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Ruzena, guiada por la suerte y su caballo Apolo, ve por fin la ciudad. Con cuidado, entra disfrazada, cubriendo su rostro y sosteniendo su larga cabellera. Tener un buen caballo de pura sangre ayudaría a que no lo detuvieran, aunque podría considerarse un ladrón. Pensando rápidamente en ello, se aleja del centro que ya nota un gran revuelo a lo lej