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El domingo amaneció con una calma inusual. Camila preparaba panqueques mientras Sofía dibujaba en el suelo del salón, rodeada de lápices de colores y hojas arrugadas. Era un ritual suyo desde hacía años: desayunar tarde, andar en pijama hasta el mediodía y ver películas hasta quedarse dormidas en el sofá.
Pero ese domingo no sería como los anterio