/0/7608/coverbig.jpg?v=6b7bc4e348c7d7d55a6eeca059b447a9)
La fiesta se escuchaba de lejos, música, presentaciones, pero fue en el espacio donde estaban los Rominis lo que más llamó la atención. Todos los hombres que pasaban quedaban encantados con las gitanas. Pero, no se acercaron. Nadie se atrevería. Solo se decían obscenidades en voz baja cuando veían a las mujeres bailar bellamente con sus piruetas. Siempre eran Sara, Dalila y Samara las que bailaban. Pero Samara siempre era la que más provocaba a los hombres y terminaba siendo golpeada cuando llegaba a la carpa.
Era prima de Sara, y se murió de envidia, chismorreo y articuló para que no se quedara con Yago, como todos querían a Yago, pero Samara tenía a Miro como prometido y enamorado de ella.
Y bailaban, Sara se retorcía tanto la falda que rápidamente se le veía el puñal atado al muslo, pero siempre por encima de las braguitas, porque una gitana nunca podía enseñar las piernas. Pero Sara tiraba de ella hacia arriba para liberar los movimientos de sus rodillas y eso la hacía demasiado sexy a los ojos de los hombres. En la cesta que estaba en el suelo cerca del público siempre caían monedas cuando bailaban. Era el premio a tanta belleza gitana. Las mujeres miraban desde lejos, nunca podrían permitirse el lujo de acercarse a tal obscenidad. Pero se podía ver en sus rostros la admiración por su valentía y las ganas de hacer lo mismo.
Mientras tanto... ahí mismo, el destino viene sellando el encuentro...
Sara y las gitanas bailarinas, al descansar, hicieron algo para la venta. Cada uno tenía una función. Unos vendían verduras, otros flores y otros suerte. Y a Sara le gustaba vender su fruta y, a veces, intercambiaba lugares con Samara en su lectura de quiromancia a cambio de monedas.
Pero ese día, cuando terminaron de bailar y buscaban descanso, la mamá de Sara, una mujer de 40 años aún hermosa y fresca, la llamó. La señora Alba siempre decía la buenaventura como de costumbre, aquel 23 de mayo, día de Santa Kali para Sara.
Pero algo inusual sucedió... ese día de lectura. Un presentimiento, signos del universo.
Sara, llegó tan agitada a la carpa cuando su madre la llamó que tropezó con el agua de olores que apagaba la vela del altar. Rápidamente recogió su falda y se puso a secar y ordenar. Entre carcajadas como de excitación y nervioso por el desastre, sabiendo de su madre y los preceptos pronto se puso a hablar.
- Lo siento mamá.... hoy es mi día no pelees conmigo!
Su madre le respondió con seriedad, quédate quieta, tu luz hoy es tan intensa que me estás cegando y mareando.
En profunda concentración y estados de ánimo armoniosos, su madre observaba, observaba las letras y los oráculos y hablaba:
- Sara, como siempre veo luz en tu camino, hija mía, pero hoy hay algo diferente para ti que me preocupa.
Y con una mirada de admiración por lo desconocido que estaba frente a ella en las letras gitanas dice:
- Aquí dice algo que no entiendo... me parece algo así como: Cuando miras fijamente tu reflejo, tu vida puede cambiar. Pero no me dice si es bueno o malo. Tengo un sentimiento de emociones encontradas hija mía. Una alegría inmensa que hasta me explota el corazón. ¡Vea!
Y tomó la mano de Sara y la colocó sobre su corazón. Lo cual fue demasiado rápido y sin aliento. Y continuó...
_ Pero, también con una angustia de que esto puede ser además de bueno, pero también malo. Cuidado Sara, cuidado. Cuando volvamos, nos vamos a dar un baño de energía, y voy a hacer un ritual para que Santa Sara lo aclare. No entendí. Y hasta me enfermó.
- Tráeme un té, hija, y luego ve a divertirte, amas este día más que a nadie aquí.
Sara se fue de allí pensativa, pero al salir de la carpa, pronto se olvidó de la preocupación de tanta alegría de que la fiesta fuera afuera. Después de servirle té a su madre, ¡fue a vender su fruta sin pensarlo mucho!
Y fue a hablar con Boris si podía caminar un poco por el lugar para revender la fruta. Boris estuvo de acuerdo, pero se fue aunque solo fuera por compañía. Y envió a Pablo para que la acompañara. Era un niño, todavía un niño. No podría ayudar a Sara, pero fue lo suficientemente rápido como para avisarte si se necesitaba algo. ¡Era muy ligero!
- Pablo, ven aquí. ¡Acompaña a Sara, pero solo en el puente Carlos y no desaparezcas! Y en tres cuartos de hora te quiero aquí.
- ¡Y tú Sara, presta atención! Si no fueras inteligente y distante con los hombres, no te dejaría. Así que sigue así y cuídate y Vende... ¡Vende todo!
Sara salió animosa y emocionada con Pablo, que poco sabía que Boris era su cómplice en todo. Parecían hermanos y hermanas. Pero en el fondo lo eran. Después de todo, primos y educados juntos, eran todos hermanos de corazón. Ella lo abofeteó, pateó su trasero, en un jugueteo fraternal. Pero, todo lejos de los ojos de Boris.
Y así fue vendiendo su fruta que compraron los compradores masculinos o las damas de compañía. Pero cuando fueron los hombres quienes la compraron, mordieron la fruta frente a ellos, mirando a Sara como si estuviera mordiendo parte de su cuerpo en una deliciosa degustación de su sexo mientras sus ojos se lanzaban sobre su belleza. Percibió el mal, pero lo que quería era vender y se hizo la ignorante para vender más.
En un momento, se cansó. ¿Hacía calor o estaba realmente agitada? Cogió su abanico y comenzó a abanicarse frenéticamente. Cuando de repente vio a una niña aparentemente sola con su dama de honor, ya que no conocía al niño que los miraba detrás, y fueron en su dirección.
Y una foto que también llamó la atención fue que una de ellas tenía el abanico casi tapando todo su rostro. Ella como en una broma hizo lo mismo. Y ambos se acercaron y empezaron a hablar en una conversación que parecía clandestina con el rostro cubierto. Sólo para los ojos y la voz.
Y algo sucedió. Ambas chicas, Sara y Ruzena se miraron de forma extraña y se miraron fijamente durante unos segundos congelados. Incluso ellos no sabían por qué.
Despertada por la voz de la dama de compañía Carlota, que estaba preocupada por la indebida acción de detenerse allí en el puente, para hablar con un extraño y más aún gitano, inmediatamente habló:
_ Vamos señorita Rosa, elija la fruta, tenemos que irnos.
Rosa era el significado de Ruzena y así le gustaba que la llamaran cariñosamente. Y en ese momento de ilegalidad de estar en la calle, acordaron que sería mejor llamarse así, más común que Ruzena que podría estar ligada a la familia Karlovy.
Rápidamente despertaron de esa mirada y Ruzena obtuvo su fruto. Y se escapó con su criada. Pero luego se detuvo, se quitó el abanico de la cara y habló.
- Carlota, quiero conocerte más. Me gustaba. ¡Yo quiero!
- No señora, no debería.
- Hazlo así, pídele a tu novio que vaya allí y dile que nos ayude. Hoy a las 3 pm en los jardines de la propiedad. En nuestro escondite. Ayúdame, dile que te daré monedas y pañuelos. Yo tengo esos, ya sabes cuales!
Y aún continuaba en una euforia interminable...
- Me voy a casa ahora, por favor, incluso antes de la hora que habíamos acordado, les diré a mis padres que estoy mejor y en la tarde tomaré la fresca en el jardín. Para que no sospechen. Pero claro si ella acepta.
Y era Carlota, preguntando, ella misma en lugar del chico. Pero fue más por miedo a quedarse allí que por ayudar en aquel absurdo encuentro. Y también creyendo que la gitana no lo aceptaría y ahí acabaría todo.
Llamó al chico que los acompañaba en un gesto discreto para que se acercara más a Ruzena y fue allí a ver a Sara.
Después de las explicaciones volvió con la cara sonrosada y los ojos saltones.
- Señorita Ruzena, ella aceptó. Ella aceptó... ¿qué hacemos?
Ruzena, nunca has sido tan feliz. Se preguntó cómo un día que nunca había celebrado podría ser parte de una aventura de su vida. Y habló en voz baja, susurrada, casi al oído de Carlota.
- ¿Cómo hablan los gitanos? Opcharrr... opta... No sé creo que es viva Santa Sara kali. Lo que está haciendo mi vida un poco más interesante.
- ¡Qué sacrilegio Ruzena, vámonos, ya tengo miedo de todo esto!
¡Poco sabían Sara y Rita, ahora Ruzena, que el 24 de mayo cambiaría su vida para siempre! ¡Para siempre!