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La lluvia caía con lentitud, golpeando suavemente los ventanales de la imponente torre empresarial Montenegro, una de las más altas de la ciudad. El cielo gris parecía reflejar el estado emocional de Diego, quien, tras semanas agitadas, apenas había logrado dormir. Su cabeza era un torbellino de pensamientos desordenados, y en el centro de todo est