Capítulo 2 No.2

8:15 am

—Buenos días. —entró con cuidado al salón— Disculpa profesora, ¿puedo pasar?

—Llega 15 minutos tarde, Rey. —dijo la profesora Sava, daba clase de química, honestamente no era la mejor profesora, pero al menos la dejaba pasar cada que llegaba tarde— Ya es la primera vez en este nuevo año, y en el primer día, new record.

—Disculpa, profesora, es que... A mí mamá se le dañó el carro, y como no hay repuestos, bueno, usted sabe cómo está la cosa.

—Pero qué raro, ¿no? Siempre te pasa algo a ti. —contestó la profesora— Ya, siéntese, hágame el favor.

—Ay, profesora, pero si ella llega tarde a cada ratico en todas las clases, ya citen a sus representantes. —habló Paula— No es justo que a ella sí la deje pasar y a los demás nos dejen en la coordinación por llegar tarde.

—Teixeira, primer día y ya está metiéndose en asuntos que no le importan. —le dijo la profesora— Hágame el favor de guardar su teléfono y copia lo que está en el pizarrón, gracias.

Paula Teixeira, es una compañera de clases de Alexandria desde hace años ya, muy linda físicamente, pero muy podrida por dentro; con una mente brillante para los estudios, pero su personalidad dejaba mucho que desear. Alexandria y ella no se llevan bien, por su parte su existencia no le importa, pero por parte de Paula es como si su simple manera de existir la condenara a la desgracia.

En serio, es un fastidio para Alexandria, no soporta tener que calarse su actitud los cinco días de la semana.

—Miren, quien se dignó a venir a clase hoy. —susurró Diego— Niña, es qué acaso me querías dejar todo el día solo, ¿verdad?

—Ay, Diego, sí eres bobo, obvio no. —le respondió sacando su cuaderno del bolso.

—Uy sí, mira como tiemblo por el hecho de no tener tu presencia cercana a la mía. —bromeó— No, en serio, sí estaba temblando, prácticamente eres la única persona con la que me junto que me cae verdaderamente bien.

Alexandria sonrió. Diego era experto en decir estupideces como esas, a todos les caía bien él, ya que él no quiera juntarse con nadie más aparte de ella es otra cosa.

—Y mira que yo soy la única que soporta estar contigo los cinco días de la semana metidos en este lugar, así que no intentes hacerte el interesante. Apuesto a que amarías estar todo ese tiempo con Paula.

—Uy, ¡sas! Me tocaste la tecla. —contestó— Para eso prefiero estar metido en una caja con puras culebras, creo que no habría diferencia en eso.

Diego Miranda, a diferencia de Paula, creo que es lo más cercano a lo que podría llamar mejor amigo, porque ha estado con Alexandria desde que Paula le dejó de hablar en octavo grado.

¿Las razones? Las desconozco totalmente, no miento, ni siquiera Alexandria sabe por qué le dejó de hablar. Suponía que habrá sido por el hecho de que consiguió nuevas amigas con el tiempo y solo decidió hacerla a un lado, esas cosas pasan, pero para ser honesta, cuando eso sucedió a Alexandria la tomó por sorpresa. Suerte que Diego desde entonces, y hasta el sol de hoy, sigue estando a su lado.

9:00 am

—Ale. —Diego la llamó tocándole el hombro, ella se volteó rápido con una evidente cara de fastidio— ¿Cómo se hace esta reacción?

—¿Qué voy a saber yo, Diego?

—Alexandria, no me vengas con tu cuerpo de yuca amiga, hazme el favor, claramente tú eres la única del salón que sabe hacer esa reacción.

Diego sabía lo inteligente que es Alexandria, y no lo decía solo porque es su mejor amiga, sino porque esta chica es toda una máquina, el cerebro de ella va a mil por hora. La química no se le da para nada a Diego, y a ella parece que todo lo que tenga que ver con números se le hace demasiado sencillo.

A él le gustaría ser así, no tendría que estar tan preocupado cada final de lapso sumando lo que llevaba acumulado de notas, rezando para no tener que ir a reparación.

—Diego. —dijo con un tono fastidiado— ¿Cómo tú quieres aprender química si ni tú mismo puedes intentar hacer un solo ejercicio?

—Ay, amiga, ¿y quién dijo que yo quería ver esta vaina? Si fuera por mí, yo pediría mi título de bachiller por secretaria y directito para la universidad.

—Uy, sí, debe ser que la universidad es bien fácil, Diego. —respondió.

—Rey y Miranda. —llamó la profesora Sava, dándole un golpe al escritorio— ¿Acaso están más ocupados hablando que haciendo los ejercicios?

—No, profe, sí los estamos haciendo. —aclaró Alexandria.

—Bueno, Rey, entonces pase a la pizarra y resuelva el primer ejercicio.

—Profe. —Paula levantó la mano— Déjeme hacerlo yo, creo que tengo la respuesta correcta.

—Uf, y debe ser que tú nos vas a hacer toda la guía, Curie. —dijo Diego en voz alta, para que lo escuchara por completo.

Diego no puede decir que Paula es bruta, o tonta, ella también tiene cierto nivel de inteligencia, no tiene uno de los mejores promedios del salón por nada, pero lo que tiene de inteligente también lo tiene de insoportable.

No le agradaba, le causaba fastidio que siempre intentara quitarle las cosas a Alexandria, como si todo aquí tuviera el nombre de "Paula Teixeira" escrito, siempre llevándose el crédito por todo mientras que los demás se tenían que quedar atrás viendo.

—Muy bien hecho, señorita Rey. —la felicitó la profesora— Toda la reacción está buena, le voy a regalar un punto en el examen.

—¡Profe! —exclamó Antonella Pino, otra de sus compañeras— ¡Yo también quiero hacer uno!

—¿Por qué sabe cómo hacerlo, o porque quiere un punto extra en el examen?

—Em, las dos cosas, profe. —respondió.

—Pase a la pizarra entonces, Pino.

Antonella no le caía tan mal a Diego, la verdad es que él se lleva bien con la mayoría de las personas de su grado, pero había personas que ciertamente no pegaban con él y su manera de pensar (Paula, por ejemplo). No consideraba que fuera realmente tan "mala gente" como Paula, pero es que no puedes evitar pensarlo cuando se la pasaba con ella de arriba abajo.

Con ella, Diego decía que aplicaba la frase: "Dime con quién te juntas, y te diré quién eres".

Amigas desde primaria, junto con Sara, es como si estuvieran pegadas con pega loca, no se separaban jamás. A menos de que Paula estuviera con su novio, Ignacio, pero ya esa es otra historia.

—Uff, baby. —le dijo a Alexandria mientras se sentaba en su mesón— Así me gusta, dándolo todo en clase.

—Diego, fue un ejercicio nada más, es equis.

Siempre ella quitándose su mismo valor.

—Equis nada, chica. —la reprochó— Si tú eres como una mini Einstein.

—Einstein era físico, Diego, no químico.

—Amiga, estamos en clase de química, no de historia, no me vengas a reclamar.

—Alexandria, ¿ahorita al salir de clase puedo hablar contigo? Por favor.

Volteó a la derecha y quien había llamado a Alexandria fue Ignacio Belisario, novio de Paula; su grupo en general estaba conformado por su mejor amigo, Armando Gonzales, y otros chicos con los que Diego no se hablaba mucho.

—¿Sobre qué? —preguntó Alexandria.

—Es sobre química. —le respondió— Pero necesito que lo hablemos dentro de un rato, no quiero que Sava me regañe.

Diego no podía dejar de pensar que se estaba muriendo por dentro de lo emocionado que estaba, ¿bien? No solo porque le parece que Ignacio es lindo, aunque definitivamente Diego no es su tipo, porque pues a Ignacio no le gustan los hombres. Pero, estaba emocionado porque sabía que a Alexandria le encantaba ese chico, a pesar de que no lo diga en voz alta.

—Diego, quita esa cara, sí eres boleta.

—Amiga, pero es que...—comenzó a moverle el brazo, emocionado— ¿Acabas de presenciar lo que acaba de pasar?

—Claramente, Diego, pero solo me pidió ayuda con lo de química, bájale dos. —susurró— Además, los tenemos al lado, así que haz silencio.

—Claro, Ale, ese es el primer paso. —dijo como si fuera algo bastante obvio, y ella solo lo veía con una cara de que no querer taparle la boca con cinta adhesiva— Segundo es salir, el tercero besarse, y mira mamita, ¡tas tas! Lo tendrás colgando en tus manos, como dijo el señor este en la canción, no me acuerdo de su nombre.

—Me encanta como te haces cuentos chinos tan rápido en esa pequeña cabecita tuya. —contestó— Es solo un compañero más, entiéndelo, esto no es una película ni una serie como las que tú ves.

En serio ella se tomaba lo de tener los pies pegados a la tierra demasiado en serio, Diego necesitaba que se dejara llevar de vez en cuando.

—Amiga, tú serías mi ídola si le llegas a tumbar el novio a Paula. —dijo— Te adoraría, te crearía un altar y todo, la diosa Alexandria.

—No vale, ¿tú eres loco? ¿Cómo voy a andar tumbándole el novio a la bruja esa? —desvió su vista al cuaderno— Si crees que eso solo pasaría si mi propósito fuera ese, entonces estás muy equivocado, yo no soy tan maldita.

—Alexandria, tú necesitas tener una historia de amor, eres joven y bella, si te lo propones cualquier tipo cae a tus pies. Yo lo haría.

—Yo no necesito una historia de amor solo por ser joven. —respondió— Si te la quieres tirar de casamentero, agárrate a otra... Oye, alguien te está buscando.

Alexandria señaló a la pequeña ventana en la puerta del salón, y Diego pudo ver a Lusifer haciéndole señas.

Ah, su novio Luis Fernando, aunque todo el mundo le dice Luisfer y ya. Son novios desde hace unos seis meses, Diego nunca había sido tan feliz en su vida, no le interesaba que apenas él sea su primer novio, él dice que es como si en serio estuvieran conectados de alguna manera, no lo podía explicar.

Para Diego, él es la mejor persona que ha podido existir, después de Alexandria, y su hermana Verónica.

—Profe. —Diego levantó la mano— ¿Será qué puedo ir al baño?

—¿Te vas a encontrar con tu amante, Didi? —bromeó Armando.

Como se comentó antes, Armando es el mejor amigo de Ignacio, un fastidioso de primera, el payaso del salón que lo único que sabía hacer sentir a Diego era pena por él, nadie lo toma en serio.

—Ay, ¿cómo que Didi? ¿Acaso eres idiota? Y que Didi.

Ese era otra persona que realmente no le agradaba, porque siempre hacía "bromas" a sus compañeros, para él y su grupo tal vez eran graciosas, pero para los demás solo era alguien a quien le gustaba llamar la atención de vez en cuando.

—Vaya rápido, señor Miranda. —dijo la profesora, levantando la vista de lo que fuera que estuviera leyendo.

—El señor Miranda es mi papá, profe, cuidado que aún a mí no me han salido las canas.

—Vaya rápido antes de que me termine de colmar la paciencia, Miranda. —advirtió.

—Ya voy, ya voy.

9:15 am

Salió corriendo del salón, porque es que esta profesora no deja pasar a nadie si se tarda más de quince minutos ¿cómo hace uno si tiene diarrea, Sava? Insensible, a Diego le preocupa que no tuviera ni el más mínimo sentido de sensibilidad con sus alumnos.

Justo más alejado en el pasillo, estaba Luisfer, su chico adorado, lo más bello que el universo le pudo haber dado.

—¿Qué paso, pana?

—Nada bro, todo fino... —lo saludó Luisfer— Mira, amor, no te escribí en todos estos días porque mi wifi está como la mierda, no tienes idea.

—Ay, amor, me imagino, el mío estaba igual, bueno, siempre es una mierda, pero últimamente se ha puesto peor. —comentó.

No es mentira, aquí la señal de wifi es de terror.

—Creo que hoy ya se supone que deberían de haber arreglado el problema con los cables. —como cosa rara, cerca de la urbanización donde viven se habían robado los cables, solo para sacar el cobre que estos tienen dentro— De todas maneras, te escribo hoy para probar.

—Sí va, príncipe, nos vemos, que tengo clase con la bruja de Sava.

—Uy, yo tengo miedo de como será ella este lapso. —comentó— La última vez que raspé, con 06, un solo examen el lapso pasado, estaba que me quería morir y mis papás estaban que mataban.

—Eso es porque lo menos que haces es estudiar.

—Porque me la paso hablando con alguien que me distrae toda la tarde y noche.

—Yo te gano queriéndote, obviamente... Así que nada, bro, nos vemos ahorita en el receso.

—Dale bro, por cierto. —Le dijo antes de entrar a su salón— Ah, por cierto, avísale a Ale que ya le traje lo que me pidió.

Después de un rato, por fin pudieron salir al receso, había llovido un poco, en esta época del año es normal que llueva casi que todos los días. Alexandria y Diego se sentaron en una mesa del cafetín, por suerte era techado, porque si no todo esto estaría mojado.

—Ay, Luisfer, esta ropa está demasiado bonita. —dijo Alexandria sacando algunas camisas de una bolsa negra— De verdad, muchas gracias.

—No hay de qué. —respondió Luisfer, con una sonrisa— No sé porque mi mamá conserva esa ropa, supongo que se la iba a dar a mis primos chiquitos, pero como todos ya se fueron del país, están en mi clóset agarrando polvo.

—Le van a quedar justicas a Agustín. —dijo Diego— Espero que no le moleste tener que usar camisas del Hombre Araña.

—Para nada, a él le encanta. —comentó Alexandria, cerrando la bolsa— Necesitaba ropa nueva, ya la que tiene le está empezando a quedar brincaposa.

A Alexandria le daba demasiada pena pedirle ayuda a los demás, Diego lo sabía, y cuando le tocó escribirle a Luisfer, después de estar una semana convenciéndola, ella le admitió que al hacerlo sentía que se moría de la vergüenza.

Su hermano necesitaba ropa nueva, y ella no tenía el dinero como para comprársela, de vez en cuando también le Diego le daba ropa vieja que seguía teniendo en su casa, algún día le quedarán a Agustín.

Ella en verdad es una gran hermana mayor, hace lo que sea por su hermanito, Diego comparaba a Alexandria con su hermana, Verónica, porque ella siempre velaba por su hermano menor. La única diferencia era que la situación de Diego no es nada similar a la de Alexandria.

Para él, ver como Alexandria ha tenido que pasar por tantas cosas en su vida y ver cómo ha salido adelante, junto con su hermano, lo consideraba algo digno de admirar.

            
            

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