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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO
CAPÍTULO 8.
Patricia López.
Cerré los ojos cuando sentí que Sandra y mi hermanito entraron a la habitación, mi hermano hablaba en voz baja pensando que yo dormía.
-Yo duermo en el rincón, ya ves que tengo muy mal dormir.
-Claro que sí, no sea que te caigas- soltó una risita.
-¡Shhh!, despertaremos a mi hermano.
-Hasta mañana -susurró-, descansa.
Se acostaron y apagaron la luz. Abrí los ojos, respiré soltando todo el aire acumulado, me moví quedando en toda la orilla de la cama. La sentía tan cerca, hasta escuchaba su respiración, no aguanté y susurré.
-Que descanses Sandra.
-Pensé que dormías -respiró profundo-, que descanses.
-No puedo dormir.
-¿Eso por qué?
Sentí que se movió más hasta la orilla, hablamos casi en susurro para no despertar a nadie.
-El cambio de horario.
-Imagino que es difícil acostumbrarse otra vez.
-Sí, es difícil, pero todo es cuestión de tiempo.
-¿También aprendiste a hablar en italiano?
-Sí, me tocó aprender.
-¿En serio? -escuché la dulzura y la curiosidad de su voz-, ¿Fue muy difícil?
-Los primeros días fueron muy difíciles, no entendía nada -sonreí-, pero en tres meses ya manejaba el idioma.
-Owww, increíble, a ver dime algo en italiano.
-Sei così bello.
-Que lindo se escucha, hasta puedes insultarme y yo sin saber que me dices - soltó una risita.
-En español dice, eres muy hermosa.
Se quedó en silencio unos segundos, no podía verla, pero juraría que se ruborizó.
-Gracias -murmuró-, pero cuéntame ¿cómo es eso allá?
Me encantaba la curiosidad con la que preguntaba las cosas, le platiqué un poco de todo lo que viví, del lugar, de como era, las costumbres y comidas, incluso le hablé de mi accidente, de como sucedió. Ella escuchaba muy atenta todo lo que yo le platicaba, luego de minutos y minutos platicando, bueno yo, contándole de mi estadía en Italia y ella feliz escuchando, preguntando, le dije que era tarde, que luego seguíamos con la plática. Era increíble como se pasaba los minutos de rápido platicando con ella, lo mejor era dormir, luego sería otro día.
Me levanté eran casi las nueve de la mañana, dormí demasiado, lo digo porque en el campo acostumbran a madrugar mucho. Salí al corredor de mi casa y lo primero que observé fue a Sandra en el jardín. Estaba sentada en el césped recibiendo los rayos del sol, me quedé mirándola, sacudí la cabeza tratando de ignorar mis pensamientos. Tenía que actuar normal, como era antes con ella, seguí a la cocina mi madre me saludó y me sirvió el desayuno.
-Hijo te hice un calentao paisa como te gusta, arroz, frijoles, huevo, carne, chorizo, tajadas de maduro y un buen chocolate con leche, que no falte la arepa con queso.
-Madre se ve delicioso -miré el plato-, pero es demasiado para mí, recuerda que debo cuidarme.
-Hijo una vez al año no hace daño - hizo un gesto de puchero-, es que hace tanto que no venías, quiero atenderte de la mejor manera. ¿O es que en Italia comías cosas así? -sonreí- ¿Apoco no extrañas la comida de tu tierra?
-No madre, esto no se ve allá, claro que extrañaba las comidas y más las tuyas -empecé a comer.
-Lástima que Mariana no vino contigo, me encantaría verla otra vez, es muy simpática esa niña.
-Madre, ella no podía venir -bajé la mirada -,está trabajando y entrenando al mismo tiempo.
-Otro día será, hijo.
-Sí madre.
Una carcajada llamó mi atención, miré y al frente estaba Sandra jugando con los perros.
-Que bonita está mi ahijada ¿verdad? -sonrió mientras la miraba.
-Sí, está muy guapa.
-Aquí ya tiene varios admiradores, los vecinos andan tras ella.
-Me imagino -di un sorbo a mi chocolate-,¿ella qué dice?
-No les presta atención -sonrió-, vienen aquí y ella ni los mira.
Sonreí, no me entendía. Tenía que alejarme de esa situación. Terminé mi desayuno y salí al jardín, me miró con una sonrisa.
-¿Cómo amaneciste?
-Muy bien y tú.
-Bien, gracias a Dios.
Antes de que dijera algo más me retiré, entré a mi habitación y recordé que Mariana me escribió ayer. Saqué mi celular y le envié un mensaje.
Mensaje.
Hola, estoy en la finca de mis padres. Hablaremos cuando regrese a la ciudad.
Al instante respondió.
¿Cuándo regresas? No me gusta estar así, tenemos que aclarar las cosas.
En ese momento entró Sandra, dejé mi celular a un lado. Ella empezó a organizar la otra cama teniéndola, sólo la miré en silencio. Era tan hermosa esa niña, bueno no tan niña, era toda una mujer. Su cuerpo estaba perfectamente formado y muy bello. Sacudí la cabeza, abrí y cerré los ojos varias veces. ¿Pero qué me pasa? Me levanté y tomé una toalla, me fui directo al baño. Abrí el grifo y sentí el agua fría sobre mi cuerpo, eran tantas cosas que tenía en la cabeza que no lograba entender.
Salí y me organicé. Me puse un suéter negro, un pantalón blanco, peiné mi cabello y me afeité la barba. Mi madre me miró con curiosidad, le dije que saldría un rato. Tomé mi niña,
Lo más extraño es que no había sentido esa necesidad de tener a Mariana cerca, imaginé que era por el disgusto que tuvimos. Eran casi las seis cuando salí de casa de mi abuela, la noche estaba hermosa y el cielo lleno de estrellas. Llegué a la casa eran casi las siete, me demoré no porque estuviese muy lejos, lo hice a propósito. Llegué y mi madre me esperaba, Sandra estaba viendo la televisión con mi padre, entré y saludé ella respondió sin mirarme ¿ahora ella me ignoraba?
Salí de nuevo, mi madre me sirvió la comida, escuché cuando Sandra se despidió para irse a dormir. Luego de unos minutos entré a la habitación al parecer ya se había dormido, no entendía su actitud, aunque era mejor así. Al día siguiente también me levanté tarde, Sandra y mi hermanito no estaban, según me contó mi madre se fueron a cuidar los conejos. A ella le encantaban los animales, decía mi madre que se quedaba horas cargándolos.
Salí a entrenar en mi bicicleta una hora, cuando regresé me pegué al portátil y me quedé ahí casi todo el día, solo cruzaba miradas con mi prima de vez en cuando. La ignoré, al parecer ella hacía lo mismo, ¿tan amargado era? Otra vez actuó de la misma manera, como si me tuviera miedo. Sentí que me volvería loco, si eso es lo que yo quería, entonces, ¿por qué me sentía así? Si ella estaba en la cocina, yo entraba y ella salía, entraba a la habitación y ella se salía, era como si quisiera evitarme y no entendía por qué.
Estaba en la habitación viendo videos en el portátil cuando entró Sandra, me miró por el rabillo del ojo y siguió. Estaba recogiendo unas cosas del suelo, traté de ignorarla y seguir en lo mío.
-¡Esteban! -susurró en un pequeño hilo de voz -, ¿esto es tuyo?
Tenía una carta en la mano
»Perdón que interrumpa.
Me sentí mal al escuchar su tono de voz, al parecer era un gruñón.
-No interrumpes nada - cerré el portátil y sonreí -, sí , eso es mío- inhalé -, es una carta de Mariana.
-Estaba en el piso -me la entregó y se sentó en la cama del frente, con una sonrisa preguntó -, ¿una carta de amor?
Cuando respondí esa sonrisa se borró y eso sí me dejó frío.
-Digamos que sí -me miró, la miré-, es de mi novia.
Cambió el gesto de su rostro, hasta yo me sentí mal, no entendía la razón, pero sería un miserable si negaba que tenía novia.
-¿Tienes novia? - susurró, pero esa vez no me miró.
-Sí, se llama Mariana.
-Que bien -me regaló una sonrisa de boca cerrada.
Se levantó, quería irse y yo no quería que lo hiciera, por eso quise romper con la tensión del momento y le cambié el tema.
-¡Sandra! -se giró-, ven-le señalé un lado de la cama -. Te mostraré las fotos que te prometí.
Otra vez su rostro se iluminó.
-¿En serio? -caminó a un lado de la cama.
-Pero ven -le insistí-, súbete a la cama y te sientas a mi lado, yo no muerdo.
Sonreí y ella se ruborizó.
»Mira, las uñas ya me las corté - se las mostré -, tampoco aruño.
Se quitó las sandalias y se subió a la cama, se sentó a mi lado, ambos recargados en la pared. Empecé a mostrarle las fotos, ella sonreía, se quedaba mirando muy atenta, mientras yo la miraba a ella. Recargó su cabeza en mi hombro, sentí como todo mi cuerpo se tensó, la piel se me enchino otra vez, era la segunda vez que me pasaba. Nunca antes había sentido eso. Seguí pasando las fotos mirando solo esa pantalla, tratando de entender eso que me pasaba. Sentí su mano en mi brazo, giré la cabeza y me encontré con los ojos más hermosos que había visto en mi vida, es que, brillaban tanto.
-¿Tienes frío? - me preguntó mientras frotaba su mano en mi brazo como dándome calor-, tienes la piel de gallina-sonrió.
-Sí, tengo frío.
Mentí. Giró su cabeza y siguió mirando la pantalla, ahora estaba aferrada de mi brazo con su cabeza en mi hombro. Mi ritmo cardiaco aumentaba, quería salir corriendo, pero no podía.
-En cambio tú estás tan cálida - respiré hondo-, ya sé quien me dará calor.
-Yo soy de clima frío, estoy acostumbrada -subió su mano con delicadeza por mi brazo-, yo te doy calorcito-se acercó más a mí-, eso es mientras te acostumbras.
Traté de actuar normal, pero no podía. Sentí que la respiración se me cortaba, juro que hasta ella podía escuchar los latidos de mi corazón. Cerré los ojos y traté de no pensar en nada, los abrí de nuevo y seguí pasando fotos hasta que llegamos a las de mi accidente donde se me veía la herida recién hecha. Giró su cabeza y la hundió en mi cuello. ¡Rayos! Sentí su respiración en mi cuello y una corriente de electricidad en todo el cuerpo.
-Se ve horrible -seguía con su cabeza en mi cuello-, que dolor.
-Imagínate donde la vea mamá - sonreí-, no está tan mal.
Hundí mi nariz en su cabello e inhalé, que bien olía.
-Eres una exagerada -giró su cabeza y me miró con esa dulzura.
-Soy bien gallina para ver esas cosas -sonrió -, así reciente se ve horrible, donde mi madrina la vea le da algo.
-¿Te parece horrible? - asintió-, te parece tan horrible y es en el brazo que estás sujetando, ¿no te da cosa?
-No -clavó sus ojos en los míos-, dije que me da miedo como se veía reciente, no que me da asco.
Deslizó su dedo índice por toda la cicatriz.
»Son cosas diferentes -Sonrió-, me impacta porque imagino lo mucho que te dolió.
-Dolió mucho -la miré-, pensé que te daba asco de la cicatriz tan fea que me quedó.
-Cómo se te ocurre pensar eso -bajó su mano por mi brazo lentamente y se pegó más a mí-, la cicatriz es lo de menos, lo importante es que tú estás bien.
Me miró, la miré, pero al instante bajó su mirada a la pantalla. Seguí pasando fotos, incluso algunos videos de mis amigos y yo haciendo payasadas. Su sonrisa era contagiosa, le puse el portátil en las piernas y se quedó inmóvil mirándolo. Ahora yo solté una carcajada, le dije que cómo pensaba aprender si le daba miedo, ella con esa dulzura me decía, en serio me enseñarás, no yo no sé, quitalo de ahí.
Su inocencia me encantaba, la manera en la que quería descubrir las cosas. Seguía sin moverse haciendo gestos porque yo no dejaba de burlarme, le mostré dónde podía pasar las fotos para que ella solita las pasara. Primero se negó a tocarlo, según porque no quería dañarlo y luego accedió. Cuando logró pasar las fotos, una sonrisa se dibujó en su rostro, al verla sonreír yo también lo hice. Estaba feliz porque ya podía pasar las fotos ella sola, ¿Cómo la hacía feliz algo tan insignificante? Eso era lo que me gustaba de ella, me quedaba mirándola una y otra vez, tratando de entender qué era lo que me pasaba con ella, un pequeño grito me regresó a la realidad.
-¡Ay Dios! Lo dañé, te dije que no quería ni tocarlo.
Abrió sus ojos como platos, miré la pantalla y aparecía en negro, no pude evitar reírme, solo se salió de donde estaba y ella no lo sabía. Empecé a reírme y ella me miraba confundida, juro que nunca antes me había reído de esa manera, hacía unos gestos de puchero que la hacían ver tan hermosa.
Nota: ¡Ay Esteban, no sabes en lo que te metes! 😂😊 Imagino la cara de Sandra 😱
😂😂😂😂😂
Continuará...