/0/16550/coverbig.jpg?v=9f508f33d97044595d8ea6e4461d99b1)
El rugido del motor resonaba en la noche mientras Alessandro conducía con precisión milimétrica, esquivando el tráfico con la naturalidad de alguien que había pasado toda su vida huyendo o persiguiendo. Ellis, en el asiento del copiloto, mantenía la mirada fija en el espejo retrovisor, observando las luces de los autos que los seguían. No estaba segura de si los hombres del hotel habían logrado rastrear su fuga, pero su corazón aún latía con la adrenalina de la persecución.
Se obligó a respirar hondo, a calmarse. No era momento de perder el control.
-¿Tienes idea de a dónde nos dirigimos? -preguntó finalmente, sin apartar la vista del espejo.
Alessandro apenas ladeó la cabeza, con una expresión inescrutable.
-Sí.
Ellis bufó, pero no insistió. No estaba en condiciones de exigir respuestas. No cuando él le había salvado el pellejo en el último segundo.
La ciudad quedó atrás poco a poco. Las luces de neón dieron paso a las carreteras mal iluminadas y a los almacenes abandonados. Era un territorio diferente al que Ellis estaba acostumbrada. Menos glamuroso. Más crudo.
-¿Esto es tuyo? -preguntó con cautela cuando Alessandro detuvo el auto frente a una estructura de ladrillos gastados. El lugar tenía el aspecto de un taller mecánico, con varias motocicletas estacionadas afuera y un cartel descolorido colgando de una de las paredes.
-Más o menos -respondió él, apagando el motor.
Antes de que Ellis pudiera replicar, Alessandro salió del auto y rodeó el vehículo con movimientos calculados. Abrió la puerta del copiloto y la miró con expectación.
-¿Vas a quedarte ahí toda la noche o vas a entrar?
Ellis frunció el ceño, pero salió sin discutir. No tenía muchas opciones.
La puerta del taller se abrió con un rechinido, revelando un interior amplio, iluminado por luces fluorescentes. Un par de tipos estaban dentro, conversando en voz baja, pero en cuanto vieron a Alessandro, enderezaron la espalda y le dedicaron un asentimiento. Sus miradas pasaron a Ellis con una mezcla de curiosidad y recelo.
-Es temporal -dijo Alessandro, como si eso bastara para zanjar cualquier pregunta.
Los hombres asintieron y volvieron a lo suyo.
Ellis cruzó los brazos mientras Alessandro cerraba la puerta detrás de ella.
-Muy acogedor.
-No es un maldito hotel de lujo -replicó él con sorna.
Ellis rodó los ojos y observó el lugar con más atención. Era un taller en funcionamiento, con herramientas desperdigadas y olor a aceite de motor impregnado en las paredes. Pero en el fondo, había una puerta entreabierta que dejaba ver un espacio diferente.
-¿Ahí vives? -preguntó, señalando con la barbilla.
Alessandro asintió.
-Es mejor que dormir en la calle.
-Supongo que tengo que darte las gracias por la hospitalidad.
Él se encogió de hombros.
-Todavía no. No sabes si vas a odiarlo aquí.
Ellis esbozó una sonrisa ladeada.
-Confía en mí, dudo que pueda odiar este lugar más de lo que odio la situación en la que me encuentro.
El comentario quedó flotando en el aire entre ellos. Un recordatorio de que, aunque Alessandro le había ofrecido refugio, la realidad era que Ellis aún estaba atrapada en una pesadilla de la que no sabía si podría despertar.
Y lo peor de todo es que aún no tenía idea de quién había ordenado su muerte.
-¿Quiénes eran esos tipos? -preguntó Alessandro de pronto.
Ellis tardó un segundo en responder.
-No lo sé. Pero si estaban en el hotel buscándome, significa que no son aliados.
Alessandro soltó una risa seca.
-Aliados... No existen aliados en esta vida, muñeca. Sólo existen intereses.
Ellis giró el rostro hacia él, analizándolo en la penumbra del auto. Su perfil estaba endurecido por la concentración, pero había algo más.
-¿Y qué interés tienes tú en ayudarme? -preguntó, cruzándose de brazos.
Alessandro no la miró, pero su mandíbula se apretó.
-No soy el tipo de hombre que deja que maten a alguien que le ha salvado la vida.
Ellis dejó escapar una risa amarga.
-Entonces es por culpa.
-Llámalo como quieras.
Ellis soltó un suspiro exasperado y dejó caer su maleta en el suelo. Su cuerpo aún estaba cargado de adrenalina, y su mente giraba a una velocidad imposible.
-Necesito un trago.
-Entonces sígueme.
Alessandro se acercó al bar y sirvió dos vasos de whisky. Le tendió uno, y Ellis lo tomó sin rechistar. Bebió de un solo trago, dejando que el ardor le quemara la garganta y la hiciera sentir, aunque fuera por un instante, menos vulnerable.
Se dejó caer en uno de los sillones.
-¿Y ahora qué? -preguntó, girando el vaso entre los dedos.
Alessandro tomó un sorbo de su propio whisky antes de responder.
-Ahora, descansas. Mañana pensaremos qué hacer contigo.
Ellis se echó a reír.
-No soy un maldito paquete. No tienes que "hacer" nada conmigo.
-Tienes razón. Pero tampoco puedes volver a tu vida anterior.
Ellis apretó los labios. Lo sabía. Claro que lo sabía. Pero escucharlo en voz alta lo hacía más real.
-Voy a encontrar la forma de salir de esta -murmuró.
Alessandro apoyó los codos en sus rodillas, inclinándose ligeramente hacia ella.
-¿Sí? ¿Y cómo?
Ellis lo miró directo a los ojos.
-No tengo idea. Pero te aseguro que nadie, ni siquiera mi propio hermano, va a decidir mi destino.
La noche transcurrió en un silencio tenso. Ellis se quedó en una de las habitaciones del lugar, pero apenas durmió. Su mente no dejaba de trabajar, de analizar cada posibilidad.
A la mañana siguiente, cuando salió de la habitación, Alessandro ya estaba despierto. Estaba sentado en la mesa con una taza de café en la mano y varios papeles esparcidos frente a él.
-Buenos días, princesa -saludó sin levantar la vista.
Ellis rodó los ojos y se dejó caer en la silla frente a él.
-No estoy de humor para tus bromas.
-Nunca lo estás.
Ella ignoró el comentario y se sirvió café.
-¿Alguna idea brillante para salir de esto?
Alessandro la miró con una sonrisa ladeada.
-Tengo algunas opciones. Pero primero, dime algo... ¿Por qué te seguían?
Ellis apretó la taza con fuerza.
-No lo sé.
-Eso es mentira.
Ella exhaló con frustración. Echando un vistazo a su alrededor.
-¿A esto te dedicas? ¿Tienes talleres de autos?.
Él se inclinó hacia delante nuevamente y sonrisa divertida bailó por sus labios.
-Se puede decir.
"Maldición,al parecer esa era su oración favorita