo los buzos de rescate los sacaban del agua. Kael estaba inconsciente, su cuerpo flácido, pero incluso entonces, su mano estaba enredada en el cabello de Sofía, un agarre inquebrantable. Fueron levantados en camillas, un trágico cuadro de devoción.

La vista fue un golpe físico. Era la prueba final e irrefutable. Todos sus sacrificios, su dolor, su sangre, todo fue por Sofía.

Elena se quedó en el taxi durante mucho tiempo, viendo desaparecer la ambulancia, sus sirenas desvaneciéndose en la noche. El conductor finalmente carraspeó.

-¿A dónde, señorita?

Cerró los ojos. El amor que había sentido por Kael, una enredadera terca y tenaz, finalmente se marchitó y murió. Dejó atrás solo un vacío estéril.

-Lléveme a la mansión -dijo-. Necesito recoger mi equipaje. Luego, al aeropuerto.

-¿No va a ir al hospital? -preguntó el conductor, su curiosidad pudo más que él-. Ese tipo... parecía que estaba muy mal. ¿Es amigo suyo?

Elena pensó en todos los años, en la cama compartida y los desayunos silenciosos. Pensó en la forma en que había sangrado por Sofía, la forma en que se había lanzado al agua oscura sin dudarlo.

-No -dijo, su voz clara y vacía-. Es solo un antiguo compañero de clase.

Se casaba en dos días. No iba a perderse su propia boda por un hombre que nunca, jamás, la elegiría.

Mientras tanto, en una estéril habitación de hospital, Kael se recuperaba lentamente. La investigación fue rápida. Los secuestradores fueron atrapados, el disco duro fue recuperado y su empresa estaba a salvo. Todo había vuelto a la normalidad.

Excepto que no era así. Una extraña inquietud lo atormentaba. Sentía un malestar que no podía nombrar, un persistente dolor de miembro fantasma. Seguía revisando su teléfono.

Elena no había llamado.

Intentó recordar la última vez que habían hablado. El día del secuestro. Ella había estado allí, en la sala, tratando de decirle algo. Él la había ignorado para correr al lado de Sofía.

Debió haber oído que estaba en el hospital. ¿Por qué no había venido? La pregunta lo carcomía. Esa era la fuente de su ansiedad. Su ausencia.

Recordó la invitación de boda. Se suponía que asistiría a la boda de una amiga. Sintió una punzada de culpa. Debería haber ido con ella.

Decidió llamarla. Quería ver su rostro, dejar que viera lo herido que estaba, para provocar la simpatía a la que se había acostumbrado tanto.

Intentó una videollamada. No hubo respuesta.

Envió un mensaje de texto. `¿Estás ocupada?`

Su respuesta fue casi instantánea. `Un poco. ¿Qué pasa?`

El tono casual, casi despectivo, lo sorprendió. Escribió un largo mensaje, explicando sus heridas, su agotamiento. Lo borró. No quería parecer débil.

Envió un simple, `Te extraño.`

Su respuesta llegó un momento después. `Prende la tele.`

Estaba confundido. `¿Por qué? ¿Sales en la tele?`

No hubo respuesta.

Un pánico irracional se apoderó de él. Su corazón comenzó a martillar contra sus costillas. Buscó a tientas el control remoto y encendió la televisión.

Estaba sintonizada en un canal de noticias local, transmitiendo un evento en vivo. Una boda de la alta sociedad. La voz del presentador retumbó desde los altavoces.

-Y aquí viene la novia, la heredera tecnológica Elena Garza, del brazo de su orgulloso esposo, Eduardo Ríos...

                         

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