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Las paredes comenzaban a cerrarse sobre ella.
Ellis caminaba en círculos por la habitación con las manos crispadas a los costados. No recordaba haber dormido, ni tampoco haber comido en condiciones. Tenía la boca seca, la cabeza embotada y el corazón rebotando en el pecho como un tambor que no sabía callar.
Ya no era miedo lo que sentía. Era rabi