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- Hija, querida Ruzena. Despierta, duerme a tiempo. ¡Me preocupa! Carlota, trae más cobijas, está helada.
La madre de Ruzena, estaba en la cama de su hija, aún sin entender cómo pasó todo, por qué quería ir a la plaza, tan delicada, no soportaba ver muertos, no quería ver nunca ahorcados. Se despertaría y luego de estabilizar su conciencia le daría