Capítulo 8 No.8

How to be a heartbreaker

Viernes

7:30 pm

A Sara no le gusta esperar por los demás. La verdad, sus niveles de paciencia son algo cortos, le desespera el tener que hacerlo porque sentía que estaba perdiendo su tiempo, cuando podría hacerlo perfectamente sola sin preocuparse por los demás. Tampoco es alguien a quien le guste hacer amigos, es muy selectiva con las personas con quienes decide juntarse, no es amiga de cualquiera, menos de los que ella considera que a nivel de madurez no está a su altura.

Por ejemplo, hoy en el colegio un par de chicas de camisa azul se le acercaron y le dijeron:

—¿Estás emocionada por el nuevo video de BTS?

—¿Por qué debería estar emocionada por eso? —levantó la vista de mi teléfono.

—Pues, porque eres chinita, y seguro a ti te gustan tanto como a nosotras. —dijeron las chicas, en serio, eso salió de sus bocas.

Sara a escuchado de todo un poco, siempre tienen algo que decirle con respecto a su ascendencia china, ya ha aprendido que no todos lo hacen de manera malintencionada sino por pura ignorancia, pero, por favor, ¿en serio creen que, por su ascendencia y cultura, va a ser fan de BTS? Sí le gustan, en realidad, pero que se lo quieran poner con la razón de que es china es tan, pero tan estúpido.

No le molestaba tanto como antes, lo bueno de eso es que podía insultarlos en chino cantonés y nadie se da cuenta, no lo habla a la perfección, pero sí se sabía algunas groserías que decía su mamá en casa.

—Ya no sé qué hacer con estos billetes. —comentó Sara— No sirven para nada, ni siquiera me puedo comprar un chicle con ellos.

—¿Y para qué los tienes? Ya no sirven, solo siéntelos, parecen dinero sacado de Monopoly. —dijo Paula— Dámelos, tengo una idea.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Antonella.

—Mi papá tiene una trituradora de papel en su oficina. —contestó— Los vamos a triturar y haremos pompones con ellos, solía hacer con las hojas recicladas que él traía del trabajo.

Estos billetes están en tan buen estado, triste que ya no me sirvan para nada, Sara se preguntaba si en unos años podrían valer como billetes de colección. Hay gente que colecciona billetes viejos, tal vez terminen valiendo más así de lo que valen ahora. Sara siempre veía la oportunidad de hacer dinero, era buena con eso, desde que hacía pulseras y zarcillos de arcilla y los vendía en los recesos.

Le cortaba un poco cuando su mamá contaba como era todo antes, decía que cuando llegó de China era impresionante lo mucho que podías comprarte con un billete de cien, y lo llena de vida que estaba la ciudad antes; Sara no lo sentía así, o al menos no siente que sea así ahora.

Triturarlos fue una... interesante manera de pasar el rato, pero aún seguían esperando por estos dos que se tardaron una eternidad en llegar.

—Cálmense, —Paula revisó su teléfono, para ver si le habían escrito— Ignacio nos va a venir a buscar.

—Pero, ya es como tarde, ¿no crees? —Antonella estaba sentada en un sofá al lado de Sara, ya estaba comenzando a aburrirse.

—Es que ese se tarda más en arreglarse que nosotras tres juntas —contestó Sara, ella y Antonella se rieron, pero Paula solo se quedó seria.

—Claramente, ¿tú crees que yo voy a salir con el vestido como un loco? Que ni lo sueñe, si sale conmigo se debe de arreglar bien.

—Tú eres más como su asesora de imagen que su novia. —comentó Sara.

—¿Y ya se arreglaron? —pregunto Antonella.

A Sara no le gustaba mucho la relación de Paula y Ignacio, no sabía cómo los demás no lo veían, pero es que esos dos no pegan ni con pega loca, se notaba de lejos que ninguno de los dos se quiere realmente —Sara sabía que hasta los amigos de Ignacio lo veían así—, Sara sabía que Paula podía llegar a ser muy controladora con los demás, hasta el punto en el que te terminas cansando de ella, y ni hablar de Ignacio, para ella no era más que un chico que no podía quedarse quieto cuando veía a otra chica, parecía un perro.

Ellos se han engañado, han terminado, y han hecho de todo un poco, Sara seguía echándole cabeza a cómo era que seguían juntos, y que todo el mundo los viera como una pareja que va a llegar a casarse y a tener hijos; Ignacio ha mejorado bastante su actitud, ya no era tan imbécil como hace un año, pareciera que hubiera terminado de madurar, pero Paula... Ella es un tema distinto.

—Claro que nos arreglamos. —Sara supo de inmediato que Paula mentía, se tocaba el pelo cada que lo hacía— Siempre lo hacemos al final.

—¿Sus padres le soltaron el carro? —preguntó Sara— La otra vez comentó que estaban a punto de quitárselo, por lo de sus notas.

—No vale, esos nunca le terminan haciendo nada, a ti lo que te debería preocupar ahorita es lo de los condones que vas a usar. —Paula le cambió el tema totalmente.

—Es cierto, amiga, debes concentrarte en lo esencial. —dijo Antonella, abriendo su bocota, como siempre— Hay que hablar bien de lo que pasará hoy.

—¿Cuál es su interés en si lo hago con Gabriel? Sí son raras ustedes dos.

Sara es muy reservada con sus cosas, sobre todo cuando se trata de los chicos con los que sale. Sabía que Paula y Antonella han salido y estado con varios muchachos, y eso está bien, es decir, no las juzgaba en lo absoluto, pero no comprendía cuál era su interés con que ella saliera con Gabriel, y tampoco le gustaba lo de andar saliendo con cada chico que le pareciera lindo, simplemente no es su manera de ser y eso no le molesta.

Gabriel está a punto de graduarse, Sara lo conoció hace unos meses y sí le parecía físicamente lindo, pero él no tiene muy buena reputación en cuanto a estar con las chicas, es por eso que cada segundo que pasaba, Sara comenzaba a reconsiderar más lo de tener que hacerlo con él. Sentía cierta... Presión, de sus amigas y de él, se preguntaba si era normal sentir eso.

—Nuestro interés es que termines de enredarte con el de una buena vez, Sara. —dijo Paula— Ya estas como que muy mayorcita para seguir estando cerrada.

—Pero, es que no sé ¿Y si me hace algo qué no quiero?

—¿Qué te va a andar haciendo? –rodó los ojos, fastidiada– Tú solo te dejas llevar y ya, eso es todo.

—Lo único que te digo es que no dejes que te lo meta sin condón. —agregó Antonella— Eso es todo lo que te diré y recomendaré.

—Y... ¿eso duele mucho?

—Como si vieras al demonio.

Cuando Antonella dijo eso, a Sara el corazón le dio un brinco, eso era lo que menos quería escuchar.

—Antonella, cállate. —la reprendió Paula— Solo depende.

—¿Depende de qué?

—De que tan duro te lo meta... —respondió, sin más— Ya va déjame contestar el teléfono, ¿aló?

Sara se dio cuenta de que la persona que estaba llamando a Paula era Ignacio, y ahora en serio estaba pensando en no ir a esa fiesta, lo que le habían dicho había terminado de asustarla por completo, ya no tenía ganas de nada, excepto por salir corriendo y devolverse a mi casa. Podía decir que se sentía mal y llamar a una de sus hermanas para que la buscaran.

—Armando y yo ya estamos afuera, salgan. —escuché la voz de Ignacio.

—Ya vamos. —Paula colgó la llamada, ya era muy tarde— Ya llegaron por nosotras, ya sabes Sara, tú solo te dejas llevar y ya.

En el ascensor, estaba pensando en todo lo que podría pasar. Cuando entró a bachillerato, todos por alguna razón ya habían visto, por lo menos, un video pornográfico en su vida, y a Sara realmente nunca le había llamado la atención hacerlo. Hasta que, un día, escuchó a un chico decir:

—Si ves porno, eso te prepara totalmente para cuando te toque tirar. —dijo, no sabían que los estaba escuchando, eran de un año mayor que el de ella— Es como si estuvieras viendo un tutorial, como esos que las muchachas ven para aprender a maquillarse.

No recordaba quien habrá sido ese muchacho, pero ese día cuando llegó del colegio vio por primera vez uno de esos videos, y quedó un 30 % sorprendida, y un 70 % espantada. Pero esa idea nunca se le había ido totalmente de la cabeza, y ahora que estaba a punto de hacer algo de lo que tal vez podría arrepentirse, la tenía muy presente.

Perdón mamá

7:58 pm

—Miren, por favor. —Ignacio se volteó para ver a las tres chicas— No me vayan a vomitar el auto, estoy ya en la cuerda floja con lo de las notas y no quiero que me terminen quitando a mi preciosa.

—¿En serio así hablas de este pedazo de metal?

—Relájate, Paula. —le dijo Armando, no la soportaba— No te va a terminar dejando por el auto si es lo que te asusta.

—No seas tonto, Armando, solo me parece algo bobo que los hombres le tengan tanto cariño a sus carros. —Paula se volteó a ver a sus amigas algo molesta, Sara no entendía porque— Ustedes dos, ¿pueden esperar a llegar a la fiesta para tomarse fotos?

—Ay, pero es que Sara se ve tan linda. —comento Antonella, Sara sonrió— Solo le estoy tomando unas fotos.

—Ay, muchachas. —salió a decir Armando, como siempre metiéndose en lo que no le incumbe— Pero es que, como en ninguna de esas fotos sale Paula, a ella obviamente no le va gustar para nada, ¿cierto, Paula?

—Armando, te juro que un día de estos vas a sentir lo que es una buena cachetada.

—Aquí te espero, pues.

—Verga, ya. —dijo Ignacio, viéndolos a ambos— Si son fastidiosos, ¿pueden llevarse bien por lo menos hoy? Ya después mañana se pelean.

Antonella y Sara se rieron por lo bajo, Armando sabe que Ignacio tiene sus momentos de no soportar a Paula, porque cuando dijo eso la miro justamente a ella, más no a Armando.

—Llegamos, ya saben, nada de vomito ni condones usados en mi auto, ¿de acuerdo?

Antonella la miró sonriendo de medio lado, aguantando la risa, Sara soltó una pequeña risa, pero después pensó que fue sonó algo forzada. Sentía que la estaban empujando hacia un barranco, del cual iba a caer y a caer, e iba a terminar saliendo más muerta que viva.

            
            

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