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El restaurante estaba menos concurrido de lo habitual esa tarde. El cielo gris, la amenaza de lluvia, y ese extraño silencio de los días que se sienten pesados sin razón habían ahuyentado a los clientes. Camila revisaba la caja con movimientos automáticos, sin prestar mucha atención a los números. Su mente estaba en otra parte. Desde hacía unos día