Capítulo 10 Tramposa

EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.

CAPÍTULO 10.

Patricia López.

-¿Miedo dices?

Empezó a caminar por el lugar, luego se sentó en el piso y empezó a acariciar los conejos que se le acercaban.

»¿Por qué lo preguntas? - susurró.

-No seas tramposa -caminé y me senté frente a ella-, no me respondas con otra pregunta.

-¿Por qué habría de tenerte miedo? - desvió la mirada.

-Siento que a veces me evitas, como si me tuvieses miedo por eso lo preguntaba.

-¡Miedo! No - sonrió y me miró-, para nada, es solo que...-se ruborizó.

-¿Qué? - Hice lo mismo que ella, empecé a acariciar los conejos.

-A veces eres muy serio y me da pena, es todo.

-¿Soy un amargado, verdad? - una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios.

-Sólo un poco.

Elevé una ceja y ella soltó una risita.

-Es broma, antes sí te veía todo serio y me daba mucha pena hablarte, pero luego vi que eres amable -se acercó un poco, me entregó un conejo blanco-, es tan suave, le puse Algodón y ese de allá.

Me señaló uno que estaba en la esquina en un rincón.

»Es como tú.

-¿Cómo? -la miré con curiosidad, sonrió con las mejillas ruborizadas.

-Sí, es un gruñón -solté una risita-, no le gusta estar con los demás, siempre quiere estar solo. Los evita por alguna razón.

-¡¿Eso es lo que ves en mí?! - la miré y ella sostenía su mirada.

-Sí, eres muy amable y sociable cuando quieres, pero la mayor parte del tiempo te gusta estar solo y lejos de los demás, evitas mucho mezclarte y no entiendo porqué.

-Vaya -inhalé profundo-, parece que me conocieras muy bien.

-No te conozco, solo te he observando.

-Déjame decirte que eres muy buena observadora -quería descifrar lo que sus ojos me decían cuando me miraba fijamente-, siempre trato de alejarme, no me gusta integrarme, creo que me gusta la soledad.

-Debe haber una razón.

-Creo que desde niño fui así.

-Yo que pensaba que era solo conmigo - se levantó y caminó hasta una pequeña ventanita.

-¿Por qué lo dices? -la seguí.

-Porque sonríes y luego te quedas tan serio, pensé que te molestaba mi presencia.

Sin pensarlo acaricié su mejilla.

-No pienses eso -nuestras miradas se encontraron por unos segundos, el rojo de sus mejillas apareció, alejé mi mano -, soy un gruñón y amargado esa es la verdad, pero no tiene que ver contigo, quién se molestaría con una dulzura como tú.

Eso último lo dije sin pensarlo, bajó la mirada y sonrió.

-¿Cómo sabes que soy dulce si no me has probado? -Abrí mis ojos como platos, ella soltó una carcajada seguro por la expresión de mi rostro-, es broma, por eso te pareces a ese conejo, le da miedo abrirse con los demás, miedo a integrarse. Si lo hiciera se daría cuenta que no todos son malos, se daría cuenta de lo bien que se puede sentir.

-¿Lo dices por el conejo o por mí? - caminé hasta el rincón donde se ocultaba.

-Ni lo pienses -negó con la cabeza-, es demasiado desconfiado, no deja que nadie lo toque, ni siquiera yo.

Me incliné con un pedazo de zanahoria, primero la olfateó, luego se giró, ella sonrió, pero su sonrisa se cambió por una perfecta O de sorpresa cuando el animalito se acercó a mí. Pasé mi mano por su cabecita hasta llegar a su rabito, lo hice por unos segundos, luego cuando ya estaba tranquilo lo tomé cargado llevándolo hasta mi pecho, ella solo me miró. Me acerqué lentamente para no asustarlo y susurré.

-No fue tan difícil.

Se lo entregué y ella lo tomó con sus manos, pero el conejo se puso inquieto y la rasguñó con las garras de las patas. Hizo un gesto de dolor, pero aún así lo seguía sosteniendo, seguía acariciándolo, se quedó quieto.

»Ves, solo es cuestión de paciencia.

-Increíble -Susurró.

Lo pegó a su pecho, yo estaba tan cerca, seguía acariciándolo, estábamos tan cerca que sentía su respiración en mi rostro a pesar de ser un poco más alto que ella.

»Desde que llegué aquí, soñaba con cargarlo -murmuró para no asustarlo.

-Hasta la fiera más salvaje se puede domar -sonreí.

-¿Y tú? -clavó sus ojos miel en los míos al punto de ponerme nervioso-, ¿serías capaz de confiar como lo hizo él?

Me quedé en silencio mirándola aprovechando que la tenía a centímetros de mi rostro para entender qué era lo que me pasaba. Incliné un poco mi cabeza deslizando mi nariz sobre la piel suave del conejo, su respiración aumentaba, pero permanecía inmóvil porque no quería asustarlo, levanté la mirada y murmuré.

-Si una niña tan bonita me estuviese cargando también me quedaría así, tan calmado, tan confiado, eso es lo que tú trasmites.

Respiré profundo, ella sintió mi respiración en su cuello, toda su piel se enchinó, solo pasaba saliva.

Nos quedamos en silencio mirándonos como si se hubiese detenido el tiempo en ese momento. No digo que fueron solo segundos, fueron minutos, sus ojos y los míos, ambos con tantas dudas y preguntas que no tenían respuestas o tal vez no queríamos darlas. Le recibí el conejo lo dejé en el suelo, luego con mi dedo índice rocé el rasguño que le hizo en el brazo, se estremeció al sentir mi caricia.

-¿Te lastimé? -susurré aún tan cerca de su hermoso rostro.

-No -soltó en un pequeño hilo de voz, alejó su brazo y dio un paso hacia atrás -, ¿crees que te puede pasar lo mismo que al conejo, pero conmigo?

Me sorprendió su pregunta, yo adoraba ver el rojo de sus mejillas, por eso dije lo que dije;

-Sí -arqueó una ceja y me miró con curiosidad-, también me dejaría cargar de ti.

Sonreí, ella se puso roja como un tomate.

-No soy capaz contigo -sonrió aún con sus mejillas rojas-, me aplastas.

Me acerqué lentamente y ella seguía retrocediendo hasta que chocó con la pared. Apoyé mis brazos dejándola en medio, me miró, la miré desde sus ojos bajando por su nariz hasta detener la mirada en sus labios, sacudí la cabeza. ¿Qué rayos se pasó por mi cabeza? Sonreí y dije lo primero que se me ocurrió.

-Pareces conejo -retiré con mi mano los pelos que tenía en el rostro.

Me alejé, ella hizo lo mismo, empezó a sacudir con sus manos toda su ropa.

Por alguna razón ambos evitamos el momento, no pronunciamos nada. Siguió cargándolos, yo hice lo mismo, pero alejados el uno del otro. Cambiamos el tema hablando de cosas que ni al caso, regresamos a la casa, eran casi las cuatro de la tarde. Entré directo a la habitación y solté todo el aire acumulado, no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Busqué algunas cosas, tenía decidido irme a casa de mi abuela y quedarme ahí por lo menos dos o tres días, mientras aclaraba el enredo que tenía en la cabeza.

Me duché con agua bien fría para que esos pensamientos se alejaran de mí, me organicé, empaqué algunas cosas. Sandra entró y se sentó a un lado, me miró con tristeza o ya imaginaba cosas.

-¿Te vas? -inquirió.

-Sí, a casa de mi abuela.

-¿Cuándo regresas? - sentía su mirada, pero yo la evitaba.

-En dos, o tres días -solo escuché un suspiro.

-Que te vaya bien - Salió de la habitación.

Por un momento me quedé inmóvil, como con una extraña sensación de tristeza, como con un vacío en el pecho que no se podía llenar. Esas cosas eran las que me desconcertaban. Tomé el celular y salí de la habitación, me alejé un poco hacia el jardín, busqué su número y le marqué.

Llamada a Mariana, un pitido, dos...

-Esteban que bueno escucharte.

Si ella no lograba apagar eso, nadie lo haría.

-Hola, ¿Cómo estás?

-Ahora que te escucho mejor - escuché una risita y un suspiro-,te extrañaba tanto.

-Por eso te llamo -di un largo suspiro -,también te extraño.

-Me da tanto gusto escuchar eso, amor -me quedé en silencio unos segundos-, ¿amor, sigues ahí?

-Aquí estoy.

-¿Eso quiere decir que seguimos siendo novios?

Giré la cabeza y la vi, salía de la cocina y por un momento su mirada y la mía se encontraron sin pensar nada respondí;

-Claro que sí mi amor.

Escuché un pequeño grito, yo en vez de sentirme bien y feliz, me sentí aún más mal de lo que ya me sentía.

-Amor que alegría al escuchar eso, yo sé que te hice sentir mal cuando.... - la interrumpí.

-Olvidemos eso, luego tendremos tiempo de hablar.

-Amor, me muero por verte, ojalá pasen rápido los días.

-Trataré de viajar este fin de semana.

-¿En serio? ¿No se supone que te quedarías los tres meses allá?

-Sí, pero puedo ir y volver, así podremos vernos más seguido.

-Eso me encanta, no imaginas lo que sentí en estos días.

-Lo importante es que ya todo está solucionado, no pensemos en eso amor.

Hablé unos minutos más con ella, pensé que eso me ayudaría a aclarar las confusiones que tenía, pero fue todo lo contrario, me sentía peor. Mariana no merecía eso y ella tampoco. Tenía que alejarme antes de que fuera demasiado tarde, recogí mi bolso, cuando estaba de salida escuché.

-¿Hijo vas de salida? -preguntó mi papá.

-Sí, iré a casa de la abuela para entrenar mañana temprano.

-¿Por qué no esperas? Te vas en la mañana, ya es muy tarde.

-Eso le dije yo - intervinó mi madre.

-Tampoco es tan tarde, apenas son las seis, en mi bicicleta llego en cuestión de minutos.

-Hijo, yo necesitaba pedirte un favor.

-Dime papá.

-Yo tengo que bajar al pueblo a las ocho de la noche, tengo una reunión a esa hora. Aparte estoy secando un café en el silo, necesito que le pongas cuidado, tú madre no puede y lo sabes.

Mi madre no podía desvelarse por problemas de salud. Ella tenía que estar acostada a más tardar a las siete de la noche, máximo ocho, no podía desvelarse. Por lo que comentó mi padre la reunión era de cafeteros, la pasaron para esa hora precisamente porque todos escogieron que fuese así, no podía acceder, esa vez no. Tenía que irme y nada me haría cambiar de opinión.

-Que se quede Andrés poniéndole cuidado, cuando el café esté seco que lo apague y lo deje ahí para que no lo tenga que recoger.

-El problema es que tu hermano no sabe cuando el café está seco.

Escuchamos un carraspeo.

-Perdón, padrino si quieres yo me quedo con Andrés, yo sé cuando el café está seco.

-Ahijada me da pena contigo, tienes que trasnochar quién sabe hasta qué horas, o mientras yo llegue, eso es tardísimo.

-No importa - sonrió- , yo me quedo, no tengo problema.

-El problema es que tendría que apagar el silo y dejar el café ahí, necesito secar la otra tanda.

-Padrino yo lo recojo, no es la primera vez que tengo que hacer algo así. Andrés se encarga de manejar los ciclos de secado, yo me encargo de lo demás, ya miramos como lo recogemos y ponemos a secar el otro que está mojado mientras tú llegas.

-Hija me da pena contigo -pasó su mano por la espalda abrazándola-, pero no puedo faltar a la reunión, Andrés le ayuda en todo -lo miró-, ok.

-Sí señor -respondió él.

-Ve tranquilo padrino - me miró, pero esa vez su mirada era diferente-, así Esteban puede irse tranquilo, al parecer tiene mucha prisa.

Me sonó a reproche, como si con la mirada me preguntara porqué me iba, parecía molesta.

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____ NARRA SANDRA. ____

Ese día tuve un acercamiento con Esteban que me puso muy nerviosa. La verdad me confundía un poco todo lo que sentía cuando estaba cerca de mí, no quería mezclar las cosas, menos en la situación en la que estábamos. Además, él tenía una relación, solo podía verlo como lo que era, mi primo.

Estaba en la sala cuando escuché a mis padrinos hablar. Al parecer Esteban quería irse y mi padrino necesitaba que se quedara, no entendía por qué se quería ir así de un momento a otro. Sentí una leve molestia que tampoco entendía. Interrumpí y le dije que yo podía hacerlo, se sorprendió mucho, pero yo venía de campo y sabía todo sobre secar café, menos manejar el silo, porque mi padre lo sacaba de diferente manera.

Para eso estaba Andrés, él si sabía, yo me encargaría de lo demás. Miré a Esteban, esa vez no pude controlar mi mirada, era de molestia y reproche, tenía tantas preguntas para él. Después de insistir, mi padrino aceptó, entraron a la casa yo me quedé ahí con Esteban que seguía en silencio. Ni yo entendía mi reacción ni porqué dije lo que dije.

-Ya puedes irte tranquilo - fruncí el entrecejo-, parece que tienes prisa- me miró confundido-, que te vaya bien.

Giré sobre mi propio eje.

-¡Sandra espera! -me quedé parada, pero dándole la espalda-, ¿estás molesta o es mi imaginación?

-Es tu imaginación -me giré y lo miré directo a los ojos-. ¿Por qué estaría molesta? Mejor vete antes que anochezca más.

Odiaba cuando no podía controlar mis impulsos, ni yo entendía el motivo de mi molestia, me giré para irme, cuando escuché.

-No huyas de mí.

Me giré y muy cortante le respondí;

-Aquí el que huye de las cosas eres tú no yo.

Abrió sus ojos y me miró, me giré y entré a la casa. Me senté en la sala prendí la televisión, me quedé con la mirada perdida. ¿Qué había sido todo eso allá afuera? ¿Por qué me comporté así? Yo no era así, lo mejor era mantener la distancia, como si nada hubiese pasado. Esteban entró a la sala y se despidió de todos, yo respondí, pero sin mirarlo, luego salí y vi como se marchó en su bicicleta.

Sentí una fea sensación porque en el fondo no quería que se fuera. Guardaba la esperanza que se quedara. Si en ese momento me preguntaran por qué me sentía así no tenía una respuesta para esa pregunta. Entré a la casa, mi padrino me explicó algunas cosas, luego se despidió y se fue.

Continuará....

Nota: que nervios 🤗 ¿Qué pasará por la cabeza de estos dos?

Que cobarde es Esteban 🙄 yo quería que se quedara.

            
            

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