/0/16550/coverbig.jpg?v=9f508f33d97044595d8ea6e4461d99b1)
La pequeña casa donde Alessandro la había ocultado estaba rodeada de árboles, sin caminos evidentes, sin señales de vida más allá del canto ocasional de un ave solitaria o el crujido de ramas rotas bajo alguna pisada lejana. No era un sitio acogedor, pero tampoco era una prisión. No había cerraduras, ni barrotes, ni amenazas explícitas. Solo el pes