Capítulo 5 No.5

Entre acordes torpes

Jueves

6:15 pm

La conexión de wifi en casa de Diego es pésima, no hay un día en el que pueda tratar de hablar con Luisfer o con Alexandria por Whatsaap sin que se quede pegado, siempre le sale la notificación de "no hay conexión disponible". Cada le aparece en la bandeja de mensajes de su teléfono, le provoca lanzar el teléfono por la ventana, para estar así prefería no tener wifi en lo absoluto y utilizar de esos viejos teléfonos con tapa que tenía su papá.

Al menos Instagram logró cargar, y vio que Luisfer había montado una foto.

Se sentía un chico con bastante suerte, ya que Luisfer era uno de sus vecinos en la misma urbanización, se veían todo el tiempo para jugar basquet, Diego no era el chico más deportivo del mundo, pero sí le gustan solo que no los practica tan a menudo, eso es algo en común que tiene con Luis. Ambos estaban pendientes de algún juego de cualquier tipo de deporte, en cuanto al básquet, Luisfer era mucho más fanático que Diego.

—Entonces. —dijo Luisfer, rebotando la pelota— Por fin Alexandria le pidió el número a Nano, aleluya.

—Ay, ni tanto. —Diego trató de quitarle la pelota, no funcionó— Es solo para que ella le dé clases particulares de química, pero ahí va a salir algo, yo lo sé. Mi intuición nunca falla.

—Sí, tú te las sabes todas, Diego. —en ese momento se distrajo y Diego logró quitarle la pelota, encestándola.

Nada mal para él.

—¡Uf! ¿Viste como acabo de encestar el balón? Soy un rey.

—Pura suerte de novato.

—A ti te puedo encestar unos buenos besos en esa boquita tan linda que tienes, ven acá.

Intentó tomar a Luisfer del brazo y acercarlo, pero este se resistió.

—Diego. —lo empujó, algo fuerte— No, aquí no.

No fue la respuesta que esperaba Diego —obviamente—, eso era uno de los aspectos que más le molestaba de su relación, el tener que esconderse por consecuencias como la de que si alguien se enterara, podrían ir a contarle a los padres de ambos, y si eso pasa no sería nada bueno.

Pero vivir escondiéndose no era algo que a Diego le gustara, a nadie le gusta.

— Pero, Luis, aquí no hay nadie.

El lugar estaba solo, de vez en cuando pasaban algunos carros alrededor, pero no se detenían en ningún momento.

—Sí, pero esto está rodeado de varios complejos, es la cancha más alejada, pero todos aquí se conocen y tú lo sabes perfectamente. —le quitó la pelota de las manos bruscamente.

—Entonces hay que seguir esperando a que sean las ocho, para tener que meternos en el cuarto abandonado del conserje para poder ser quienes somos, ¿no? Novios, porque eso es lo que somos Luis, que no se te olvide.

—No se me olvida porque yo mismo te lo pedí, Diego. Tú sabes que si mis papás se enteran, me van a matar.

—Pff, lo tuyo no es tan malo, eres bisexual. —contestó Diego— Por lo menos tú puedes meter la coba de que te gustan las mujeres, en mí caso es diferente.

Luisfer y Diego se conocían desde hace tiempo, no por ser vecinos como tal —la urbanización estaba repleta de chicos de su mismo colegio—, sino más bien porque ambos llevaban estudiando un buen tiempo juntos. Habían quedado juntos solo en sexto grado, y al tener que ponerse juntos para un trabajo en grupo, se dieron cuenta de que eran prácticamente vecinos, y desde hace bastante tiempo, sus padres se conocían de lejos.

—Es igual Diego, me gustan los hombres de igual manera. —aclaró— Además no te quejes mucho de mí porque sabes que tú situación es prácticamente la misma.

—Claro, si mi mamá se entera de que me gusta lo que tú tienes entre las piernas, me va a partir a madreasos con la escoba. —explicó— ¿A poco crees que sí me vaya a pegar muy duro?

—Ja, sí lo creo. —bromeó, pero Diego no estaba bromeando con respecto a lo que dijo— Bueno, Diego, ya es algo tarde.

Intentó tomar su mano, pero esta vez Diego quién se alejó.

—Ya se me quitaron las ganas de ir.

—A ti nunca se te quitan las ganas de ir, vamos.

—No, no, no. —soltó su mano— Yo me voy a mi casa.

Ambos solían caminar casi toda la urbanización, no importara que Diego tuviera la cancha frente a su edificio, preferían irse a jugar a la cancha más lejana, solo para poder verse y estar tranquilos.

—¿Ahora no me vas a hablar? —gritó Luisfer, mientras caminaba a unos metros atrás de mí.

—Wow, ahora me está hablando el aire, que cosas.

—Ay, Diego, no seas bobo por favor.

—La, la, la. —se tapó los oídos— No escucho nada, ni a nadie.

—¿Ah sí? ¿Y si te digo que te quiero mucho? — se puso delante de él— ¿Ahí sí me escuchas?

—Pero, que ternura, mírenlo, tan lindo. —le dio dos pequeños golpes en la cabeza— Yo estoy cansado, me voy a mí casa, chao pescao'.

El sol no regresa

7:30 pm

No le tomó mucho tiempo subir hasta su apartamento, desde hace tiempo que los ascensores no servían y agradecía muchísimo vivir en el tercer piso, aunque después de tantos años de vivir aquí no entendía como no le ha crecido el trasero en lo más mínimo, sube y baja escaleras todos los días. Cuando llegó y abrió la puerta, solo lo recibió su papá y su, Ludo, era un dálmata y el mejor acompañante que Diego podría haber pedido en la vida, lo adoraba, y es el único ser vivo en su casa que no le hace perder la paciencia.

—¿En dónde andabas tú? Sí se puede saber.

Rodrigo Miranda se encontraba sentado en el sofá de su sala, no había levantado la vista de su teléfono para ver a su hijo, el artículo que estaba leyendo acerca de "5 maneras para hacer que tu pelo crezca de nuevo", estaba bastante interesante.

—Papá, te dije al poner el pie afuera de la casa que iba a ir a las canchas a jugar con Luisfer.

Diego sabía que de lo que le decía a su papá, él solo captaba el 20 % de lo que había escuchado, y menos escuchaba cuando tenía el teléfono en las manos.

—Ah, ya, ¿y ese quién es?

Un pequeño dato sobre el señor Rodrigo es que siempre se le olvidan las cosas: Nombres, cumpleaños, apellidos, todo se le olvida. Diego sabía que la mayor parte del tiempo no estaba pendiente de lo que él hacía, porque siempre estaba concentrado trabajando o simplemente viendo cualquier tipo de deporte en la televisión, si ese señor no trabajara, Diego sabía que él se quedaría en casa todo el día haciendo eso.

Su mamá era todo lo contrario, ella si lo escuchaba —a veces—, pero más que todo cuando le contaba algún chisme de sus compañeros de clase, es de esas mamás que se las pasan metidas allí en el colegio, Diego realmente no entendía el porqué.

—¿Y mi mamá? —preguntó.

—Fue a ver a tu tía, Raquel, anda toda triste.

—¿Y eso?

—Ay bueno, tú sabes, que tu prima Ángeles como que salió del closet, una vaina así, que se volvió lesbiana y todo eso. —comentó— ¿Tú sabías?

Claro que sabía, lo sabía desde que ambos tenían once años, cuando ella le comentó de forma muy discreta que a los niños no los veía de la misma manera que sus compañeritas del colegio católico donde ella estudiaba, el Colegio Madre Salvadora.

Diego recordaba no poder creer lo que le decía su prima, eso no podía ser, ¿cómo a ella le iban a gustar las niñas, si ella era una niña? A Diego le habían dicho toda su vida que las personas así eran malas, y que se irían al infierno por lo que hacían.

Menos mal Diego no le paraba mucho a esas cosas, sobre todo después de que se dio cuenta de que su prima y él no eran tan diferentes.

—Oye, no sabía eso. —mintió— ¿Cómo se enteró mi tía?

—Una de las vecinas como que la vio con una muchacha, creo que fue la señora Gomes, pero no sé cómo fue la cosa. Pero, que horrible, ¿no? Tener una hija marimacha, sape gato, por lo menos Vero sí es normalita.

—Papá, pero tú sabes que ser homosexual no es malo, y tú conoces a Ángeles, ella no es para nada marimacha, no todas las lesbianas son así. —trató de explicar— Eso es un tonto estereotipo.

—Ah, bien bello, pues. —soltó una carcajada, a Diego no le parecía que lo había dicho fuera gracioso— ¿Te vas a poner a defender esas estupideces? Eso es que ella está desviada y ya, pero bueno, que se le hace. Capaz y anda de curiosa, eso se le terminará quitando.

Diego trataba de evitar el tema lo más posible en su casa, más que nada con su papá, con él no se podían hablar de esas cosas en lo absoluto. Si él supiera lo de Diego, no sabe cómo podría reaccionar su papá y tampoco podía pensar en que haría su mamá.

"Hablar contigo es una pérdida de tiempo", pensó Diego. Se fue molesto y preocupado a su cuarto, pero estaba más preocupado por saber que había pasado con Ángeles; Ludo lo siguió y se quedó a su lado, le envió varios mensajes a su prima, pero no le respondía.

No quería imaginar cómo sería estar en esa situación.

            
            

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