"De ninguna manera", dijo Iván con una frialdad que sorprendió a Luciana. Su perro, un viejo mastín llamado Bruto, era lo único que le quedaba, su único consuelo en esa casa llena de extraños. Sabía que Máximo lo maltrataría.
Máximo fingió una expresión de dolor. "Solo quería un amigo... Pero si Iván no quiere, lo entiendo. No quiero causar problemas".
La reacción de Luciana fue inmediata y desproporcionada. Se giró hacia Iván, con el rostro rojo de ira.
"¡Eres un egoísta! ¡Máximo solo te pide un perro y tú se lo niegas! ¿No ves cuánto está sufriendo?".
Sin esperar respuesta, Luciana le arrebató la correa de las manos a Iván y se la entregó a Máximo. "Toma, Máximo. Es tuyo".
Máximo sonrió con malicia. En un acto de crueldad deliberada, tiró de la correa con fuerza, haciendo que el viejo perro tropezara y gimiera de dolor. Bruto, asustado y adolorido, mordió instintivamente la mano de Máximo.
"¡Ah!", gritó Máximo, soltando la correa y arrojando al perro al suelo. Bruto, confundido, corrió a refugiarse detrás de las piernas de Iván.
Luciana ignoró por completo a Iván y a su perro herido. Se arrodilló junto a Máximo, examinando el pequeño rasguño en su mano.
"¡Oh, Dios mío! ¡Estás sangrando! ¡Vamos al hospital ahora mismo!". Se levantó y miró a Iván con puro odio. "¡Tú y tu bestia! ¡Si a Máximo le pasa algo, te juro que te mataré!".
Lo abandonó allí, con su perro temblando a su lado, para llevar al "herido" Máximo al hospital.
Iván se arrodilló y abrazó a Bruto, susurrando palabras de consuelo. Recordó los tiempos en que Luciana lo miraba con amor, cuando sus ojos no estaban llenos de esa ceguera irracional. El dolor de la traición era más profundo que cualquier herida física.
Llevó a Bruto al veterinario por su cuenta. La pata del perro estaba fracturada. Tuvo que ser hospitalizado.
Cuando regresó a la hacienda, Luciana lo estaba esperando.
"¿Dónde estabas? ¿Intentando sabotear la operación? ¿Hiriendo a tu propio perro para tener una excusa?". Su desconfianza era un veneno que lo consumía todo.
"Pregúntale a Máximo qué pasó realmente", intentó defenderse Iván, pero sabía que era inútil.
Luciana se acercó y notó la marca de los dientes de Bruto en su mano, donde había intentado protegerlo. Por un instante, una chispa de afecto brilló en sus ojos. "Pobre de ti...". Pero rápidamente, usó su herida contra él. "Ves, esto demuestra lo necesario que es tu sacrificio. Máximo es frágil. Tú eres fuerte".
Iván retiró su mano bruscamente. "Todo lo que tenía me lo han quitado. Mi mano sanará. No afectará la donación".
Luciana sonrió, satisfecha. "Lo sé. Y cuando todo esto termine, nos casaremos. Volverás a ser parte de esta familia".
Iván cerró los ojos. El dolor de la situación era inmenso, pero las recompensas que ella le prometía ya no significaban nada para él. Eran cenizas, igual que su amor.