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Ese día fue realmente especial, incluida la luna llena. Lleno de sorpresas y eventos.
En un día de luna llena, no había gitana que no se manifestara alrededor del fuego para bailar y hacer sus lecturas y hechizos de prosperidad. Ese año, la feria prometía mucha abundancia, después de todo se llevaría a cabo en luna llena.
Todo el tiempo Sara y Pablo estuvieron susurrando. Solo se detuvieron cuando ella bailó maravillosamente con su bufanda nueva, que, por supuesto, mintió, había sido comprada con las pocas monedas que ganó con las ventas. Nadie, sin embargo, argumentó que tan caro y noble tejido había sido comprado con míseras monedas. Después de todo, casi todo el dinero pertenecía al clan. Pero a quién le importaba en la fiesta, era primavera y todo estaba más aceptable.
Samara y Miro, su pretendiente, se quedaron en un rincón, ¡pero sin tocarse, claro! Bueno, no está permitido. Hoy estaba marchita de tantos problemas que había causado. Impresionante fue incluso Sara. Una alegría que no podía ocultar ni contar. Después de todo, cómo contar tantas travesuras y mentiras en un solo día.
Se moría por decirle a su madre que había conocido a una niña, y que su flor favorita se llamaba Ruzena-Rosa, que ese pañuelo lo recibió de regalo, que estaba en un noble jardín de una hermosa casa. Y lo mejor, sin ser azotada como una gitana ladrona, que se comió una rica merienda y lo principal, conoció a alguien que era su semejanza.
¡Pero en ningún momento Sara recordó la lectura de su madre! /No mires tu reflejo/
Solo pronunció una frase que provocó la reacción de su madre, quien en ese momento no se percató de la magnitud del recuerdo afectivo que despertaría en ella. Y bailando, se acercó a su madre que profirió una frase sin esperar que la respuesta le causara tanta palpitación.
- ¡Hermosa hija eres la más hermosa aquí! Y recibió un festivo... - ¡¿Imagínese si yo fuera dos?!
Su madre en ese momento dejó caer el cuenco con los panes que fue recogido ligeramente y vuelto a colocar en el cuenco.
Y ese momento solo resonaba en la cabeza de Doña Alba. ¡Ella sabía el significado de ese susto!
Y la fiesta continuó hasta tarde, y poco a poco se fue vaciando y todos se fueron a sus tiendas. El día fue realmente agotador y lleno de sorpresas. ¡No hay nada como una buena noche de sueño para reponerse y comenzar de nuevo temprano en la mañana en la feria!
Salvo la ansiedad de Pablo, que a ratos tenía insomnio, y ese día lo dejó así, iluminado como la luna llena en el cielo.
Hasta que, en el silencio de la noche, vio a Yago salir a escondidas de su tienda y trasladarse al Puente de Carlos. Y no pudo resistirse y lo siguió.
En una de las pilastras del puente en una época en que las aguas están bajas, se forma una pequeña isla de montones de piedras y allí hicieron un bar clandestino. ¡Y se quedó de lejos, mirando, mirando!
Yago, al llegar, fue atendido de inmediato como si estuviera allí desde que comenzó la primavera... le dieron un tulipán de cerveza, tradicional de la región y dos mujeres con los pantalones de palet subidos y sólo el corpiño se le acercó y empezó a frotarse contra él.
Por cierto, menuda coraza, Pablo siempre está admirando a Yago cuando va a bañarse. Su mente ahora estaba aturdida por tal travesura. Se frotó, chupó los senos de una de las mujeres, los cuales se sacaron y los gritos de molestia de aquellas mujeres.... - "¡Qué asco!" incluso pensé. Pero, no se fue.
Hasta que vio a Yago y a los dos salir de allí y caminar entre las rocas hasta un pequeño bote anclado y dentro del bote había almohadas de heno, y una manta encima. Probablemente preparado para ello. Y ahí empezaron en ese roce interminable. Besos con lengua que se veían desde lejos. Solo se detuvieron para tomar un tazón que realmente no podían ver y comenzaron a olfatear. Y ahí es cuando Pablo se da cuenta de lo que podría haber dentro... un recipiente que probablemente era opio. Era tiempo de flores, recordó Pablo. ¡Era tiempo de flores, así que era tiempo de opio seguro!
Y Yago, empezó a enloquecer un poco, empezó a quitarse la ropa de mujer y a desnudarse con furia como un animal hasta que en su rincón Pablo vio la polla de Yago. ¡Entré en éxtasis! Yago siempre se bañaba en el clan de los pantalones y Pablo nunca antes había visto sus partes.
Su excitación fue instantánea. Pablo empezó a tocarse hasta que soltó el suyo también y aunque de lejos sin ver mucho, porque Yago siempre estaba dentro de una de las mujeres, empezó a tocarse conteniendo su gemido. Quería estar allí también... su mano se deslizó en tamaño y humedad por tal excitación.
Yago, chupó la vulva de uno mientras se la metía en el otro. Sin florituras, sin importar que se escuchen los gemidos de las putas.
El enorme cabello de la mujer tiraba de él, en un intercambio salvaje que hacía parecer que ni siquiera él sabía qué quería hacer primero. Hasta que un aullido de tensión y lujuria se apoderó de él, era puro placer en la boca de uno de ellos. Y en ese momento se le cayó una baba de la boca a Pablo, él era el que quería estar ahí con la boca, seguro y también terminó.
Un chico de 15 años de complexión delgada que se sentía muy atraído por Yago, pero no lo admitía.
Allí se quedó disfrutando de ese placer, dándose cuenta de que esa era su naturaleza. Pero, eso nunca podría asumir. Su clan lo mataría y una tristeza se apoderó de él.
Y alternaba la mirada en el cuerpo desnudo de Yago, medio desmayado y entumecido por el opio y el placer en aquella cama-barco. Y que ni siquiera se dio cuenta de que las mujeres seguían después de su casi desmayo y sin él. Seguro que también estaban llenos de opio.
¡Y esas escenas que Pablo realmente no quería ver! Su admiración y lujuria tenían un nombre: ¡Yago!